Más de la mitad de los adultos de la Unión Europea sufre hoy sobrepeso u obesidad, lo que indica que se ha multiplicado por tres el número de personas obesas en los últimos 20 años. Para poner coto a los kilos de más, surgen nuevas ideas imaginativas, aunque controvertidas y no exentas de efectos perjudiciales, como dar puntos extra en las calificaciones escolares si se adelgaza o aplicar un impuesto sobre los alimentos poco saludables. Este artículo explica cómo algunos pretenden contener la epidemia de la obesidad.
Los kilos de más cuestan dinero. Está demostrado que las personas obesas tienen peor salud, con mayor predisposición a padecer enfermedades metabólicas y cardiovasculares, entre otras. Por este motivo, el gasto sanitario por atender a una persona obesa es tres veces mayor que para la población con un peso adecuado. Por otra parte, el sobrepeso y la obesidad acortan la vida, con el consiguiente coste social.
Obesidad: pagar más por comer demasiada grasa
No es fácil resistirse al fast food y a la comida «basura». Rápido, más cómodo, más saciante y, según el paladar que se tenga, más sabroso. Y también más económico, ya que en algunos países, como EE.UU., el precio de una ensalada puede ser superior al de una pizza. Está claro que esto no ayuda a seguir una dieta saludable. Sin embargo, cuando los consejos de salud parecen insuficientes, una nueva idea parece ponerse en marcha: el establecimiento del «impuesto de las grasas», una medida que intenta reducir su consumo a base de encarecer los productos.
En España, se destinan más de 2,5 millones de euros anuales a los problemas ocasionados por la obesidad
Podría verse como una autofinanciación de los propios problemas de salud, algo así como lo que ocurre con los impuestos ligados al tabaco y el alcohol. La idea es que si se consumen productos que pueden perjudicar la salud, hay que pagar por adelantado los gastos médicos que de ello se deriven.
Dinamarca ha sido uno de los primeros países en aplicar un recargo sobre los productos que contienen más de un 2,3% de grasas saturadas. Esta medida, que reportará a las arcas públicas unos 188 millones de euros anuales, ha sido criticada ya que se sospecha que es otra forma de impuesto encubierto. El hecho de que estos ingresos no vayan al presupuesto de sanidad, sino a los presupuestos generales, justifica en parte esta sospecha.
Hungría es otro de los países que sigue la misma línea, e intenta reducir sus cifras de obesidad a base de impuestos. Con esta medida esperan recaudar unos 70 millones de euros anuales que, en este caso, irán a los presupuestos de salud.
En España, según el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, se destinan más de 2,5 millones de euros anuales a los problemas ocasionados por la obesidad. De todas maneras, por el momento no parece que esté prevista una medida fiscal de este tipo. Sin embargo, la nueva ley de seguridad alimentaria limita la venta de ciertos alimentos y bebidas en las escuelas.
La obesidad y las contradicciones
La sociedad actual vive instalada en las contradicciones. En una época en la que la delgadez se ha convertido en un icono de belleza, la obesidad es uno de los principales problemas de salud en los países occidentales.
Probablemente, el dinero y el esfuerzo que se invierten en estos países en productos dietéticos, cirugía y tratamientos estéticos seria suficiente para paliar las necesidades alimentarias en muchos países en los que la desnutrición es uno de los problemas de salud más acuciantes.
Más contradicciones: en la otra cara de la moneda están los trastornos alimentarios. La anorexia se ha convertido en la tercera enfermedad crónica más frecuente entre adolescentes, por detrás del asma y la obesidad.
Por otra parte, la obesidad infantil es un problema creciente que no es fácil de abordar. Sin ir más lejos, España, donde uno de cada tres menores de 14 años tiene sobrepeso, se ha convertido en el tercer país con mayores tasas de obesidad infantil.
Los especialistas insisten en recuperar el sentido común: se han olvidado cosas obvias como que los niños deben jugar al aire libre y aprender a comer verduras y frutas.
Un ejemplo de esta falta de sentido común lo ha protagonizado el creador de la controvertida dieta Dukan, que propuso como medida de lucha contra la obesidad que los pequeños que adelgazaran obtuvieran una puntuación extra en los exámenes escolares. Esto iba dirigido a los estudiantes de secundaria, que podrían elegir esta opción conocida como “peso ideal”, gracias a la cual podrían obtener unos puntos de más en sus calificaciones finales.
Aunque la intención de medidas parecidas sea buena, los resultados podrían tener efectos secundarios perversos. Los especialistas insisten en que es fundamental adoptar y mantener unos hábitos de alimentación equilibrados y que algunas de las dietas para perder peso pueden ser la puerta de entrada a la anorexia.