El pasado mes de mayo, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) apoyaba el consumo de insectos para incrementar la seguridad alimentaria en todo el mundo. Ese mismo mes, iniciaba su andadura el proyecto europeo PROteINSECT, que durante tres años investigará cómo pueden contribuir las moscas a la creciente demanda de proteínas en la alimentación animal. Uno de los principales objetivos de esta iniciativa es demostrar la viabilidad de las proteínas procedentes de insectos en la alimentación animal a través de ensayos con peces, aves y cerdos. El artículo explica cómo avanza la investigación en busca de nuevas proteínas en alimentación animal y cómo se controla la alimentación de los animales.
La seguridad alimentaria es un reto importante dentro de la creciente demanda de alimentos, y de forma especial en la producción de carne. El desafío está en garantizar la oferta de proteínas procedentes de fuentes sostenibles. El proyecto PROteINSECT, de tres años de duración, está liderado por expertos de la Agencia de Investigación en Alimentación y Medio Ambiente (FERA) del Reino Unido, con experiencia tanto en entomología como en inocuidad de los alimentos, que ya han reconocido el potencial de los insectos como fuente de proteína en animales. Además de analizar la viabilidad de esta nueva fuente de proteína, los expertos tienen previsto evaluar la calidad y seguridad a lo largo de la cadena alimentaria, desde la propia proteína del insecto, a la incorporación en la alimentación y el consumo humano como último eslabón.
Nuevas proteínas en alimentación animal
El proyecto PROteINSECT hace hincapié en la calidad y seguridad de los productos de proteína procedente de insectos y de los aspectos normativos sobre «la cría de insectos» destinados a la alimentación animal. Las moscas se han propuesto como una de las especies más prometedoras para la producción industrial de piensos, destinados sobre todo a aves de corral o peces. Según la FAO, la proteína como la harina de carne, de pescado o de soja «representa el 60-70% del precio de los piensos». En una investigación realizada por expertos de la Universidad de Wageningen y el Centro de Investigación de los Países Bajos en abril de 2013, se identificaron tres insectos como los más prometedores para la producción a gran escala: larvas de la mosca Hermetica illucens, la mosca común (Musca domestica y el gusano Tenebrio molitor.
Las moscas se convierten en una prometedora fuente de proteína para alimentación animal
A pesar de las investigaciones realizadas, los expertos reconocían entonces que eran necesarios más estudios para evaluar la digestibilidad de los nutrientes de los insectos como ingredientes en alimentación animal. Para los investigadores, deben superarse algunos obstáculos como la legislación, la automatización de los procesos y la aceptación del consumidor. Por el momento, la Unión Europea no permite el uso de proteínas de insectos para alimentar cerdos y aves de corral. Para que la nueva fuente de proteína pueda entrar en la cadena alimentaria, tiene que cumplir con cuatro criterios: seguridad, calidad, competitividad y aceptación del sector y procesadores, aseguran los expertos. Según la FAO, un 10% de la producción mundial de pescado se destina a la harina de pescado y se usa en acuicultura.
La Unión Europea cuenta con un Catálogo de materias primas para piensos. No hace ninguna mención a los insectos, pero sí incluye, en el apartado Productos de animales terrestres y sus productos derivados, una subcategoría en la que hace referencia a los Invertebrados terrestres, «enteros o sus partes, en todas las etapas de su vida, salvo los de especies patógenas para los seres humanos o los animales; pueden estar tratados o no, en estado fresco, congelado o seco». Esto significa que podría considerarse la posibilidad de incluir el uso de proteínas de insectos en alimentación animal, siempre que estos cumplan con las especificaciones normativas.
El control de la alimentación animal
El crecimiento del sector ganadero ha llevado consigo un incremento también en la demanda de alimentos para los animales. Según datos del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente (MAGRAMA), la producción española de piensos se sitúa en unos 30 millones de toneladas cada año. La alimentación de los animales es el primer eslabón de la cadena alimentaria, de ahí la importancia de asegurar una materia prima segura que cubra las necesidades nutricionales de los animales. La relación entre la seguridad de los piensos y los alimentos es muy estrecha.
Prueba de ello fue la prohibición de las harinas cárnicas para la alimentación de ganado bovino en 2001, cuando se relacionaron con la propagación de la encefalopatía espongiforme bovina (EEB). Los sistemas de control que se aplican en alimentación animal identifican con precisión todos los ingredientes usados en la fabricación de piensos y los procesos de producción que se aplican. Los objetivos son el control de los riesgos para la salud pública, facilitar los procesos de control de enfermedades, identificar el origen de una posible contaminación y facilitar la retirada de productos.
En el ámbito de la seguridad alimentaria, debe tenerse en cuenta que existen ciertos riesgos derivados de los insectos ya que pueden albergar patógenos capaces de causar enfermedades transmitidas por los alimentos. Por ejemplo, se han aislado microorganismos de la superficie del cuerpo y de la pared intestinal de la mosca común. Además, debe tenerse en cuenta que los insectos también producen de forma natural sustancias tóxicas para protegerse de sus depredadores. También puede ocurrir que los insectos acumulen metales pesados procedentes del medio ambiente o de la absorción de los plaguicidas. Otra consideración es que, en algunos casos, pueden provocar reacciones alérgicas, similares a las que proceden de crustáceos.