El uso de papel de aluminio para envolver alimentos está muy extendido. Este actúa como barrera protectora en la pérdida de aromas y los resguarda de la luz, el oxígeno, la contaminación y la humedad. Pese a su finura, unos 0,2 mm de grosor, protege de manera eficiente. Pero, como en muchos temas relacionados con los alimentos, desde hace unos años circula un bulo según el cual la cara menos brillante puede contaminar la comida y la más brillante es la que debería estar en contacto con ella. Pero, como todos los bulos, se trata de una información falsa. El artículo explica por qué las dos caras del papel de aluminio son iguales y de dónde procede este tipo de información falsa que confunde al consumidor.
El papel de aluminio es ligero pero fuerte, lo que permite envolver productos de distintas formas sin que se pierda su función de barrera. Además, es impermeable a la luz, la humedad, los gases, las bacterias y los olores. Puede utilizarse en cocina porque es un efectivo conductor de calor. Pero también es fácil de rasgar y tiene un importante impacto medioambiental.
Las dos caras del papel de aluminio son iguales
Las dos caras del papel de aluminio son estéticamente distintas; una brilla más que otra. Esto ha servido para que circule sobre este tema un bulo a través de las redes sociales. Según este rumor, la parte más brillante es la que debe ponerse en contacto con los alimentos, porque si se hace al revés «el aluminio entrará como un verdugo invisible en nuestros alimentos». Esta misma información asegura que «se hace un pulido en la parte más brillante para crear una barrera y evitar el contacto directo del aluminio con los alimentos». Pero esto es falso. Las dos caras son iguales y ninguna de ellas está tratada con elementos tóxicos, por lo que su uso para alimentos es indistinto. ¿Por qué son distintas, entonces?
Uno de los lados del papel de aluminio es brillante y el otro es mate. Esta diferencia, lejos de la explicación anterior, se debe al proceso de fabricación, que consiste en prensar de manera repetida un bloque hasta conseguir una lámina del grosor deseado. Durante este procedimiento, la lámina pasa por distintos rodillos, y las capas, al entrar en contacto con estos, quedan más brillantes.
Según una de las principales empresas fabricantes de papel de aluminio, Albal, «durante la elaboración se prensan dos láminas de aluminio y se hacen pasar por dos rodillos metálicos para que el producto sea lo más fino posible y resistente». Durante este proceso, «la parte exterior, en contacto con los rodillos, quedará más pulida y más brillante; mientras que la otra, en contacto con la otra lámina, quedará mate». Esto no afecta a las propiedades del papel, que se puede emplear sin distinción por las dos caras.
El papel de aluminio se puede usar sin distinción por las dos caras sin ningún riesgo
Otro bulo que circula es que «el aluminio es altamente tóxico y responsable de complicaciones en el funcionamiento de nuestro cuerpo y puede ser un factor de la enfermedad de Alzheimer». Tampoco es cierto. Si bien uno de los inconvenientes que plantea el uso del papel de aluminio es la posible migración del papel al alimento, esto es así sobre todo en alimentos ácidos, y depende también de aspectos como la temperatura y el tiempo de calentamiento (cocción), la composición y el pH del alimento y la presencia de ácidos orgánicos, sal y otros iones.
En una de las últimas modificaciones realizadas por la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) sobre la exposición alimentaria de la población al aluminio, los expertos determinaron apropiado un límite de migración del aluminio de 1 mg/kg de alimento.
Según un estudio toxicológico y de impacto sobre la salud realizado por la Agencia para Sustancias Tóxicas y el Registro de Enfermedades (ATSDR), «el aluminio no es tóxico para una persona que no sea alérgica al aluminio», aunque esto no significa que pueda ser peligroso si se introduce en el organismo en cantidades que superen las cantidades recomendadas. En condiciones normales, la migración del aluminio a los alimentos es poco significativa, excepto en el caso de alimentos ácidos como salsa de tomate o escabeches.
Hoax o bulos, información falsa que confunde al consumidor
De dónde salen las noticias falsas, quién las envía y por qué son cuestiones que se plantean con informaciones como la de las caras del papel de aluminio. Estos bulos, conocidos como hoax, sobre ciertos temas de alimentos no hacen más que confundir y generar alertas innecesarias. En la mayoría de los casos, están relacionados con la salud, con importantes repercusiones y apelan a la responsabilidad y la conciencia del receptor. Algunos de los bulos más conocidos son:
- La relación del consumo de bebidas de lata con las ratas y la muerte de personas causada por leptospirosis, una enfermedad provocada por la orina de las ratas. Es una leyenda urbana. A pesar de que la higiene es mejorable, no existe riesgo por contaminación fecal por mamíferos, insectos o aves.
- La leche en cartón que no se vende dentro del plazo de caducidad regresa a la fábrica para ser repasteurizada y vuelve a comercializarse. Según el correo que difunde este bulo, un número impreso en la parte inferior del envase indica la cantidad de veces que se ha aprovechado. Cuanto menor es el número, menos veces se ha reutilizado. Pero la numeración en la base se relaciona con un código de los fabricantes de envases.
- Dioxinas en envases plásticos. Un correo electrónico alertaba del riesgo de usar envases de plástico porque liberan dioxinas cuando se congelan o se calientan. Según la Agencia Catalana de Seguridad Alimentaria (ACSA), el mensaje atribuía la información a un estudio de la Universidad John Hopkins de Baltimore (EE.UU), algo que la misma universidad desmintió. En general, el PET o las botellas de agua y los plásticos no contienen dioxinas, ni forman parte del material ni como ingrediente ni como aditivo. La congelación tampoco es un proceso que genere dioxinas.
Un hoax es una información falsa que se difunde sobre todo por correo electrónico o WhastApp con el fin de crear confusión. El problema es que se distribuye en cadena para que los receptores queden impactados por el contenido, engañándole y haciéndole creer que procede de una fuente fiable, cuando esto no es así.