“Siempre he agradecido a mi madre que me enseñara a comer de todo y me insistiera en la importancia que tiene una buena alimentación”. La declaración de hijo orgulloso representa una cara de la moneda, la positiva. La otra la tenemos en una escena que se produce cada día en el comedor de empresa o en la cena con amigos: alguien deja distraídamente en el plato la mitad de la comida, explicando -lacónicamente y sólo si le preguntan- “nunca me gustaron las verduras”, o “yo, es que soy más de carne: el pescado ni fu ni fa”. Son las dos caras de la moneda de una realidad, los hábitos alimentarios, que los especialistas relacionan cada vez más con la salud de la gente, en particular con la obesidad y las enfermedades cardiovasculares. Y, también, de un estado de la situación cuyo origen hay que buscar en lo que se aprende desde la infancia.
Niños que comen mal
En la mesa familiar, si ponemos el foco en los niños, en su comportamiento ante la comida que se les sirve, vemos que desaparecen la carne y las patatas fritas del plato pero dejan casi toda la verdura; que se relamen de gusto con la pasta con tomate y queso pero miran de reojo las lentejas y jamás terminan el pescado si no carece absolutamente de espinas y no sabe muy fuerte; adoran los fritos, los dulces, los lácteos y la bollería, pero no hay quien les haga comer a menudo ensaladas o fruta.
Podría decirse que cada niño es un mundo, y sería cosa cierta, pero tanto nutricionistas como educadores, profesionales del sector de la restauración colectiva y padres saben que esta situación se repite cada día en muchas familias y comedores escolares: los niños comen mal, y seguro que hay disculpas y razones que lo explican pero el hecho tiene unas repercusiones muy perjudiciales en su salud.
Casi uno de cada seis menores españoles de entre 6 y 12 años padece obesidad, y a una cuarta parte de quienes no han cumplido 24 años la balanza les advierte de que pesan más de lo adecuado. ¿La razón? El excesivo consumo de alimentos ricos en grasas y de dulces, y la tradicional reticencia de los niños a ingerir fruta, pescado y hortalizas. Las nuevas costumbres de niños y jóvenes, más sedentarias que las de generaciones anteriores, y la escasa actividad física completan este explosivo cóctel que hipoteca la salud de muchos niños y jóvenes.
Qué hacer
Para los niños el día tiene pocos momentos gratificantes (hay que levantarse de buena mañana, asearse, estudiar y atender en clase, moverse de aquí para allá…) y el de la comida es uno de ellos. Como a los adultos, les gusta disfrutar cuando se alimentan. De hecho, no piensan en nutrirse, sino en comer lo que más les gusta. ¿Qué hacer para que aprendan a comer bien, y para que disfruten comiendo lo que, de entrada, no les gusta o incluso detestan?
La recompensa es un método poco aconsejable. Ofrecerles como premio algo que les atrae mucho, como el postre o “chuches”, si se comen lo que no les agrada no es buen método. Especialistas en nutrición infantil de las universidades de Surrey y Gales, ambas en Reino Unido, acaban de publicar una investigación en la que concluyen que “este sistema de recompensa en forma de alimentos puede incrementar aún más las preferencias de los niños por el postre o los dulces, pues el emparejamiento de dos comidas se traduce en que la comida de recompensa se considere más positiva que la de acceso”.
Otros especialistas aseguran que en ciertas circunstancias los premios pueden aumentar la disponibilidad para modelar la conducta alimentaria, pero sugieren ofrecer recompensas no alimentarias, como el reconocimiento (“estoy muy orgulloso de ti”, “estás aprendiendo mucho”) o pequeños objetos, como pegatinas o un lápiz de colores cuando consiguen éxitos, en otras palabras, cuando comen lo que preferirían no comer.
El equipo de nutricionistas de CONSUMER EROSKI considera que insistir tanto en casa como en el centro escolar sobre la importancia de adquirir hábitos alimentarios saludables, y compaginar esta formación con el ofrecimiento cotidiano de menús equilibrados y bien planteados que acaben agradando a los pequeños es la mejor manera de que aprendan a comer de todo.
Alimentos conflictivos
Los más pequeños se muestran reacios, en general, a consumir fruta, excepto el plátano, fácil de pelar y de agradable sabor dulce. Pero la clave para iniciarse en una dieta sana y variada está en que prueben otras frutas, ya que ciertas vitaminas y minerales abundan en unos tipos de fruta mientras escasean en otros. El plátano contiene mucho potasio, pero apenas vitamina C. Los niños han de comenzar el día tomando frutas: un zumo en el desayuno, o rebanadas de plátano, fresas. Si se niegan, podemos proponerles que participen en la compra y en la preparación de sorbetes, macedonias, batidos de fruta y yogur, gelatina con frutas… Al sentirse protagonistas del plato, es más probable que se lo coman. En el colegio, una buena idea es consensuar los almuerzos entre padres y profesores y dar preferencia a las frutas en el comedor. Por ejemplo, el lunes mandarinas, el martes manzana, etcétera.
En la guía de CONSUMER EROSKI “Cómo prevenir la obesidad infantil” se enumeran una serie de consejos para lograr que los niños coman frutas y verduras:
- Siempre a mano. Las frutas con piel dura -plátano, naranja, mandarina- o más duraderas -manzana- se pueden llevar a cualquier lugar: en la mochila, en la guantera del coche…
- A la vista. En casa, coloque las piezas de frutas, dispuestas de un modo atractivo, jugando con los colores y las formas, en un cuenco sobre el mostrador de la cocina, en la mesa del comedor o a la vista en el frigorífico. Si los más pequeños las ven y, sobre todo, comprueban que los padres comen fruta a menudo, es muy probable que ellos también se animen.
- Cocinadas. Añada frutas y verduras en pequeños trozos o en puré a las recetas: lomo con puré de manzana, pollo con piña, pez espada a la naranja, flan de espinacas y gambas, espaguetis con champiñones.
- Una presentación muy cuidada y atractiva. Pruebe con presentaciones llamativas: brochetas de frutas, en forma de cuadraditos, zumos con pajitas de colores…
Verduras
La mayoría de los niños no comen las dos raciones de vegetales diarias necesarias y se les hace aún más cuesta arriba comer ensalada a diario.
- Verduras todo el año. Recurra a verduras congeladas o en conserva cuando sea difícil conseguirlas de temporada. Deben consumirse a diario.
- Nutritivos espesantes. Use puré de verduras para espesar sopas y añadir sabor.
- De postre. Prepare postres dulces con hortalizas (tarta de zanahoria, bocaditos dulces de calabaza) y con frutas (bizcocho relleno de frutas, pastel de manzana, yogur con culis de kiwi, fresas).
- Recetas originales. Presente los platos de forma curiosa y original para llamar la atención de los niños. Los sándwiches vegetales cortados en círculo; las cremas en tazones o platos vistosos; los flanes o pudines de verduras, en brocheta combinado con trozos de carne o pescado; pizzas caseras con vegetales; lasañas y canelones de verduras; tortillas con verduras (setas, champiñones, calabacín, pimientos, ajetes, espinacas).
Pescado
Una vez que los niños han cumplido un año, pueden comenzar a comer el pescado desmenuzado o en trocitos, ajustando la cantidad a sus necesidades.
- Sin espinas. Escoja pescados que vienen limpios, como los congelados (merluza, halibut, lenguado, emperador, colas de rape), o pida en la pescadería que se los preparen en filetes sin espinas. De todos modos, intente que coman pescados con espinas, que se acostumbren, y que vean el acto de separar las espinas casi como un juego; si rechazan de entrada los pescados con espinas, se negarán la posibilidad de disfrutar de especies sabrosas, económicas y saludables.
- Recetas originales. Algunos niños se aburren de comer pescado porque siempre se les ofrece el mismo o preparado de idéntica manera. Haga un listado de recetas originales y apetitosas: empanadillas, croquetas, buñuelos, albóndigas, pizzas, flanes de pescado, lasaña o canelones, en tortilla, con salsas diversas, con patatas, con verduras, frito, a la plancha, al horno, a la parrilla, relleno…, e incluso, en bocadillo (de atún, sardinas, anchoas, salmón ahumado…). En nuestras páginas encontrará cientos de recetas originales y saludables a base de pescado.
- Disimular el sabor. El sabor pronunciado de ciertos pescados genera rechazo en algunos pequeños. Si se maceran con limón, aceite y hierbas aromáticas o se acompañan de salsa, se disimula el sabor y puede resultarles más apetecible.
- ¿Fresco, congelado o en conserva? El pescado congelado mantiene todas las propiedades nutritivas del fresco y es muy práctico, al tenerlo siempre disponible en el frigorífico. Y las conservas de atún, bonito o sardinas y las semiconservas de anchoa son una perfecta opción para iniciar a los niños en el gusto por los pescados.
Legumbres
El papel esencial que juegan las legumbres en el crecimiento y desarrollo de los niños obliga a incorporar en los menús infantiles platos tradicionales como los cocidos de lentejas, garbanzos o alubias. Han de aprender a comerlos a menudo, no todo puede ser pasta y arroces. También podemos ofrecer recetas modernas y atractivas con legumbres, que sorprenderán a los más pequeños.
- Plato combinado. Legumbres, cereales y frutos secos concentran en sí mismos todos los elementos nutritivos para convertir el menú infantil en equilibrado. Esta combinación es común en platos casi olvidados, como lentejas con arroz, garbanzos con piñones o pan rallado, o el cocido de sopa y garbanzos. Precedido este plato de una ensalada, aligeramos los menús infantiles de proteína animal, de grasas saturadas y de colesterol.
- Frías o calientes. En invierno, el aroma de un plato humeante de lentejas invita a probarlo. En verano, descubrir el sabor de garbanzos, lentejas o las judías frías en ensalada sorprenderá a pequeños y mayores, acostumbrados a comerlos calientes.
- De mil formas. Las legumbres tostadas -garbanzos y habas- se venden como aperitivo. También se pueden tomar en forma de paté como el hummus (crema de garbanzo con semillas de sésamo, deliciosa para untar el pan); revueltas con huevo como unos guisantes o unas habas tiernas salteadas con jamón; en forma de falafels o croquetas de legumbres o en puré.