De la misma manera que se enseña a los más pequeños a protegerse respetando unas normas de seguridad en campos como la seguridad vial, doméstica o en la utilización de los nuevos canales de comunicación, la seguridad alimentaria es una asignatura que no debe faltar en la formación de los niños. Uno de los objetivos es protegerlos frente a posibles enfermedades de origen microbiano.
Aunque los niños más pequeños no cocinan, demuestran un gran interés con todo lo relacionado con los alimentos. Más adelante, y con la ayuda de un adulto, juegan a ser grandes cocineros investigando sabores, texturas y combinaciones. Cuando llegan a la adolescencia asumen la responsabilidad de la compra, el cocinado y la limpieza. Durante todas estas etapas, también son usuarios de las cocinas y consumidores de los alimentos que allí se preparan. Nuestra manera de actuar será la base de su actitud futura frente a los alimentos y su manipulación.
Atendiendo al criterio sobre las fuentes de adquisición de hábitos y conocimientos sobre manipulación e higiene alimentaria, una parte importante de los españoles reconoce haber adquirido sus hábitos a través de las enseñanzas maternas y de la observación en el entorno familiar. La seguridad en la cocina y de los alimentos que allí se preparan incluye especialmente la protección frente a las posibles enfermedades de origen microbiano a través de su higiene y desinfección.
Seguridad en la cocina
Cuatro principios básicos pueden resultar útiles desde los primeros años y se convierten en la plataforma sobre la que se desarrollarán otros conceptos futuros. Los ratos que pasemos junto a los niños en la cocina serán el momento idóneo para su planteamiento:
- Limpiar: manos, alimentos, cubiertos, platos, superficies.
- Separar: alimentos diferentes al guardarlos y manipularlos.
- Enfriar: el frío mantiene los microbios a raya y no les deja multiplicarse.
- Cocinar: el calor destruye los gérmenes y hace que los alimentos sean más seguros.
De la tienda a la cocina
Siguiendo estas líneas generales, resulta importante seguir algunos consejos a la hora de iniciar a los más jóvenes en el campo de la seguridad alimentaria, teniendo en cuenta la edad y grado de madurez del niño:
En la compra:
- Fijarnos en la limpieza (o ausencia de ella) del establecimiento.
- Explicar las diferentes necesidades en cuanto a temperaturas en el almacenamiento de los productos así como en su transporte.
- Centrar la atención en el etiquetado del producto comentando alguna de sus características como la fecha de caducidad.
En la cocina:
- Permitir que ayuden a la hora de almacenar los alimentos pidiéndoles que sean ellos quienes seleccionen su lugar apropiado: despensa, refrigerador o congelador. Incidir en la acción que las diferentes temperaturas tienen sobre los microbios. El frío impide o hace más lento su desarrollo, el calor intenso mata los gérmenes y las temperaturas templadas son peligrosas ya que los microorganismos se multiplican alarmantemente.
- Explicar por qué en la nevera debemos separar los tipos de alimentos, o alimentos crudos de los cocinados, mejor en recipientes bien cerrados, para evitar que entren en contacto y puedan contaminarse unos con otros. También a la hora de prepararlos. Hay alimentos como los huevos o el pollo en los que resulta más común la presencia de microbios por lo que debemos evitar que toquen y contaminen a otros.
- Además de la microbiana, hay otros tipos de contaminación que pueden convertir un alimento en poco saludable e incluso dañino para la salud, como por ejemplo trozos de materiales que han caído sobre él o contaminación de sustancias químicas peligrosas como pesticidas, por lo que debemos lavar la fruta antes de consumirla.
- A la hora de cocinar, los niños pueden participar en algunas tareas sencillas y que no entrañen riesgos, como por ejemplo limpiar las verduras. Comentar cómo el lavado elimina restos de tierra, insectos… Es muy importante que antes de comenzar la tarea se laven las manos y aprovechar para explicar la importancia del aseo personal.
- Cerrar el ciclo: que sean conscientes de lo que ocurre después de cocinar y comer: recoger la mesa, deshacernos de los residuos y limpiar desinfectando tanto el material, utensilios y aparatos, como las superficies de la cocina. Comentar la necesidad de la limpieza y desinfección de todos ellos para asegurarnos una alimentación saludable. La suciedad y los restos de alimentos son un excelente soporte para el desarrollo de los microbios.
No se trata de que los niños desarrollen temores hacia los alimentos o su manejo. Es importante que sepan que hay científicos que investigan cada día cómo hacer que los alimentos que consumimos sean cada vez más saludables, cómo las granjas y empresas que producen alimentos cuidan, mediante controles, que sus productos sean saludables y que también existen los «policías alimentarios», que velan para que se cumplan todas las normas que nos protegen a la hora de alimentarnos. Todos ellos hacen posible que los alimentos que consumimos sean seguros.
Desde el entorno familiar
Todos los expertos coinciden en resaltar que los hábitos que se adquieren durante los primeros años de vida, especialmente en lo relativo a la alimentación y la higiene. No sólo se mantendrán con mucha probabilidad el resto de la vida de adulto, sino que serán determinantes en su calidad futura. Una dieta sana y equilibrada, junto con acciones tan simples como lavarse las manos antes de comer o los dientes después de hacerlo, son una importante herencia que transmitiremos, a menudo, e incluso sin pretenderlo, con nuestro ejemplo.
Un hogar libre de agentes que puedan resultar perjudiciales, entre los que se incluyen los microorganismos, es un derecho de los niños (uno de los colectivos más vulnerables a sus efectos) que los adultos tienen la obligación de proporcionarles. De hecho, son los responsables de poner los medios necesarios para evitar su posible desarrollo a través de la higiene y la desinfección, especialmente de la cocina.
Los microbios no se ven y resultan, por lo tanto, un concepto abstracto especialmente difícil de comprender para los más pequeños. Puede resultarnos útil compararlos con una mancha de tinta roja que contamina un alimento. Podemos suponer, por ejemplo, que los posibles focos de contaminación (alimentos de riesgo, basura o incluso nuestra boca, nariz o pelo) tienen tinta roja que mancha todo lo que toca. Si los tocamos y no nos lavamos inmediatamente las manos mancharemos todo lo que toquemos a continuación, como otros alimentos, superficies, utensilios o trapos, que se volverán a usar extendiendo más aún la tinta roja y así sucesivamente. Si no ponemos remedio al final todo a nuestro alrededor puede estar contaminado.