Una despensa para 9.000 millones de personas

Expertos mundiales plantean si los métodos tradicionales de producción pueden cubrir las necesidades alimentarias de una población en continuo crecimiento
Por Maite Pelayo 3 de mayo de 2012
Img comida mesa
Imagen: dailymatador

Uno de los mayores retos a los que se enfrenta la humanidad de cara a las próximas décadas pasa por proporcionar alimentos a los más de 9.000 millones de personas que, según las previsiones de la FAO, poblarán el mundo en el año 2050. Esto debe conseguirse en el marco de la seguridad alimentaria, entendida como el acceso físico y económico a suficientes alimentos inocuos y nutritivos para satisfacer las necesidades alimenticias. Las estrategias para conseguir este difícil cometido varían en función de quién las plantee, pero se resumen en dos corrientes principales. La primera aboga por los métodos tradicionales y la segunda defiende que solo la investigación proporcionaría la cantidad de alimentos necesaria.

La primera de las estrategias, que defiende los métodos tradicionales, se basa en optimizar los recursos naturales para resolver el problema del abastecimiento alimenticio. Se trataría de incrementar la actual producción de alimentos con la mejora de las especies utilizadas, mediante una selección de razas ganaderas y semillas, y agregar nuevas tierras de cultivo que aún no se han explotado. En la actualidad, hay alrededor de 70 millones de hectáreas de terreno cultivable que no se explotan, sobre todo, en el continente africano y en Sudamérica. Un segundo sector defiende que, pese a todos los esfuerzos realizados, sería imposible alcanzar los objetivos de producción de alimentos fijados, un 70% más, por lo que defienden que solo la investigación e implantación de nuevos métodos y técnicas de obtención de alimentos no tradicionales, proporcionaría la cantidad suficiente de alimentos para cubrir las necesidades a medio y largo plazo.

Desperdicio de alimentos, principal problema

Los países industrializados desperdician gran cantidad de alimentos a través de toda la cadena

La solución estaría en combinar ambas tendencias, optimizar al máximo la producción de los recursos naturales y complementarla con nuevas fuentes de alimentación. Sin embargo, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) advierte de que, más que un tema de producción de alimentos, es un problema de desigual distribución. Según proclama esta institución mundial, se producen alimentos en suficiente cantidad como para satisfacer las necesidades mundiales. Sin embargo, la mitad del planeta se muere de hambre, mientras que la otra mitad enferma de obesidad.

Además, y según se denuncia desde diferentes estamentos, el llamado «primer mundo», los países industrializados, cambio climático, que dificulta en muchas zonas del mundo la producción de alimentos, y la crisis económica global, que no solo empeora la situación, sino que impedirá alcanzar los objetivos fijados para 2015 y que, entre otros, pretenden reducir a la mitad el número de personas que pasan hambre en el mundo.

Hay que tener en cuenta un dato relevante: la población mundial ha aumentado más en estos dos últimos siglos que en todos los anteriores. Al comenzar el siglo XX, 1.500 millones de personas poblaban la Tierra, mientras que hoy en día la población mundial ronda los 7.000 millones. Una cifra que no para de crecer, a la vez que se alarga la esperanza de vida y disminuye la tasa de mortalidad infantil. Además, los nuevos hábitos alimentarios y el desarrollo de potencias como China o India incrementan las necesidades de grandes poblaciones que completan su dieta con alimentos que no habían consumido. Los tradicionales arroz y verduras se sustituyen por carne de vacuno, cuyo precio medioambiental de producción es mucho más elevado en consumo de agua.

«Producción» de proteínas

Sin duda, uno de los nutrientes que más problemas causa por su carencia son las proteínas, bien por la dificultad de conseguirlas o por el alto precio, ya que las más aprovechables por el organismo se encuentran sobre todo en los alimentos de origen animal, los más caros. Además, desde el punto de vista medioambiental, en su producción se utiliza gran cantidad de agua. Las opciones para este problema son diversas: desde incorporar a la dieta animales no consumidos, e incluso insectos, hasta potenciar el consumo de proteínas vegetales que, bien combinadas, aportan unas proteínas de buena calidad.

El mar es también una magnífica fuente de proteínas, que debe gestionarse con racionalidad para evitar dañarlo de manera irreversible También hay soluciones más vanguardistas. Dentro del campo de la investigación biotecnológica, las llamadas proteínas monocelulares SCP (Single Cells Proteins) son levaduras que se obtienen a través de la fermentación de sustratos ricos en hidratos complejos, como celulosa, que pueden utilizarse como fuente alimenticia de este nutriente.

En la actualidad, se estima que alrededor de 1.000 millones de personas pasan hambre, una cifra que continúa en aumento. No solo se trata de alimentarse, sino de hacerlo de forma adecuada, con una dieta variada y saludable que cubra las necesidades nutricionales y de una manera sostenible y respetuosa con el planeta. Quizá algún día estén disponibles en los laboratorios los alimentos artificiales, fruto de la síntesis de sus nutrientes, como proteínas, grasas e hidratos de carbono, vitaminas, aminoácidos o sustancias aromáticas, que combinados de manera adecuada, den como resultado alimentos comunes.

De momento, los expertos sostienen que para poder crear un sistema de alimentación global sostenible en el siglo XXI se tendrán que gestionar cuestiones clave como la biodiversidad, los recursos energéticos, el agua o las migraciones poblacionales del campo a la ciudad. El reto será crear una nueva alimentación que sea capaz de sustentar a más gente de manera más equitativa.

LA COMIDA MÁS BARATA DEL MUNDO

Científicos de la Real Sociedad de Química del Reino Unido (RSC) han catalogado un sándwich que cuesta alrededor de 11 centavos de dólar (poco más de 8 céntimos de euro) como la comida más barata. Es una rebanada de pan tostado, entre dos pedazos de pan con mantequilla, sal y pimienta. Aunque también tiene la variante de una rebanada de pan sin tostar entre dos tostadas. Según los miembros del RSC que lo han probado, es muy agradable al paladar y proporciona sensación de saciedad, a la vez que se ahorra dinero y calorías. De acuerdo con los datos proporcionados por la RSC, este bocadillo tiene 330 calorías, 9,5 g. de proteínas, 12 g. de grasas, 55 g. de hidratos de carbono y vitaminas A, B1, B3, y D. Todo ello, por poco más de la décima parte de un dólar.

Para reducir aún más las calorías, se puede optar por margarina en vez de mantequilla; y al contrario, por un poco más de dinero, puede completarse si se agrega huevo, sardinas o verduras. Sin embargo, el “invento” no es ninguna novedad y está vinculado a la cultura gastronómica británica. Se nombra incluso en un libro sobre gestión del hogar que data de hace 150 años y, en plena crisis, la receta está de plena actualidad. Los científicos estaban tan seguros de sus virtudes nutricionales al mejor precio, que incluso ofrecieron un incentivo económico para quien pudiera conocer una elaboración más barata.

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