El corazón que deja de latir entraña un riesgo añadido para el cerebro: más del 80% de quienes tienen un paro cardiaco sufren secuelas importantes. Esta cifra y su gravedad varían según la ciudad donde se produzca el episodio. Serán menores, en grandes urbes con buenos y rápidos servicios de emergencias, y mayores, en zonas rurales o menos dotadas de estos recursos. Tanto la población como los médicos pueden trabajar de manera conjunta para minimizar estas secuelas. De un lado, la población general debería aprender a reconocer los casos de parada cardiaca y, hasta que lleguen los servicios de emergencias, aplicar las maniobras de reanimación cardiopulmonar que se enseñan en algunas escuelas y que se deberían recordar en el ámbito laboral. Y, de otro, los médicos pueden aplicar hipotermia, una técnica que consiste en bajar la temperatura corporal para evitar dañar el cerebro. Ambas acciones juntas consiguen reducir en un 61,5% de las secuelas neurológicas, según un nuevo estudio, publicado en la revista ‘Circulation’. En esta entrevista lo explica uno de los autores del trabajo, Esteban López de Sá, miembro de la Sociedad Española de Cardiología (SEC) y responsable de la Unidad Coronaria del Hospital La Paz, de Madrid.
En realidad, nuestro trabajo no se refiere solo al infarto agudo de miocardio (IAM), sino a las enfermedades del corazón que provocan una parada cardiaca. Algunas son debidas a los infartos, pero también a la miocardiopatía hipertrófica, la displasia arritmogénica, el síndrome de Brugada, etc. Son varias las enfermedades que conducen a una parada cardiaca y, también, son muchos los infartos que no la provocan, ya que muchos pacientes que sufren un infarto acuden a urgencias por su propio pie. Se calcula que alrededor del 30% de las personas que sufren un ataque al corazón tienen una parada cardiaca antes de llegar al hospital que acaba en muerte. Los resultados de este trabajo muestran que tener una parada cardiaca, sin recibir atención médica, es suficiente para sufrir daño cerebral. El 80% de los pacientes con parada cardiaca tienen secuelas neurológicas importantes, que varían según la ciudad donde les ocurran, puesto que los servicios de emergencias están mejor preparados en una gran ciudad que en el medio rural.
Desde el coma para siempre, un estado de vigilia sin respuesta, hasta pérdidas de memoria o llevar una vida aceptable pero sin poder volver a la vida laboral. Aunque hay otras personas que quedan sin secuelas.
El factor más importante es el periodo que media entre la parada cardiaca y el tiempo que se tarda en recibir atención médica. También es sustancial si se aplica desfibrilador, masaje cardiaco y la calidad con que este se hace: no imprime la misma fuerza para conseguir nuevos latidos si la realiza un profesional, que si la lleva a cabo una persona que lo ha visto por la televisión y no tiene mucha información. De la misma manera, la edad del afectado es otro factor significativo ya que, a más edad, menos posibilidades hay de que se recupere.
“Una persona en parada cardiaca no responde, no respira y, aunque se le agite, sigue sin responder”
Lo más importante es saber reconocer que una persona está en parada cardiaca y avisar. Lo segundo, es haber aprendido a realizar las maniobras de resucitación y aplicarlas. En los colegios se debería enseñar a llevarlas a cabo y se debería repasar en las empresas, donde habría que hacer simulacros. Pero es fundamental saber qué hacer y a quién llamar y explicar bien lo que ocurre, porque algunos llaman al 112 y no dan la información adecuada. Cuentan que se han encontrado una persona mareada en la calle y que necesita un médico, pero no dicen que esa persona ha perdido el conocimiento, que no respira y que está inconsciente. Depende de lo que se diga, la respuesta es diferente. Hay que tener en cuenta que las personas que atienden las llamadas de emergencia deciden qué tipo de recurso activan: si envían una UVI móvil o una ambulancia convencional. Los recursos son limitados y no pueden enviarlos todos para atender a todas las personas que se han desvanecido.
El afectado en parada cardiaca no responde, no respira y, aunque se le agite, sigue sin responder. Estos son los síntomas principales. Se sabe que los pacientes en parada cardiaca reciben una peor atención cuando les atiende un familiar, porque retrasa la llamada a un servicio de emergencias -pues no se espera que le ocurra a un padre, un marido o un hijo-, que cuando lo hace una persona de la calle. Se atiende mejor a los afectados desconocidos, en la calle, ya que, a menudo, un familiar se queda inmóvil sin saber qué hacer ante un evento de esta magnitud. En general, en España, los servicios de emergencias funcionan muy bien y tienen un retraso medio, para una persona en paro cardiaco, de siete minutos. Si mientras tanto se le realiza un masaje cardiaco, puede que esto sea suficiente para que no le queden secuelas.
Exacto. Los afectados evolucionan mejor si antes se ha iniciado un masaje cardiaco, siempre que sea posible por parte de un profesional, y, cuando no lo sea, por alguien que sepa algo. Ante una parada cardiaca, siempre es preferible que alguien que sepa algo lo haga, a no hacer nada.
Supone disminuir la temperatura corporal normal, de 36,5ºC, a temperaturas más bajas, entre 32ºC y 34ºC, y en mantenerla durante 12 o 24 horas.
“Los pacientes en parada cardiaca reciben una atención peor cuando les atiende un familiar que cuando lo hace una persona de la calle”
No se sabe muy bien por qué la hipotermia es útil para reducir el edema cerebral. Se cree que ocurre algo parecido a cuando se aplica frío a un tobillo torcido. Hay que pensar que el cerebro está en una caja (el cráneo) y cuando se inflama (aumenta de volumen y no cabe) dificulta el riego sanguíneo, que disminuye. En el cerebro, cuando hay un paro cardiaco y para facilitar que llegue la sangre, se activa un mecanismo que produce la liberación de unas moléculas que producen inflamación. A pesar de que el frío contribuye a mejorar esta situación, el mecanismo es complejo y no se conoce del todo.
Se aplica hielo encima del enfermo o con una inyección de suero helado. Sin embargo, cuesta controlar la temperatura con hielo: no se puede bajar en enfermos muy voluminosos, con mucha fiebre, es difícil de mantener entre los 32ºC y los 34ºC e, incluso, si baja demasiado, también es perjudicial. Desde hace poco tiempo, se utiliza un aparato de control automático con un termómetro interno, que se introduce en la vejiga o el esófago, para vigilar la temperatura y conservarla al nivel deseado. Hasta hace poco, tampoco no se sabía si la temperatura más adecuada era los 32ºC o los 34ºC. Pero, gracias a este trabajo reciente, se ha observado que es mejor enfriar al paciente a 32ºC.
Hacen falta más estudios, porque el realizado es pequeño y hay una gran variabilidad: no todos los pacientes están en la misma situación. Harían falta uno o dos investigaciones más para confirmar el resultado y comprobar que no nos hayamos equivocado, es decir, que el hallazgo no sea fruto del azar. Es lo sensato.
Estamos interesados en un nuevo estudio dirigido a resolver esta cuestión. Durante mucho tiempo no se enfrió a menos de 30 grados porque los pacientes sufrían arritmias, lo que suponía un peligro. Por eso, después se optó por aplicar hipotermia a una temperatura bastante más alta. No se conoce qué pasa entre los 30ºC y los 32ºC; se desconoce si es seguro, aunque sí se sabe que enfriar por debajo de 30ºC no lo es. Solo se ha hecho un ensayo clínico, ya que estas investigaciones son muy difíciles de realizar, porque el enfermo no puede decidir y hay que obtener la autorización de la familia, que recibe la información en muy malas condiciones. El familiar, que está en su casa y de repente recibe la noticia de que un familiar está en parada cardiaca y en coma, está en shock y esto es difícil de entender.
“El 61,5% de las secuelas neurológicas después de una parada cardiaca se pueden evitar con maniobras de resucitación e hipotermia”
El paciente con parada cardiaca es un enfermo extremadamente urgente, por lo que apremia aplicarle la hipotermia. A veces, sus familiares no están. Hay que tener en cuenta que sabemos que la hipotermia consigue enlentecer procesos que conllevan la muerte y, muchas veces, estos enfermos se encuentran en la calle y hay que decidir rápido. En casos de duda, se disminuye la temperatura a 33ºC. Debo decir que la población es muy colaboradora y altruista en estos casos de investigación clínica.
Sí, claro, y se aplica porque se sabe que es beneficiosa desde el punto de vista clínico. Se usa en situación de urgencias y, de hecho, se inicia sin el consentimiento de los familiares, porque se ha demostrado que es útil. Y, según la comunidad autónoma, hasta se comienza en la misma calle con inyección de suero helado. Al empezar el tratamiento lo antes posible, las secuelas son menores. En Madrid, lo hacen todos los servicios de emergencias. Para lo que sí se necesita el consentimiento de la familia es para incluir al paciente en un estudio aleatorio (cuando se divide a los pacientes en dos o más grupos de forma casual y se les administra un tratamiento, como cuando se ha bajado la temperatura a 32 o 34 grados sin que fuera conocido si una es más beneficiosa que la otra).
Este trabajo muestra que gracias a ambas quedan sin secuelas neurológicas el 61,5% de los afectados, un porcentaje muy alto, sobre todo si lo comparamos con lo que sucedía hace unos años cuando solo el 8% o el 9% de los pacientes no sufría secuelas.
Además del masaje cardiaco y la hipotermia, otro pilar del tratamiento para rescatar al afectado por una parada cardiaca con las mínimas secuelas es el uso de desfibriladores, con los que se aplica una descarga eléctrica para que el corazón parado vuelva a latir. En los últimos años, se han ubicado más desfibriladores semiautomáticos o DEAS en espacios concurridos, tales como estadios de fútbol, grandes almacenes y otros establecimientos públicos.
Esteban López de Sá informa de que la existencia de estos aparatos puede ser muy útil en estos sitios amplios y con gran afluencia de público, porque las paradas cardiacas suceden a 30 personas de cada 100.000. Por esta razón, es lógico que en un campo de fútbol, con capacidad para 100.000 espectadores, se produzca algún acontecimiento cardiaco adverso alguna vez.