Si en verano la ingesta de agua previene golpes de calor y peligrosas deshidrataciones, en invierno, beber en cantidad suficiente evita la retención de líquidos y ayuda a la buena circulación de la sangre, más presionada por calefacciones y ropas ajustadas. Hidratarse es responder a la sed y atender la necesidad de líquidos en función de las circunstancias y la edad. En verano, una buena hidratación repone la pérdida de agua provocada por el calor. Esta se logra al beber, pero también al comer fruta y verdura estival, muy ricas en agua. En invierno, la huerta es más seca en origen, aunque sus cualidades permiten elaborar ricas sopas, caldos y cremas. Recetas que ayudan a hidratarse, si bien no se debe olvidar beber agua suficiente.
Beber agua es el mejor hábito para evitar retenciones de líquidos e hinchazones de tobillos, sometidos a la presión de botas y calcetines. Además, las bajas temperaturas, si bien parecen esquivar la sed de bebidas frescas, invitan a beber infusiones calientes. Todo suma para una buena hidratación, también en invierno.
Agua del tiempo en las cinco comidas
A más ingesta de agua, mejor se diluyen las sales y más fácil se eliminan. Esto significa que se retienen menos líquidos, una circunstancia que mejora la circulación sanguínea. Para calcular si la ingesta de agua es la adecuada, hay que sumar seis vasos de agua al día, al margen de la cantidad que se bebe en la comida y en la cena, aunque si cuesta mucho beber agua, esta también cuenta.
Para calcular si la ingesta de agua es la adecuada, hay que sumar seis vasos de agua al día
Se incluyen en la suma medio vaso de agua en ayunas y otro medio vaso justo después de desayunar. Ambos ayudan a despertar el organismo, mientras que un vaso más después de cenar sirve para compensar todas las horas de la noche sin beber. Los otros cuatro vasos, solo cuatro vasos más, recuerdan la necesidad de tomar un tentempié al mediodía y otro a media tarde. Para el resto, cualquier momento es válido.
Con el agua sucede la paradoja de que, ante la falta de ingesta, se retienen líquidos. Si se respeta la máxima de beber suficiente, se evitará tener que recurrir a plantas o complementos diuréticos, salvo que se ingieran bajo prescripción facultativa. Los diuréticos tomados sin rigor estimulan la acción de las hormonas para eliminar líquidos que se acompañan de electrolitos, lo cual puede dar lugar a una descompensación hidroelectrolítica que afecte al funcionamiento normal de órganos vitales, como corazón y riñones.
Siete claves para hidratarse bien
Beber seis vasos de agua al día sin esperar a tener sed y al margen del agua que se tome en las comidas. No hay que olvidar el primero de la mañana, terminado el desayuno, que ayuda a eliminar los fluidos acumulados durante el sueño. El último del día, antes de acostarse, hidrata el organismo por la noche.
Entrar en calor sin contar calorías, gracias a una taza de té o cualquier otra infusión caliente. Son la mejor compañía para un tentempié o un picoteo fuera de hora.
De la misma manera que en verano apetece comenzar la comida y la cena con un gazpacho o un ajo blanco, en invierno, el inicio perfecto es hacerlo con una sopa, una crema caliente o un caldo.
Limitar la sal de los caldos, sopas y cremas. También los potajes pueden realizarse bajos en grasa y en sal, con algunas medidas que no atacan al sabor ni alteran la textura y, sin embargo, reducen valor calórico y evitan la retención de líquidos provocada por el abuso de sodio.
A pesar de que el frío frena la sensación de sed, todavía más si al término de una actividad física hay que abrigarse, se debe proponer beber la misma cantidad de agua o del preparado con sales que en verano. Aunque el primer sorbo no cause el mismo placer que cuando hace calor, la necesidad es igual y, si es preciso, hay que obligarse a beber.
Acompañar las frutas de invierno con toques de color como gelatinas y zumos de naranja y otros cítricos, estimula el paladar y multiplica la hidratación.
La última clave para tener el cuerpo invernal dispuesto a hacer frente a las inclemencias del frío es ser consciente de que, con la ingesta correcta de líquidos, se ayuda a la hidratación de la piel, en especial la más fina, que se expone al aire. Estar bien hidratado no sustituye a los guantes, al gorro o al cacao, pero beber agua, sopas o infusiones, limitar la sal y aprovechar las frutas invernales, ricas en vitamina C, es la mejor fórmula para que los dedos, las orejas y los labios recuperen el calor y la turgencia de manera correcta, lo que evita heridas, sabañones y pupas.
Las infusiones, sin abusos, como con todo en una dieta sana, son aliadas para hacer frente al frío, a la vez que se hidrata el organismo. A la manzanilla, el poleo menta, el té y el regaliz, clásicas de las alacenas, se han sumado en los últimos años mezclas exóticas y atractivas de flores y hojas, que licuadas en agua caliente aportan tragos de bienestar. Como los aportados por las tradicionales sopas y consomés. Además, las preparaciones calientes conforman al estómago y calman el apetito de una manera eficaz, por lo que es más fácil que tras una buena sopa el comensal tome una ración justa de carne o pescado.
Pero hay que estar alerta con la cantidad de sales que se añaden a los caldos, porque poca hidratación lograremos si se abusa del sodio, presente en la sal común, pero también en las pastillas de caldo que se añaden a una sopa. Alternativas que colorean la dieta semanal son las sopas reconstituyentes, que pueden convertirse en plato único acompañado de una fruta, nutritivas sopas tradicionales con un toque de nuez o adaptadas a gustos más actuales, que cambian los fideos de sémola por los chinos.