Las claraboyas representan una excelente alternativa para iluminar espacios a los que llega poca o ninguna luz natural, a la vez que otorgan una mayor ventilación. Según las necesidades, existe una gran variedad de tamaños y diseños. En este artículo se explican las posibilidades que ofrecen las claraboyas, cómo se clasifican en función del sistema de apertura y otras características de estas “ventanas especiales” también llamadas tragaluces.
La claraboya: luz natural y ventilación
La presencia de una claraboya en una vivienda supone una serie de ventajas que, por lo general, conviene aprovechar cuando existe la oportunidad; es decir, cuando tal vivienda es una casa o bien el último piso de un edificio, un ático, cuartos de baño, etc. La claraboya representa una posibilidad de acceso para la luz natural a una estancia sin ventanas o donde las ventanas son muy pequeñas, además de abrir un espacio de ventilación e incluso de evacuación de humo en caso de incendio.
El sistema de apertura es una de las principales características que se deben considerar para elegir la claraboya más conveniente
En un principio, las claraboyas eran fijas: aberturas en el techo cubiertas con cristal o algún otro tipo de material transparente, que permitía el paso de la luz natural. También incluía ranuras en su estructura para permitir la ventilación. Con el tiempo, se fueron desarrollando distintos sistemas, sobre todo a partir de un salto de calidad fundamental: la posibilidad de levantar la cubierta y abrir el hueco. En la actualidad, si bien se siguen instalando fijas, el sistema y tipo de apertura es una de las principales características que se deben tener en cuenta al momento de decidirse por el tragaluz más conveniente.
Otras cualidades que se deben tener en cuenta al analizar estas aberturas es su forma (pueden ser cuadradas, rectangulares y circulares), tamaño y el material del que están construidas.
Tipos de claraboyas según el sistema de apertura
Las claraboyas que no son fijas se dividen en dos grandes grupos: las de apertura manual y las que incluyen un mecanismo electrónico. A su vez, dentro de estas categorías existen otras subdivisiones, que se detallan a continuación:
Claraboyas de apertura telescópica. De apertura manual, este tragaluz está destinado, sobre todo, a la posibilidad de acceder a la azotea o el tejado desde el interior, ya que la cubierta queda fijada en un ángulo de casi 90 grados y esto no es aconsejable para la ventilación. Lo que es «telescópico» es su sistema de fijación: una pieza que se «estira» (en realidad, es una barra que está dentro de un cilindro y que se desliza para «alargar» la pata que sostiene la parte superior).
Para la ventilación, lo más aconsejable es que las claraboyas no se abran en un ángulo superior a 25 grados
Claraboyas de apertura por husillo. Se abre de forma manual, pero mediante una manivela similar a la utilizada para plegar y desplegar los toldos. La fijación de la cubierta es a través de un husillo que queda estable y permite una apertura en un ángulo no demasiado amplio (unos 25 grados). El principal objetivo de estos sistemas es la ventilación, por lo cual se propone para cuartos de baño, naves industriales, pabellones deportivos, grandes almacenes, etc.
Claraboyas de apertura electrónica. Su procedimiento de sujeción es a través de un husillo, al igual que en el caso anterior. La diferencia es que, en lugar de activarse manualmente por medio de una manivela, se acciona con un mando a distancia. La finalidad es la misma: la ventilación. Su costo es más elevado, pero se recomienda de forma especial para techos altos, de cuatro metros o más.
Claraboyas de apertura electrónica con sensor. Como su nombre indica, el sistema es similar al precedente pero con la incorporación de un sensor que determina su apertura y cierre en función de la detección de ciertos elementos, según se programe: humo, para el caso de incendios, y viento fuerte, lluvia, etc., para el caso de mal tiempo. Por supuesto, la posición de la claraboya no la determina solo el sensor, sino que también se controla con un mando a distancia.
Las claraboyas en general se componen de dos partes: el zócalo y la cubierta. El zócalo es la parte inferior de la estructura, que se fija en el techo y sobre la cual se apoya la cubierta. Años atrás los zócalos eran de metal o incluso de madera, pero en la actualidad dominan los materiales sintéticos, como el PVC o el poliéster reforzado con fibra de vidrio.
La cubierta o cúpula, por su parte, es la parte superior del tragaluz. Lo normal es que tenga forma semiesférica o piramidal, para que el agua discurra con fluidez cuando llueve. Estas formas favorecen además el paso de la luz. Se construyen en materiales sintéticos, como el metacrilato, u otros más resistentes para casos especiales, como las azoteas transitables o para edificios que tengan que cumplir con condiciones especiales contra posibles incendios.
Existen claraboyas especiales fabricadas en materiales reflectantes, que permiten el paso de la luz natural pero evitan la concentración del calor. Son aconsejables sobre todo para zonas muy calurosas. Otros sistemas incluyen dos cubiertas, para generar una mayor aislación cuando las temperaturas son muy bajas o muy altas, de la misma forma que las ventanas de doble cristal.
Y también existen cortinas para tragaluces, pensadas para habitaciones u otros espacios donde puede ser necesario bloquear por momentos el acceso de luz, de forma parcial o total, para dormir durante el día, mirar televisión, etc.