Mercè Planas es Doctora en Medicina y Cirugía por la Universidad Autónoma de Barcelona. Es profesora y coordinadora, respectivamente, de la Escuela y de la Unidad de Nutrición y Dietética del Hospital Universitario del Vall d’Hebron. Al mismo tiemp ejerce su labor docente como invitada en instituciones nacionales e internacionales especializadas en la nutrición clínica. Como miembro del Comité Científico y Educacional de la Sociedad Española de Nutrición Parenteral y Enteral (SENPE), coordinó el estudio de referencia, consensuado con la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología, sobre la “Valoración del estado nutricional en el anciano”. Se trata de una guía firmada por especialistas de prestigio que pretende dotar al personal sanitario de herramientas para realizar de una forma eficaz su actividad asistencial. El estudio está dirigido no sólo a las unidades de nutrición clínica, también quiere llegar allí donde se encuentre un enfermo que requiera cuidados nutricionales. De hecho, Planas llama la atención de la situación de desnutrición que padecen las personas mayores e incide en la necesidad de detectar en este sector poblacional al grupo más vulnerable: el anciano frágil.
El envejecimiento es un proceso fisiológico que incluye cambios orgánicos y psicológicos. Es un deterioro progresivo de la estructura y función celular que se produce a lo largo del tiempo. No obstante, al hablar de ancianos deberíamos distinguir entre ancianos jóvenes (de 65 a 75 años), ancianos (de 75 a 85 años) y ancianos mayores (más de 85 años).
Más que edad en sí misma existe un concepto, el del “anciano frágil”, que deberíamos tener presente. Se considera que una persona anciana es frágil si cumple por lo menos uno de los siguientes factores: tener más de 80 años; padecer una enfermedad crónica invalidante; vivir solo; tener problemas sociales; haber estado hospitalizado durante los tres meses previos; reciente viudedad (1 año), y tomar más de ocho fármacos. Está claro que deberíamos disponer de estrategias que nos permitieran detectar a los ancianos frágiles de nuestro entorno para poder actuar de manera preventiva sobre ellos. Sin duda, la actuación preventiva siempre es más económica y efectiva que la actuación curativa.
“La actuación preventiva siempre es más efectiva que la actuación curativa”
A partir de los 60 años las necesidades calóricas (calorías a ingerir por día) disminuyen un 10% por cada década de la vida, consecuencia de que tanto el gasto energético basal (en reposo) como la actividad física disminuyen con la edad. Pero, además, con la edad hay cambios en las necesidades de algunos nutrientes. Existe un discreto aumento de las necesidades proteicas (de 1 a 1,2 g/kg/día) y parecen estar incrementados los requerimientos de vitamina B1, vitamina B12, folato, vitamina C, vitamina D y calcio.
Es importante proporcionar alimentos variados, nutritivos y de sabor y presentación agradable. Las comidas deben ser frecuentes (de 5 a 6 al día) y no muy abundantes para evitar la saciedad precoz. Es muy importante evitar el excesivo triturado de los alimentos en aquellos ancianos en los que persiste la capacidad de masticar. Se deberán evitar restricciones innecesarias y, si se opta por dietas restrictivas, deberán ser reevaluadas de manera periódica para eliminarlas cuando ya no están claramente indicadas. Finalmente, recordemos que es importante la toma de alimentos ricos en fibra así como el consumo de, por lo menos, un litro y medio de agua al día.
Unas simples recomendaciones pueden ser de utilidad: mantener un peso deseable; moderar el consumo de grasas saturadas; tomar un vaso de zumo de fruta, preferiblemente fresca, cada día, por lo menos una ración de vegetales también diaria y carne o pescado y, finalmente, por la noche, antes de ir a la cama, tomar un vaso de leche. Debe recomendarse también la moderación en el consumo de alcohol y sal. Recordar la importancia de la exposición al sol, así como evitar llevar una vida sedentaria.
Los menús no deben ser monótonos. La presentación pobre contribuye a una menor ingesta de los alimentos. Deben evitarse los platos ya preparados y es importante que los ingredientes de un menú sean ricos en fibra soluble e insoluble y que contengan vitamina D y vitamina C. El método de cocinado puede comportar la destrucción de algunos de estos componentes.
Hay situaciones extremas a las que no se debería llegar, como la aparición de edemas que demuestran estados de desnutrición. Pero antes de que esto ocurra nos podemos encontrar con ancianos que tardan mucho más tiempo de lo normal en realizar una comida. Ello nos puede sugerir que nos encontramos delante de un problema de disfagia que requerirá maniobras específicas para conseguir ingestas adecuadas. Muchos de estos individuos no podrán pesarse con las básculas habituales, pero es fácil con inspecciones periódicas detectar pérdidas de peso significativas. Tampoco es difícil valorar la cantidad de grasa, así como de los músculos y su capacidad; el estado de la dentadura, la hidratación de las mucosas, el estado de la piel, uñas, cabello… contribuyen a darnos una idea del estado de nutrición de un individuo.
Lo primero que se debe intentar es dar consejos dietéticos (cambios de horarios de las comidas, menús fortificados, cambios de textura…) para conseguir que los ancianos cubran sus necesidades energéticas totales con la dieta oral de cocina. No debemos olvidar la necesidad de realizar ejercicio físico. No obstante, si los consejos no se cumplen (muchas veces por problemas sociales o económicos), o si aun cumpliéndose no conseguimos cubrir los requerimientos, deberemos recurrir a la administración de suplementos orales. Estos pueden ser de cocina (yogur, quesito, fruta…) o bien comerciales. No obstante, los suplementos, como su nombre indica, suplementan una dieta, nunca la sustituyen.
Si los preparados dietéticos son necesarios para un individuo determinado, es decir, que se prescriben después de que no se ha conseguido solucionar el problema con las recomendaciones dietéticas concretas y correctas, deben estar incluidos en la tarjeta sanitaria. Pero para ello, el sistema sanitario debe disponer de personal sanitario preparado para dar las recomendaciones dietéticas en cada caso concreto y para monitorizar no sólo el cumplimiento de las mismas sino también su eficacia.
La situación actual no es única de nuestro país. Es una realidad que la población anciana está creciendo en los países desarrollados y que ello comporta, si queremos que estos años de vida sean dignos, la adopción de medidas encaminadas al cuidado de estos pacientes. La desnutrición es un problema cada día más grave entre los ancianos no hospitalizados. Es importante y beneficioso que se publiquen estudios que reporten a la vida de los ancianos interés social. En definitiva, cada cual debemos aportar nuestro grano de arena en el diseño y puesta en práctica de estrategias encaminadas a la lucha por la desnutrición y el cuidado de nuestros ancianos. Cualquier maniobra, y el hecho de comentar constructivamente el problema, ya es una de ellas, y ayudará sin ninguna duda a tratar de solucionar un candente problema.
Un estudio de la Universidad de Oxford publicado en la revista “American Journal of Clinical Nutrition”, realizado sobre 1.648 participantes durante 10 años, ha permitido comprobar que las personas mayores tienden a sufrir un déficit de la vitamina B12 devenida por la falta de acidez gástrica que, de no tratarse, puede desembocar en una anemia que, a su vez, origine o ayude a que se produzca una demencia. Según Mercè Planas, la importancia del estudio radica en que “pone de manifiesto que la vitamina B12, y no los folatos, tiene capacidad de prevenir la demencia”.
Así, y de la misma manera que a los bebés se les receta dosis diarias de vitamina D y a las embarazadas suplementos de ácido fólico, surge la cuestión de si sería o no conveniente recetar también vitamina B12 a una edad determinada. Algunos autores sugieren, tal y como indica Planas, que quizás se debería añadir a la dieta de las personas mayores de 70 años 1mg/día de vitamina B12. Sin embargo, y debido a que el problema de deficiencia podemos encontrarlo en personas ancianas con gastritis atrófica que no pueden absorber la vitamina B12 a nivel intestinal, son necesarios más estudios antes de que se pueda recomendar de manera rutinaria esta suplementación, asegura Planas.