Constituyen aproximadamente la mitad de la población refugiada. Sin embargo, las mujeres y las niñas requieren una protección especial. Dentro de la vulnerabilidad que rodea a las personas desarraigadas, ellas viven en una situación todavía mayor de debilidad, “incluso una vez que han alcanzado un lugar aparentemente seguro”, subraya la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR). Algunas mujeres son perseguidas por negarse a acatar normas o costumbres, otras son objeto de matrimonio forzoso o precoz y en conflictos armados aumenta el riesgo de violencia sexual.
Imagen: ACNUR
Las mujeres refugiadas son una figura clave. La seguridad física, el bienestar y la supervivencia de sus familias recaen a menudo en ellas. Parten hacia el exilio con sus hijos o realizan tareas cruciales en los campos de refugiados para lograr la supervivencia de todos los miembros. Por ello, en los últimos años, el ACNUR ha desarrollado programas especiales destinados a garantizar, «en igualdad de condiciones, el acceso de las mujeres a la protección legal y a la ayuda humanitaria de emergencia mientras intentan reconstruir sus vidas».
Cuidan a los niños, participan en proyectos de autosubsistencia, y se encargan de la supervivencia de sus familias
En los campamentos juegan un papel esencial. Cuidan a los niños y participan en proyectos de autosubsistencia. De hecho, es en estos lugares donde se deben tomar las principales precauciones para garantizar su bienestar. El ACNUR trabaja porque el nuevo emplazamiento esté atendido por personal femenino, en un lugar seguro para las mujeres, con patrullas de seguridad si fuera necesario y buena iluminación.
Por otro lado, la «Guía para la protección de las mujeres refugiadas», editada por el ACNUR, recomienda que el reparto de alimentos y otros artículos se realice en igualdad de condiciones para evitar la malnutrición, causa principal de mortalidad y que aumenta el riesgo de padecer enfermedades. «En algunas poblaciones de refugiados se da de comer primero a los hombres. Si los alimentos escasean puede ocurrir que las mujeres y los niños no coman lo suficiente y sean los primeros en sufrir las consecuencias», reconoce el ACNUR. Otras veces, los alimentos son vendidos en el mercado negro o entregados a las mujeres «a cambio de favores sexuales».
Participación femenina
La participación de las mujeres en la planificación de las actividades de protección y asistencia es indispensable. Aunque existen instrumentos de carácter internacional, son importantes otros programas que atiendan las necesidades específicas de este grupo. Ésta es la razón por la que se debería contar con su opinión en el desarrollo de los mismos.
Conseguir ingresos es una de las prioridades. Las mujeres requieren fuentes de financiación para sostener a sus familias. Los microcréditos para la puesta en marcha de actividades agrícolas, comerciales o del sector servicios son fundamentales. Favorecen la integración de las mujeres en sus comunidades, impulsan su independencia y ayudan, en consecuencia, a mejorar su autoestima.
Las iniciativas respaldadas por el ACNUR en los últimos años se han orientado en esta línea, aunque el derecho internacional humanitario (DIH) aboga por proteger, sobre todo, «las necesidades específicas que tienen en materia de salud, higiene, necesidades fisiológicas o vinculadas a su papel de madres», recuerda el Comité Internacional de Cruz Roja. La vulnerabilidad, en este caso, no se relaciona con una cuestión de género, sino con aspectos concretos que afectan a las mujeres embarazadas o con hijos pequeños.
Para mejorar la protección de las mujeres refugiadas, el ACNUR reconoció en 2001 una serie de compromisos. En primer lugar, esta lista de buenas intenciones apuesta por desarrollar estrategias que eviten la violencia contra las mujeres. Además, defiende que sean inscritas de manera individual y reciban toda la documentación pertinente para garantizar su seguridad personal, libertad de circulación y acceso a los servicios de primera necesidad.
En cuanto a la representación, el ACNUR se compromete a que el 50% de todos los miembros que conformen los comités de coordinación u otros órganos sean mujeres, apoya la participación “directa e indirecta” de las mujeres refugiadas en los procesos de distribución de alimentos y artículos no comestibles, y considera que la entrega de artículos sanitarios para todas las mujeres y las jóvenes debe ser una práctica estandarizada en los programas de asistencia.