Se puede invertir en función del dinero que se tenga ahorrado, pero también esta acción dependerá del grado de conocimiento que el usuario tenga de los mercados financieros, tanto de renta fija como variable. No es lo mismo disponer de una pequeña bolsa de ahorro, en torno a 1.000 euros, que mostrar un saldo bancario más que saneado, que permita mayores combinaciones para incrementar el patrimonio. Por ello, las estrategias para rentabilizarlo no deben ser estáticas y deben regirse por modelos flexibles, en donde prime la diversificación. A continuación se analizan los tres modelos de gestión posibles, en función del capital del que se disponga.
De cuánto dispongo para invertir
Los ahorradores deben descifrar de qué cantidad pueden disponer durante un periodo no muy corto para invertirlo o depositarlo en alguno de los muchos que comercializan los bancos. Una vez clarificada esta cuestión, será el momento de comprobar qué quiere hacerse: si centrarse en productos seguros pero con una rentabilidad mínima o si, por el contrario, se inclinan por la incertidumbre de los derivados de la renta variable u otros activos financieros que dan más dinero pero son más proclives al riesgo.
Contestadas estas disyuntivas, será el momento de decantarse por los productos que deberán contratarse, que también irán en función del grado de conocimiento que el usuario tenga de los mercados financieros, tanto de renta fija como variable. El panorama que se abre es bastante amplio y con varios contenidos.
Decantarse por un producto u otro debe depender también del grado de conocimiento de los mercados financieros
Están los depósitos y pagarés bancarios para los ahorradores más defensivos. Otras opciones con mayor riesgo pasan por invertir los ahorros en Bolsa o fondos de inversión, incluso en productos más sofisticados que requieren de un mayor conocimiento de los mercados, como por ejemplo, warrants, ETF y operaciones en divisas. Y entre medias de todas ellas, pueden encontrarse soluciones mixtas que proceden de los propios fondos o de imposiciones vinculadas a activos bursátiles. En ellas será el propio cliente quien tenga la última palabra sobre la gestión de sus ahorros.
Diferentes modelos de gestión
Llega el momento decisivo, en el que habrá que gestionar los ahorros de cada persona. Unos presentan una bolsa que apenas supera los 1.000 euros, mientras que los más afortunados podrán disponer de hasta cinco dígitos en su cuenta listos para invertirlos en cualquier momento. Cada caso requerirá de tratamientos en la gestión bien diferenciados, tanto en los plazos de permanencia, como en los activos en donde invertirlos.
A título orientativo, se basarían en diferentes estrategias que tomarían sus modelos de tres grupos de ahorradores claramente diferenciados: quienes apenas tienen capacidad de ahorro, los que han desarrollado una bolsa de liquidez intermedia y los capitales más exigentes.
Pequeños ahorros: quienes dispongan de una bolsa de liquidez más bien modesta, por debajo de 1.000 euros, no tendrán otro remedio que arriesgar y decantarse por los mercados bursátiles a través de los muchos diseños que hay para operar en ellos. Es la única solución para sacar fruto a su exiguo patrimonio, aunque contando que las comisiones penalizarán en exceso tan poca aportación a estos productos.
Capital medio: en este grupo estarán integrados todos los usuarios que tengan en su cuenta corriente un saldo libre de entre 2.000 y 10.000 euros. Tendrán más bazas para jugar. En este caso podrán suscribir depósitos que esté vinculados con activos bursátiles, como fórmula para mejorar su rentabilidad, y que de cualquier manera podrán combinarlo con la compra de acciones que tengan un buen rendimiento por dividendo, en torno al 5% anual. También podrán optar por modelos flexibles a través de fondos de inversión mixtos.
Grandes patrimonios: quienes hayan conseguido generar unos ahorros a partir de 10.000 euros tendrán mayores oportunidades en los mercados financieros, se les abren nuevas estrategias para mejorar su estado actual de cuentas. La forma más habitual es diversificando sus ahorros, tanto en diferentes productos bancarios, como en los derivados de la renta variable. Deberán dirigir sus porcentajes en función del capital aportado y del riesgo que deseen asumir en cada momento. Incluso podrán delegar la gestión en el banco con el que operen regularmente, para que en los casos de mayor capacidad de ahorro se vean compensados con una gestión profesional que pueda incidir en un incremento aún mayor del patrimonio.
Si el usuario bancario no sabe qué hacer con sus ahorros, o tan solo no cuenta con la preparación necesaria para gestionarlos, no le quedará más remedio que acudir a su banco y demandarles que desarrollen esta labor. Es probable que le exijan un saldo mínimo en su cuenta bastante exigente y, de no aportarlo, se tendrá que conformar con un asesoramiento básico sobre los productos más convenientes. En cualquiera de los casos, será un servicio completamente gratuito, del que gozan buen número de clientes.
En el primero de los casos, y el más deseable, le podrán diseñar una cartera de inversión diversificada, en función del perfil de riesgo que tenga cada usuario. Puede ser más bien conservador, con riesgo limitado, o con clara vocación para asumir mayores retos. Podrá ir destinado al corto, medio o largo. No en vano, los bancos disponen de expertos profesionales que se encargarán de diagnosticar el perfil de sus clientes para con posterioridad gestionar sus ahorros.