Dormir bajo un manto de estrellas no siempre es algo idílico. Cuando se hace por necesidad puede, incluso, convertirse en un mal sueño. Soledad, frío, desnutrición, enfermedades… Es la rutina de buena parte de las personas sin hogar. Los centros de acogida y albergues se esfuerzan durante todo el año por paliar esta situación, pero es en estas fechas cuando más se reconoce su labor. Gracias a ellos, en días de reuniones familiares, carecer de un techo no significa renunciar a los encuentros.
Imagen: Aschwin Prein
Cada 24 y 31 de diciembre, Arrels Fundació organiza una cena muy especial. El menú no es de cinco tenedores ni los invitados son personalidades. Al contrario: «es una cena de clásicos, con la gente habitual». La labor del «hogar» que gestiona la Fundación es la misma durante todo el año. Atiende a personas que carecen de un techo. Sin embargo, estos días adquiere otro matiz. «El frío es una oportunidad para acercarnos y dar a conocer nuestro trabajo, pero las actividades se desarrollan a lo largo de doce meses», apunta desde la entidad Ramón Noró.
En el albergue hay sillas para más de un centenar de personas, aunque a lo largo de 2008 se ha atendido a un millar. Prácticamente, se conocen por nombre y apellido. Son una gran familia que, como tal, celebran estas fiestas. El personal del centro realiza una intervención global para ayudar a salir de la exclusión social a la que arrastra la vida en la calle. Los usuarios, por su parte, agradecen este trabajo, que les permite contar con un lugar donde dormir y un plato de comida caliente. Con esta filosofía, el centro se plantea como un espacio de relación y encuentro.
Durante todo el año, se ofrecen diversos servicios para cubrir necesidades básicas. Hay cuartos de ducha, se reparte ropa y, quienes lo necesitan, reciben medicación. La confianza es la clave. Se acoge sin sospechas. «Nuestro trabajo no está basado en la desconfianza. Aceptamos a la persona tal y como es», subraya la Fundación. La vinculación con Arrels es «voluntaria y fruto del afecto».
Intervención en la calle
El contacto con las personas sin hogar ha de ser pausado. Hay que acercarse a ellas poco a poco. «Un día les preguntas cómo están, otro día les invitas a un café, otro les animas a pasar la noche en un centro de acogida…», explica Ramón Noró. Los equipos de calle se encargan de esta tarea. Patrullan cada barrio en pareja o en grupo, distribuidos por zonas. Las visitas se realizan, en general, de día. «La estrategia es ganarse su confianza para que cuando necesiten algo, lo pidan», indica Noró.
«La estrategia es ganarse su confianza para que cuando necesiten algo, lo pidan»
El personal de calle recibe formación precisa para resolver las diferentes situaciones que se le planteen. Se le prepara para afrontar conflictos, mantener la calma y no derrumbarse. El dolor que puedan sentir en determinados momentos los voluntarios no se corresponde necesariamente con los sentimientos de las personas sin hogar. «La angustia del personal no es la de los indigentes», recalca Noró.
El éxito de esta intervención de calle se materializa en una relación que continúa en el tiempo. La máxima de Arrels es atender en el presente para lograr hacerlo también en el futuro, un propósito compartido por otras muchas entidades. «Necesitamos personas», reconoce Cáritas Madrid. Sobre todo, se apela a personal voluntario «con ganas de aceptar responsabilidades» y capacidad de trabajo en equipo, ya sea para colaborar unas horas o de manera continua.
En invierno, las ciudades se preparan para dar cobijo. Ponen en marcha las denominadas “campañas contra el frío” para combatir el sinhogarismo. El Ayuntamiento de Madrid, que cuenta con uno de los mayores dispositivos, comenzó esta iniciativa el pasado 25 de noviembre con más de 1.600 plazas repartidas por toda la ciudad. Los albergues y centros de acogida intensifican su actividad durante los meses más fríos, de noviembre a marzo.
Los albergues intensifican su actividad durante los meses más fríos, de noviembre a marzo
Cada año se intenta aumentar el número de plazas para cubrir las necesidades de la mayor cantidad de personas posible. Además, se aprovecha para acercarse a los “sin techo”, tenderles una mano que continúe apretada el resto del año. Algunos albergues se habilitan justo para cubrir este periodo, pero desde ellos se deriva a las personas a otros servicios que funcionan durante el resto del año.
Los centros están en manos de personal voluntario y profesionales que priorizan la atención a quienes se encuentran en peor situación. “Son los que se hacen más visibles en las calles de nuestra ciudad: personas sucias y mal vestidas que arrastran bolsas y cartones y que muchas veces hablan solas o están en la embriaguez”, señala Arrels. No obstante, la entidad recuerda que todo el mundo puede verse implicado en una situación similar, aunque a menudo se vea como “una circunstancia externa que nunca nos afectará”.