La obesidad infantil es un problema de salud cada vez más importante. Prevenirla es crucial entre los 6 y 8 años, puesto que en esta franja de edad las células grasas del organismo se multiplican y, después, ya no se eliminan. La Asociación para la Calidad de Vida y la Promoción de la Salud, que preside Helena Sánchez, ha impulsado el programa “Come Bien y Vive Mejor”, dirigido a escolares de corta edad y a sus padres, con el fin de inculcarles los principios de una alimentación sana y hábitos saludables.
La asociación está formada por un grupo de profesionales sanitarios de atención primaria que trabajamos en el Servicio Público de Salud, en Valencia. Llevamos a cabo programas y líneas de trabajo que abarcan la promoción de la salud y hábitos saludables en diferentes ámbitos de la población.
Desde que comenzamos a funcionar hace dos años, el programa que más hemos desarrollado es “Come Bien y Vive Mejor”, dirigido a los niños. Atendemos en especial a los pequeños y adolescentes, pero también organizamos actividades para la mujer (maternidad, climaterio), el manejo de patologías durante la infancia, actividades para padres y profesores, acciones orientadas al soporte familiar y social de enfermos crónicos, programas destinados a potenciar la autonomía de personas en situación de dependencia e iniciativas para sus cuidadores, además de atención al inmigrante.
Se realiza durante el periodo lectivo, desde octubre hasta mayo, con escolares entre 8 y 10 años. Los profesionales sanitarios de la asociación (cinco médicos y una enfermera) impartimos talleres centrados en una serie de conceptos sobre alimentación saludable mediante el conocimiento de los alimentos, su composición, la conveniencia de consumo y cantidad adecuada, así como la forma de preparación y hábitos. También promovemos el ejercicio físico y otros hábitos de vida saludables, como el rechazo al consumo de tabaco.
La finalidad es conseguir que los hábitos alimentarios en la etapa escolar constituyan una garantía de alimentación correcta en la edad adulta y, por tanto, un estado de salud adecuado. Pretendemos que los niños sepan elegir los alimentos que son saludables y eludir otros que no lo son.
Este año hemos iniciado talleres con niños entre 6 y 8 años. Desde pequeños, pueden aprender estos conceptos si en casa, con la familia, se les enseña a escoger los alimentos más sanos. Necesitamos más tiempo para evaluar la aceptación del proyecto en esta franja de edad, pero observamos que los niños son muy receptivos para aprender conceptos que desconocen.
“A los niños no les debemos prohibir las golosinas, sino enseñarles que deben realizar un consumo esporádico”
Ante todo, son muy didácticos. De forma sencilla, enseñamos hábitos saludables. Siempre los imparten dos profesionales sanitarios (médico o enfermera) y se tratan temas de nutrición con la ayuda de dos mascotas: Flyp y Tip. El primero es un niño deportista que sigue una alimentación saludable y le enseña a Tip, un gusanito más grueso, cómo comer bien. Con esta historia, se promueven hábitos saludables como caminar, lavarse los dientes, practicar deporte o andar en bici. Al final del curso, Flyp consigue que Tip, caracterizado sentado en una mesa mientras come dulce, adquiera buenos hábitos alimenticios.
A los niños no les debemos prohibir las golosinas, los bollos o las hamburguesas precocinadas, sino enseñarles que deben realizar un consumo esporádico de estos. Al no ser tajantes, admitirán que les enseñemos los conceptos relativos a los hábitos saludables.
Analizamos por qué nos tenemos que alimentar para estar sanos, no caer enfermos y obtener energía para nuestras actividades diarias. En el segundo, sobre clasificación de nutrientes, les mostramos los distintos tipos de alimentos, para qué sirven y por qué necesitamos unos más que otros. En el tercero, la pirámide nutricional, jugamos con ellos con un modelo gigante y alimentos de plástico de tamaño natural, con un aspecto bastante real, para que los puedan colocar y aprendan en qué zona de la pirámide se encuentran: si en el vértice o en la base.
Por este motivo, en los talleres siguientes se expone qué son y por qué tenemos que adquirir ciertos hábitos, como la actividad física, lavarse bien las manos y los dientes, mantener unas normas de seguridad vial (llevar el cinturón abrochado o utilizar sistemas de retención infantil adecuados). También se acercan a otras comidas que desconocen, como las hamburguesas de los “burguers” o los restaurantes italianos. Junto con Flyp y Tip, recorren todo el mundo con un mapa y les mostramos cómo es la alimentación en otros países donde se consumen alimentos sanos como verduras, frutas, hortalizas y pescados que pueden probar en muchos restaurantes.
“Es difícil obtener resultados positivos con un programa de educación que no tenga en cuenta a los padres”
Es difícil obtener resultados positivos con un programa de educación que no tenga en cuenta a los padres. Si los progenitores no se muestran participativos ni se trabaja en casa, al final todo queda en el aire. Por eso, realizamos una reunión previa al inicio del programa del curso, donde les explicamos quiénes somos, qué hacemos y en qué van a consistir los talleres, de manera especial el último, dirigido a ellos, muy didáctico y que expone los conceptos nutricionales básicos que se transmiten a los niños, así como cuál son la situación y los datos de mala alimentación y obesidad infantil a escala mundial.
La tasa de incidencia de obesidad infantil en Europa oscila entre el 15% y el 16%, y España es uno de los países que se sitúa a la cabeza en índice de obesidad infantil, a pesar de la dieta mediterránea, basada en el consumo de verduras, hortalizas y aceite de oliva. La situación es preocupante y todos deberíamos concienciarnos de forma seria porque este problema de salud puede traer consigo consecuencias más graves como hipertensión arterial e hipercolesterolemia, relacionadas con enfermedades cardiovasculares, y diabetes, que luego son más difíciles de tratar.
Si, entre los 6 y los 8 años. En esta franja de edad se multiplica el número de adipocitos o células grasas, que luego son muy difíciles de perder. Si un niño tiene 10.000 adipocitos, otro con la misma edad y exceso de peso puede alcanzar hasta 20.000 adipocitos, que ya no va a perder. Incluso si gana peso debido a una alimentación inadecuada, los adipositos se harán más grandes, con lo cual aumentará el peso corporal.
La mayor parte de los casos de obesidad entre adultos se deben a una mala alimentación en la infancia y adolescencia, se rondaría el 90% o 95%, sobre todo, cuando hablamos de obesidad mórbida. Hay patologías que también pueden causar obesidad, pero en un porcentaje mucho menor que las debidas a malos hábitos alimentarios. Es habitual que un adolescente que gane peso de repente por comer más de la cuenta, recupere el peso previo al mantener una alimentación más sana y practicar actividad física.
Así es. Empezamos el año pasado como proyecto piloto y ahora evaluamos los resultados, con la ayuda de padres y profesores que han percibido el cambio de hábitos en los niños: toman más fruta al almorzar y, en consecuencia, se alimentan de forma más sana; comen de forma más variada e, incluso, cuando quieren bollería industrial, chucherías o hamburguesas, lo piden y ellos mismos saben que deben hacerlo de manera limitada y, además, utilizan términos como “alimentos menos sanos”. Esto demuestra que ponen en práctica los consejos que les hemos dado.
Les pesamos al principio y al final del taller y todavía estamos con el recuento de los resultados, pero en general detectamos que algunos niños con exceso de peso han bajado, han aumentado el tiempo dedicado a la actividad física y han mejorado sus hábitos de alimentación. También los padres intentan preparar para sus hijos meriendas y almuerzos más sanos, como un bocadillo de jamón serrano, jamón de york o pavo, en lugar de bollería industrial.
Para evitar los excesos en Navidad, hay que limitar la ingesta de dulces a días muy especiales. Tanto los adultos como los niños deben seguir una dieta sana y variada ya que “el organismo necesita 40 nutrientes distintos que no se hallan en todos los alimentos y que son necesarios para realizar sus funciones”, advierte Helena Sánchez.
Tras una comilona, es un error saltarse la cena para compensar, puesto que el organismo necesita reponer diversas sustancias fundamentales y, de esta forma, “se puede conseguir el efecto contrario, que es levantarse a picotear”. Se debe optar por una cena ligera y fácil de digerir, con verduras y hortalizas. Los segundos platos deben tener poca grasa, como las carnes magras, de ave, sin piel y los pescados cocinados con una técnica culinaria de escaso aporte calórico -al horno, a la plancha o al vapor-.
Los alimentos más ligeros favorecen una buena digestión, mientras que los rebozados, enharinados y fritos tienen un mayor aporte calórico e implican digestiones más pesadas. Es aconsejable una sobremesa de, al menos, 20 minutos y, a continuación si se desea, una siesta que no supere los 25 minutos. Se desaconseja la actividad física justo después de la comida, sobre todo si ha sido copiosa, ya que puede aumentar el ritmo cardiaco y la presión arterial. Sí es recomendable caminar unos 30 minutos, al menos tres veces por semana.