El estudio “Discapacidad en el ámbito de la exclusión social” aborda una realidad oculta: la de las personas sin hogar con discapacidad. Elaborado por RAIS Fundación para Fundación ONCE, revela que al menos un 23% de las personas sin hogar tiene discapacidad, “cinco veces más que la población en general en edad similar”. Pero lo que es peor, la mitad carece de reconocimiento oficial y esta circunstancia dificulta que accedan a prestaciones sociales y a empleo protegido. Miguel Pérez-Lozao, coordinador del estudio y director de calidad y proyectos de RAIS Fundación, analiza en esta entrevista los resultados principales de la investigación. Explica que las personas sin hogar son en su mayoría hombres de nacionalidad española que, cuando padecen una discapacidad, esta es sobre todo de tipo físico, mental o intelectual y, en menor medida, sensorial. Desmonta estereotipos, como el que identifica a las personas sin hogar con la mendicidad, y reconoce que, “aunque el estudio solo aporta algún apunte, se aprecia que la vida en la calle contribuye de forma evidente a padecer una discapacidad”.
En sentido estricto, por la metodología empleada, no podríamos extrapolar los datos. Sin embargo, por lo que conocemos de los perfiles de personas sin hogar y el funcionamiento de los sistemas de protección, creo que las conclusiones pueden servir como referencia para cualquier otra comunidad. Por la experiencia de RAIS Fundación en varias comunidades autónomas, como la Comunidad de Madrid, Andalucía, País Vasco, Murcia y Valencia, sabemos que hay diferencias, pero no tienen tal dimensión que pudieran hacernos pensar en resultados diferentes si repitiésemos en otros territorios una investigación similar.
“Las personas sin hogar son en su mayoría hombres, de nacionalidad española, con estudios primarios y mayores de 45 años”
Podemos establecer el perfil mayoritario de las personas sin hogar que hemos encontrado, pero sería muy osado por nuestra parte hablar de perfil tipo. Hay tantas historias detrás de las personas y tan diferentes… Las personas sin hogar son en su mayoría hombres, de nacionalidad española, con estudios primarios y mayores de 45 años. La discapacidad más frecuente es de tipo físico, aunque en un porcentaje importante, casi el 50%, padece discapacidad mental o intelectual, siendo minoritaria la discapacidad sensorial. El origen proviene de una enfermedad no laboral o de circunstancias relacionadas con la vida en la calle.
Es una mezcla de ambos. En el estudio se pone de manifiesto que la mitad de las personas sin hogar que tienen discapacidad carece del reconocimiento oficial. Para su obtención, hay que realizar una serie de trámites administrativos y sanitarios que duran, como mínimo, varios meses. Eso exige disponer de agenda, memoria y paciencia, pero también de documentos básicos como el DNI o la tarjeta sanitaria. En muchas ocasiones, las personas sin hogar no tienen ni agenda, ni memoria, ni documentos básicos.
Pero además, profesionales a quienes se ha consultado para el estudio consideran que las personas sin hogar, especialmente en el caso de quienes podrían tener una discapacidad mental o intelectual, no quieren ser etiquetadas como tales, tienen miedo al estigma y prefieren “cerrar los ojos”, renunciando a su vez a acceder a algunas mejoras. Este mecanismo tiene mucho que ver con la propia discapacidad, y habitualmente se resuelve con el apoyo de los familiares o allegados, cuando la persona dispone de ellos. Como las personas sin hogar carecen de ese apoyo social directo que les ayude a recorrer este camino, se quedan ahí.
“Se identifica a las personas sin hogar con la mendicidad, y esta actividad es absolutamente minoritaria”
Nos llevaríamos muchas sorpresas si no nos dejásemos arrastrar por ideas preconcebidas. Por ejemplo, se identifica a las personas sin hogar con la mendicidad, pese a que esta actividad es absolutamente minoritaria; o en muchas ocasiones atendemos a personas sin hogar cuya forma de vestir no les delata en absoluto. Si además queremos identificar una discapacidad, será sencillo en algunas discapacidades físicas, pero las enfermedades no siempre se descubren por el aspecto. Enfermedades relacionadas con los órganos vitales o discapacidades sensoriales pasan por completo desapercibidas.
Así es, tiene que ver con muchos factores que llevan a la imposibilidad de disfrutar de los mecanismos de discriminación positiva, de las prestaciones sociales o de las mejoras que la sociedad pone en marcha para que el impacto de la discapacidad sea menor. Son muy importantes las repercusiones en prestaciones económicas y de acceso al empleo, aunque hay muchas otras de las que carecen quienes no tienen el certificado de discapacidad.
El estudio solo aporta algún apunte respecto a cuál de las dos estuvo primero. El origen de la discapacidad en las personas sin hogar es, en más de la tercera parte, difícil de clasificar en los términos habituales. Se aprecia que la vida en la calle ha contribuido de forma evidente a la discapacidad. En otra tercera parte de los casos se identifica una enfermedad no laboral como origen de la discapacidad. Podríamos establecer la hipótesis de que la enfermedad ha facilitado la exclusión, por la mayor dificultad para desarrollar algunas actividades básicas de la vida diaria. Pero no dejan de ser pistas sin rigor suficiente. Quizá lo más claro es su intensa interrelación e influencia.
En el estudio no hemos profundizado en este aspecto, pero es algo que conocemos en RAIS Fundación por nuestra actividad habitual. En muchas ocasiones, y más aún con las últimas reformas, carecen de documentación que les dé acceso a la atención sanitaria. Esto implica que se hace un uso mayor de las urgencias hospitalarias y menor de la atención primaria y especializada. Por tanto, la prevención, el seguimiento de los problemas de salud, el acceso a medicamentos o la adherencia a los tratamientos se ven profundamente resentidos.
“Las ONG muestran una vitalidad y dinamismo que produce cambios”
Creo que ambas afirmaciones son reales. La actividad de las ONG es muy diferente según su misión, valores y estilo de trabajar. Esto puede dar lugar a que, desde la ONG, se atienda aquello que no atiende nadie, se busquen espacios de colaboración o, incluso, que la Administración asuma sus responsabilidades en los casos en que no lo hace. Tanto en el ámbito de las personas sin hogar como en el ámbito de la salud podríamos encontrar muy diversos ejemplos. Las ONG muestran una vitalidad y dinamismo que produce cambios, aunque muchas veces desde la Administración o desde la sociedad se presta más atención al trabajo directo que se realiza con las personas en situaciones de necesidad.
Creo que hace pocos años ha existido cierta predisposición, e incluso ha habido contrataciones, en muchas empresas e instituciones, siempre con la principal y lógica preocupación de contratar personas responsables en el trabajo. Actualmente, las empresas están viviendo momentos difíciles en los que el empleo decrece, por lo que las oportunidades son muy escasas.