Si bien en otras épocas era común hacer que los bebés durmieran con almohada, en la actualidad los expertos desaconsejan esta práctica. Los motivos por los que lo hacen van desde la propia comodidad del niño, que por las proporciones de su cuerpo duerme mejor sin nada bajo su cabeza, hasta por evitar riesgos como la asfixia y la muerte súbita del lactante. Este artículo detalla por qué los bebés deben dormir sin almohada, los peligros que representa, en qué momento se puede incorporar y qué sucede con los cojines o cuñas antirreflujo.
Los bebés duermen sin almohada
Los bebés no tienen que usar almohada por lo menos hasta que no tengan dos años de edad, según los expertos. Esto se debe sobre todo a dos motivos.
El primero es que no la necesitan, ya que, como las proporciones de su cuerpo son diferentes a las de los adultos (la cabeza es más grande), la almohada les obliga a forzar la curvatura natural del cuello. Por lo tanto, les genera incomodidad e incluso podría causarles alguna lesión.
El segundo motivo es aún más importante. Si se mueve dormido, la cara del niño podría quedar aprisionada contra la almohada y hay riesgo de asfixia, tanto por no poder respirar como por inhalar el dióxido carbónico producido por su propia respiración. Por este motivo, la Asociación Española de Pediatría (AEP) no solo desaconseja que los bebés duerman con almohada, sino también el uso de sábanas o edredones sueltos y la presencia de juguetes blandos en la cuna.
La almohada, factor de riesgo de muerte súbita del lactante
Además de la posibilidad de asfixia, dormir sin almohada también es una medida para prevenir la muerte súbita del lactante. Si bien la ciencia todavía no ha determinado con exactitud las causas de este síndrome (el principal motivo de muerte de niños sanos entre el segundo mes y el año de vida en países desarrollados), sí se han identificado algunos factores de riesgo. Dormir con almohada u otros objetos blandos en la cuna es uno de ellos, al igual que hacerlo boca abajo, que el pequeño esté muy abrigado y el consumo de tabaco por parte de la madre durante el embarazo o cerca del bebé después del nacimiento.
Las únicas almohadas que sí podrían usarse son unas muy pequeñas diseñadas para evitar la plagiocefalia postural, es decir, la deformación del cráneo del bebé por pasar mucho tiempo acostado boca arriba en la misma posición. Estas almohadillas tienen una forma cóncava y adaptada a la cabeza del niño, que hace que la presión que recibe esa parte del cuerpo al estar apoyada sea mucho menor. Un estudio realizado en Suecia concluyó que podrían ser útiles para prevenir este problema, aunque destacaba la necesidad de nuevos trabajos que corroborasen estos resultados.
¿En qué momento incorporar la almohada?
Entonces ¿cuándo incorporar la almohada? «Hasta los dos años se desaconseja la almohada por riesgo de asfixia», señala la ‘Guía práctica para padres‘ editada por la AEP. Si el pequeño necesitara estar un poco reclinado, lo que se puede hacer es colocar una toalla doblada debajo del colchón. De ese modo, la cabeza quedará a un nivel más elevado que el cuerpo, pero el bebé estará apoyado sobre una superficie lisa y firme.
El mismo documento de la asociación de pediatras añade que, a partir de los dos años, «puede utilizarse una almohada muy plana«. Además de poco alta, se recomienda que no sea muy blanda -lo mismo que el colchón- y que ocupe todo el ancho de la cuna o la cama, para que su cabeza no la «abandone» con un simple movimiento. El tamaño se debe ir adaptando al del cuerpo. El objetivo debe ser que, si se duerme de costado, apoyado sobre un hombro, la cabeza se mantenga en línea recta con el eje longitudinal del cuerpo; es decir, que el cuello permanezca recto, sin que la cabeza esté demasiado caída ni elevada.
Hay un tipo de almohada desarrollada de forma específica para bebés. Se llama cojín o cuña antirreflujo y está pensada para los niños que sufren de la enfermedad por reflujo gastroesofágico. La forma de cuña de estos almohadones permite que el pequeño se acueste en un plano con una cierta inclinación, para que la cabeza quede más arriba que el resto del cuerpo y, gracias a la ley de gravedad, dificultar que el alimento que ha ingerido suba por el esófago y regrese a la boca.
Pero la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos señala que estos cojines también se han dejado de recomendar, debido a varios motivos, entre ellos el riesgo de muerte súbita del lactante. Además, “hay poca evidencia de que la cuña provoque una mejora significativa“. Este organismo indica que el uso del cojín se ha reemplazado por nuevos tratamientos e incluso, cuando es necesario, por cirujías menos invasivas que las utilizadas antaño.
También un documento de la AEP desaconseja acostar a los bebés en posición inclinada. “Excepcionalmente -afirma el texto- lactantes mayores sin riesgo aparente de muerte súbita y niños con difícil control de su reflujo gastroesofágico podrían beneficiarse de esta posición sobre un colchón plano y duro en los periodos postprandiales (es decir, después de comer) diurnos mientras sean vigilados”.