Las consecuencias del terremoto que sacudió Haití el pasado 12 de enero han despertado los sentimientos solidarios de miles de personas en todo el mundo. Jóvenes y mayores se han prestado a colaborar como voluntarios en las tareas más urgentes. Sin embargo, a pesar de la buena voluntad de los ciudadanos, muy valorada por las ONG, éstas advierten de que ser voluntario no es una decisión que se deba tomar con urgencia. Hay que reflexionar, meditar sobre el ámbito en el que se puede prestar ayuda y estar seguros de que será un compromiso a largo plazo.
Decidir ser voluntario debe responder a algo más que un impulso. Algunas ONG se han visto desbordadas por la avalancha de peticiones de colaboración tras el terremoto en Haití. Las dramáticas imágenes que se han difundido en todo el mundo han sido un impulso a las ganas de ayudar de miles de ciudadanos. Pero esa ayuda se debe canalizar de la mejor manera posible para obtener los resultados esperados.
La Plataforma del Voluntariado de España recuerda que los voluntarios son personas «sensibilizadas por la situación social de los colectivos desfavorecidos, excluidos o marginados». Se mueven por sentimientos «altruistas y solidarios» y colaboran con una organización, a la que dedican parte de su tiempo «en beneficio de una acción enmarcada en proyectos concretos». No es algo temporal.
Para asegurar que se toma una decisión acertada, esta entidad recomienda seguir cinco pasos:
Reflexionar sobre las razones para hacer voluntariado. Aconseja asistir a charlas que organizan las diversas ONG y aprovechar para hablar con otras personas voluntarias.
Descubrir cuáles son las necesidades y las desigualdades injustas alrededor. No es necesario colaborar con organizaciones que realizan proyectos internacionales. En la propia ciudad o en el barrio puede haber personas con carencias que requieran ayuda.
Definir la participación. Hay que analizar el tiempo del que se dispone, el lugar de residencia o la capacidad de traslado. «Así se forma una idea previa sobre nuestras posibilidades reales como voluntario», señala la Plataforma. Se deben establecer las prioridades, preferencias y, sobre todo, las capacidades, ya que se adquiere un compromiso «en términos de tiempo y de energía».
Buscar con qué ONG colaborar. Es el paso más importante. Conviene acudir a las oficinas de las organizaciones en las que se puede ser voluntario para recopilar información sobre su trabajo, su normativa y las condiciones de voluntariado. Aunque los voluntarios no cobran por su trabajo, no es aceptable que ocupen un puesto que requiere ciertas exigencias y, en consecuencia, que debería ocupar una persona asalariada. Es preferible transmitir a la ONG las capacidades propias para que sus responsables decidan cuál es la actividad más adecuada para colaborar.
Comenzar a ayudar. Antes de ser voluntario, hay que superar una entrevista con un miembro de la organización y responder a una serie de cuestiones sobre la experiencia, los conocimientos, las capacidades, la motivación, el grado de dedicación y la estabilidad emocional.
Tragedias olvidadas
Por las dimensiones de lo ocurrido, Haití ha centrado tanta atención, que otras tragedias han pasado casi desapercibidas. Hace algunas semanas, Prosalus reclamó atención para Cuzco (Perú), donde las inundaciones dejaron «pérdidas humanas, miles de damnificados, casas destruidas y cosechas asoladas». A finales de enero, se declaró el estado de emergencia para los siguientes 60 días. Falta agua potable, se han cortado puentes y carreteras, las casas de adobe se han desplomado y «numerosos riachuelos se han desbordado», narra Prosalus.
Cuando la tragedia acapara poca o ninguna atención de los medios de comunicación, las buenas intenciones se diluyen
Esta organización asegura que las inundaciones supondrán para los próximos meses «hambre en amplios sectores de la población, debido a la pérdida de cultivos, infraestructuras y vías de comunicación». Por ello, solicita ayuda para facilitar ropa, alimentos secos, medicamentos, semillas, animales menores y herramientas.
Experiencias anteriores confirman que las ganas de ayudar son pasajeras. En general, cuando la tragedia acapara poca atención de los medios de comunicación o deja de aparecer en estos, las buenas intenciones se diluyen casi a la vez. El antecedente más parecido que se recuerda es el tsunami de 2004, pero hoy en día son pocos quienes todavía se prestan para paliar las consecuencias, a pesar de que la situación no se ha normalizado.
Determinadas actividades no están consideradas como voluntariado. La Plataforma del Voluntariado anima, por ello, a revisar siempre las motivaciones antes de tomar una decisión. Cuando se piensa en colaborar con un proyecto en otro país porque supone una oportunidad para practicar un idioma extranjero, recuerda que si ésa es la razón prioritaria, conviene optar por viajar al extranjero o apuntarse a un centro de idiomas. La prioridad debe ser siempre “intentar cambiar una situación injusta”.
Para estos casos, se proponen como alternativa los proyectos de turismo solidario o comunitario, donde se aprovecha el periodo de vacaciones para ayudar en un programa de cooperación durante ese tiempo. Todos los gastos corren por cuenta de la persona interesada, que decide además la fecha en la que prestará su ayuda.
Respecto a los menores, se acepta su colaboración con la familia o de manera individual, siempre que entreguen un consentimiento firmado por sus progenitores o tutores. La Ley establece que las personas voluntarias deben ser mayores de 18 años.
Quienes deseen trabajar a tiempo completo, de manera remunerada y especializada, deben saber que en ese caso serán cooperantes, no voluntarios. De igual forma, algunas ONG admiten a universitarios que trabajan en prácticas o con becas -tampoco son voluntarios- y que pueden convalidar determinadas asignaturas, siempre que su facultad lo admita.