Las piscinas son divertidas, pero también peligrosas, más aún cuando se trata de niños. Además del riesgo de ahogamiento en piscinas, los pequeños también se exponen a sufrir otras lesiones provocadas por caídas, saltos o exposición prolongada al sol. En este artículo se detallan cuatro claves fundamentales para poder disfrutar de las piscinas sin riesgos: vigilancia extrema, piscinas valladas, prevenir los accidentes y controlar la temperatura.
Los riesgos de las piscinas
El agua es una de las principales fuentes de diversión para los niños en verano, pero a pesar de su carácter lúdico, entraña también un serio peligro para ellos. Solo en nuestro país 55 menores de 9 años fallecieron por ahogamiento en un medio acuático en 2012 y 2013, tal como recoge un estudio reciente realizado por la Fundación Mapfre. Mientras que en el caso de los adultos los ahogamientos se producen con mayor frecuencia en espacios naturales, cuando se trata de pequeños con menos de cinco años, las piscinas privadas y comunitarias son los lugares de mayor riesgo.
Cuando se trata de menores de cinco años, las piscinas privadas y comunitarias son los lugares de mayor riesgo
Además del ahogamiento, la falta de cuidado y precaución en las piscinas también puede ocasionar otros accidentes, como lesiones por caídas o saltos inadecuados, golpes de calor por demasiada exposición al sol o desvanecimiento por un cambio brusco de temperatura corporal. En todos estos casos, la prevención y la vigilancia por parte de los adultos son el mejor medio para garantizar la seguridad de los niños.
1. Vigilancia extrema
La vigilancia continua de los pequeños en el medio acuático es imprescindible para minimizar los riesgos. De hecho, en la mayoría de los accidentes mortales de niños en piscinas «se encontraban sin la supervisión de un adulto en el momento del suceso», señala el informe de Fundación Mapfre. La Asociación Nacional de Seguridad Infantil recomienda aplicar la denominada norma 10/20: cada 10 segundos el adulto debe mirar si hay menores dentro o alrededor de la piscina y no debe tardar más de 20 segundos en llegar a ella. El Comité de Seguridad y Prevención de Lesiones No Intencionadas en la Infancia de la Asociación Española de Pediatría (AEP) es todavía más previsor y recomienda tener siempre a los pequeños al alcance, que «la distancia al menor sea inferior a la longitud del brazo del cuidador».
2. Piscinas valladas
La mejor forma de evitar un accidente es ser previsor. Tal como señala la AEP, «las muertes por ahogamiento pueden disminuir hasta en un 95% con un simple vallado». El objetivo del cercado de la piscina es que el niño no pueda llegar a la piscina por sí mismo ante un descuido. Lo recomendable es que tenga al menos 1,2 metros de alto, permita la visión de la piscina y carezca de puntos de apoyo que permitan al menor trepar; en cuanto a la puerta, «el cierre debe ser automático y estar fuera del alcance de los niños». Como medida adicional también se pueden utilizar alarmas de piscina que detectan la caída de un pequeño al agua.
3. Prevenir los accidentes
Los accidentes en las piscinas no ocurren siempre por inmersión en el agua. Una mala caída del bordillo o un salto al agua inadecuado pueden tener graves consecuencias y es preciso advertir a los menores del riesgo que implican. En estos casos, es aconsejable no permitir que los niños corran por las zonas cercanas al agua donde pueden resbalar y prohibirles el lanzamiento de cabeza, pues es mejor que se tiren siempre a la piscina de pie. Por otra parte, se les debe advertir que no se acerquen a las rejillas de desagüe de las piscinas por el posible peligro de succión y atrapamiento del pelo u otra parte del cuerpo.
4. Controlar la temperatura
El agua no es el único elemento peligroso para los pequeños en las piscinas. La elevada temperatura a las que se exponen durante la época estival constituye también un riesgo para su salud. Para evitar que sufran un golpe de calor durante su jornada en la piscina, la AEP recomienda que beban agua con frecuencia para mantenerse hidratados y que eviten la exposición prolongada al sol.
Es recomendable mojar poco a poco algunas partes del cuerpo del niño antes del baño para evitar el choque térmico
El calor es también responsable del denominado erróneamente «corte de digestión«, que en realidad se trata del síncope de hidrocución, «un choque de temperatura entre el cuerpo caliente y el agua fría», tal como define la AEP. Este cambio brusco de temperatura afecta al ritmo cardiaco y puede provocar un desvanecimiento en el agua y un posterior ahogamiento. La mejor forma de prevenirlo es mojar poco a poco algunas partes del cuerpo del niño antes del baño para refrescarlo y evitar así el choque térmico.