Tintas en contacto con alimentos

Se debe controlar que no migren sustancias tóxicas ni perjudiciales cuando contactan con alimentos a través del envase o de forma directa
Por Marta Chavarrías 3 de marzo de 2010
Img tetrabriks
Imagen: Tetra Pak

Los alimentos entran en contacto con numerosos materiales a lo largo del proceso de producción. Además de los envases (plástico, vidrio, papel o tetra brik, entre otros), hay que prestar atención a las sustancias que integran las tintas con las que se imprime información sobre el producto, bien a través de adhesivos o del marcaje directo en carnes. Es un un paso más que se debe controlar. En todos los casos, las sustancias utilizadas deben ser seguras y no transferir o migrar sus componentes al alimento en cantidades que supongan un riesgo para la salud. La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) acaba de crear un grupo de trabajo encargado de evaluar algunas de estas migraciones para evitar incidentes como el caso de la sustancia ITX y otros detectados en los últimos años. Los expertos tienen previsto presentar un informe en marzo de 2011.

Uno de los principios básicos de la legislación comunitaria actual es evitar que los materiales y objetos que entran en contacto con los alimentos cedan sustancias en cantidades que puedan suponer un riesgo para la salud (migración). También vigila que no provoquen modificaciones de las características organolépticas o de composición de los alimentos. Uno de los elementos que se deben tener en cuenta son las tintas con las que se imprimen los envases o los alimentos de forma directa, como algunos productos cárnicos o los huevos. Para estos últimos, la normativa impone un marcado en la cáscara con un código que indica el modo de cría de las gallinas, el país de origen, el productor y, de forma adicional, la fecha de caducidad.

Una tinta para cada sustrato

La normativa establece, en el caso del marcaje de carnes, que las tintas utilizadas resistan la acción del proceso de comercialización e industrialización, sean inalterables y permanentes y formen parte del Registro General Sanitario de Alimentos. En él se recogen aditivos y aromas, plaguicidas y desinfectantes para uso en la industria alimentaria, así como sustancias destinadas a entrar en contacto con alimentos, como revestimientos, coberturas, adhesivos, colas o tintas de uso alimentario. Para las carnes, sólo está permitido el uso de tintas con colorante marrón HT (E-155) o una mezcla de azul brillante FCF (E-133) en la cara externa de la pierna, los lomos, el costillar, el pecho y la espalda.

En envases como el plástico, el cartón o el tetra brik, se imprime información sobre estos. En el plástico, el proceso puede llevarse a cabo a través de equipos láser, que integran la tinta en el material de forma permanente sin necesidad de perforarlo. Estos códigos láser, resistentes a la abrasión, permanecen nítidos incluso en superficies que no son lisas. En las bolsas, se puede utilizar la impresión láser y por chorro continuo de tinta sin contacto, un aspecto que impide que se dañe el sustrato y se mantenga la legibilidad al doblarse. En el vidrio, las tintas pueden ser blancas, para fondos oscuros; lavables, para botellas retornables; o invisibles, para trazabilidad interna. Las tintas utilizadas en latas son en general termocromáticas, es decir, cambian de color cuando las latas se han esterilizado por vapor. Las partes imprimibles van desde la tapa hasta el fondo.

En alimentación se deben emplear las tintas a base de colorantes alimentarios

Las tintas y barnices que se usan en las etiquetas pueden transferir sustancias si éstas se colocan de forma directa sobre el alimento, como frutas o verduras. El uso de una tinta u otra varía en función del sustrato que imprima, el acabado y el proceso de impresión. Duras y flexibles a la vez, mates o brillantes, las tintas deben soportar tratamientos como la esterilización o la congelación y tener una vida útil de hasta tres años. Si bien los componentes de las tintas convencionales son las materias colorantes (pigmentos y colorantes solubles), también se elaboran con barniz, una mezcla de resinas, disolventes y aditivos, con gran resistencia, dureza y flexibilidad.

El Comité Científico sobre Productos Alimentarios europeo (SCF) es el encargado de realizar las evaluaciones de estas sustancias, entre otras. En la lista de admitidas no figuran las consideradas como carcinogénicas, mutagénicas y tóxicas ni las clasificadas como tóxicas según la Directiva 67/548/CEE. El uso de tintas aplicadas a los materiales de envase que entran en contacto con los alimentos sigue una norma general, no específica de tintas, que afirma que éstas no deben transferir sus componentes a los alimentos en cantidades que puedan poner en peligro la salud humana o provocar cambios en las características del alimento.

Objetivo, evitar migraciones

Una de las tintas utilizadas es la denominada 4-metilbenzofenoma, que se aplica, sobre todo, en envases de cartón. Por su alta volatilidad, algunas de sus sustancias pueden migrar al envase y contaminar productos alimentarios. A principios de 2009, se detectó un incidente en tierras alemanas que quedó registrado en el Sistema de Alerta Rápida para Alimentos y Piensos (RASFF): la migración a ciertos productos de cereales.

Según un informe emitido por la EFSA, el consumo de cereales contaminados no debería comportar un riesgo para la mayoría de las personas. Sin embargo, insiste en la necesidad de recoger más información sobre la presencia de esta sustancia en productos alimentarios y datos de toxicidad correspondientes al nivel de exposición para determinar una evaluación completa del riesgo.

EL CASO ITX

Uno de los incidentes más destacados de la migración de sustancias no deseables en los alimentos se detectó en 2003. Entonces se retiró en distintos países europeos leche infantil contaminada con isopropilo tioxantona (ITX), utilizada en el marcado de envases de tetra brik. La alarma, que surgió en Italia, dio cuenta de la contaminación en estos envases recubiertos con finas películas plásticas de ITX, de naturaleza liposoluble, un aspecto que favorece su disolución en el plástico y en la parte grasa del alimento. Los análisis realizados entonces confirmaron que la presencia de esta sustancia en envases de otros alimentos, como los zumos de manzana, no era perceptible, así como tampoco lo era en los envases más pequeños. El problema se produjo en el proceso de marcaje, basado en el uso de bobinas impresas con tintas fotosensibles para decorar el exterior. Ocurrió que el cartón estaba enrollado en bobinas y, por tanto, la cara impresa tocaba la otra cara, correspondiente al interior del envase y que entra en contacto con el alimento.

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