Nuevos estudios, con resultados clínicos contundentes, avalan por qué deben crearse más unidades de ictus en los hospitales. El resumen es gráfico: mueren menos pacientes, los supervivientes tienen menos discapacidad y son menos dependientes. Además de estos grandes resultados, su estancia en el hospital se acorta. Asimismo, uno de los últimos hallazgos es que los hospitalizados en estas unidades tienen menos deterioro neurológico precoz, una de las complicaciones más importantes de los ictus. ¿Quién da más?
Unidades de ictus
La demanda de unidades de ictus en los hospitales públicos españoles es una constante desde hace unos diez años. La Sociedad Española de Neurología (SEN) defiende que se creen más e insiste en esta necesidad cada vez que se celebra el Día del Ictus. ¿Por qué? ¿Qué aportan respecto a las unidades de hospitalización convencional? Pocos años atrás, las únicas unidades que había para atender a los pacientes que habían sufrido un ictus o accidente vascular cerebral (AVC) eran las convencionales, donde éstos recibían una atención médica y de enfermería estándar y donde se ingresaba a todo tipo de pacientes neurológicos, no sólo los que habían sufrido un ictus, que puede ser de muchos tipos, sino, por ejemplo, los que tenían Parkinson o cualquier otra enfermedad neurológica.
Las unidades de ictus, es decir, de infartos y derrames cerebrales, entre otros accidentes cerebrovasculares, es un área o servicio de hospitalización exclusivo para este tipo de pacientes. Éstos ingresan en estas unidades en la fase aguda -cuando acaba de producirse- y permanecen en ella entre 48 y 72 horas, durante las cuales están controlados por personal de enfermería y médicos especializados en estos episodios neurológicos.
Los pacientes ingresados en estas unidades reciben atención especializada de forma permanente y meticulosa
Durante estos dos o tres días los pacientes están monitorizados permanentemente, es decir, conectados a monitores que evalúan la función cardiaca, respiratoria y temperatura, y una enfermera especializada valora de forma periódica su estado neurológico (nivel de conciencia, capacidad de lenguaje y fuerza de las extremidades) y general. Son unidades de monitorización del ictus agudo y funcionan como si fueran una unidad de pacientes semicríticos, según información de Jaume Roquer, jefe del Servicio de Neurología del Hospital del Mar, de Barcelona.
La suma de este meticuloso control de los pacientes, de la presencia de un equipo multidisciplinar especializado en la atención al AVC y de otros factores que hacen de estas unidades lo que son, logran sus buenos resultados: que éstos sean superiores a los de las unidades convencionales de hospitalización para todos los pacientes neurológicos.
Resultados, el mejor aval
Los resultados de las unidades de ictus son su mejor aval. Un estudio del Hospital del Mar, dirigido por Jaume Roquer y publicado en “Journal of Neurology”, aporta más claves sobre este tema. La investigación se llevó a cabo en los primeros 215 pacientes que ingresaron entre mayo de 2005 y abril de 2006 en la Unidad de ictus del centro, una de las primeras que se abrió en Cataluña, y en 433 pacientes que habían sido atendidos anteriormente -entre mayo de 2003 y abril de 2005- en la unidad convencional.
Estos pacientes tenían un ictus isquémico, el tipo más común, que sucede cuando hay una alteración en la llegada de sangre a diferentes zonas del cerebro. Esto provoca que las células cerebrales del área afectada mueran por carencia de irrigación sanguínea, es decir, por carencia de oxígeno (que se denomina isquemia). Esta alteración puede deberse al estrechamiento o bloqueo de las arterias que llegan al cerebro, proceso que se conoce como arterioesclerosis o ateromatosis; también se puede producir por el taponamiento de las arterias, debido a la formación de un coágulo que impide el paso de la sangre (trombosis cerebral); y, cuando ese coágulo proviene del corazón, se denomina embolia cerebral.
Tras seguir la evolución de estos pacientes se ha visto que, a los 90 días de seguimiento, la mortalidad fue del 10,2% en la unidad de ictus, frente al 17,3% en los ingresados en la unidad convencional; el grado de discapacidad o de mortalidad a los 90 días tras el alta hospitalaria fue del 28,4% entre los de la unidad especializada y del 40,2% en los de la sala convencional; la estancia hospitalaria de 9,1 días y 13,1 días, respectivamente; y las complicaciones fueron del 33% en los casos atendidos en la unidad de ictus, frente al 40,9% en los tratados en la unidad convencional.
Disminuir el deterioro neurológico precoz
Además de todos los parámetros que ha analizado el estudio del Hospital del Mar, la principal peculiaridad de este trabajo es que ha analizado los resultados respecto al deterioro neurológico precoz. Se trata de una complicación muy común, que padecen entre un 20% y un 30% de las personas que sufren un ictus y que no tiene tratamiento. Tras ingresar en un hospital, ya sea su estado mejor o peor, los pacientes que presentan este deterioro, con bastante seguridad, van a padecer una recurrencia -otro episodio- y a empeorar.
Este deterioro cognitivo precoz es un “predictor” fiable -o marcador- de una mala evolución de un paciente con ictus, según Jaume Roquer, jefe del Servicio de Neurología del hospital barcelonés. Sobre esta complicación, el estudio del Hospital del Mar ha analizado en qué medida estas unidades especializadas contribuyen a modificar esa mala evolución. El deterioro precoz aparece en el 29,6% de los pacientes de toda la muestra. El resultado se atenúa cuando los pacientes ingresan en las unidades especializadas.
Los datos aseguran que en las unidades de ictus se reduce un 50% los casos de deterioro neurológico precoz
Así, en la unidad de hospitalización convencional se detectó que un 23,8% de los pacientes sufrían deterioro neurológico precoz, mientras que en la unidad de ictus, este deterioro neurológico sólo afectó al 11,2%. Esto significa que, en ese caso, la unidad de ictus redujo a la mitad, en torno al 50%, los casos de deterioro neurológico precoz, bien porque aparecieron menos, al ingresar los pacientes en esta unidad o bien porque, una vez en ella, se pudo detectar con mayor rapidez y aplicar un tratamiento más efectivo.
Resultados contundentes
Este estudio aporta un hallazgo más a los numerosos resultados que avalan la apertura de estas unidades específicas. La investigación reciente más significativa por su magnitud es un estudio observacional firmado por Livia Candelise y otros autores, publicado en la revista “The Lancet”, ya que se efectuó en una amplísima muestra de pacientes recabada de 260 hospitales italianos.
En total, el estudio italiano siguió a 11.572 pacientes con un accidente vascular cerebral (AVC) agudo hospitalizados en una unidad de este tipo durante 48 horas tras el inicio de los síntomas, y a otros 6.636 pacientes que ingresaron en una unidad convencional. La mortalidad fue de 1.576 pacientes en el hospital, 2.169 fuera de éste -durante el periodo de seguimiento- mientras que a otros 347 pacientes se les perdió la pista. Sobre estos resultados, los autores del trabajo destacaron que “comparado con una convencional, las unidades de ictus se asociaron con una probabilidad reducida de mortalidad o de discapacidad al finalizar el seguimiento”.
El macroestudio italiano de “The Lancet” no es un hecho aislado. Otro gran trabajo, que ha llegado a una conclusión similar, es una revisión sistemática de estudios observacionales publicada por un grupo de investigadores coordinados por Pamela Seenan en “Stroke”, también en 2007. El objetivo de éste fue comprobar si los supuestos beneficios de las unidades de ictus respecto a las convencionales -mayor probabilidad de supervivencia, de regresar antes al domicilio y de recuperar la independencia- se respondían con lo que sucede en la realidad. Y la conclusión principal no daba lugar a dudas, los beneficios eran los esperados.