La cirugía estética ha estado, de manera tradicional, copada por las mujeres. Sin embargo, en los últimos años, el perfil de quienes se someten a estas intervenciones ha variado. Cada vez hay más jóvenes, e incluso menores de edad, que optan por esta solución. ¿Cuáles son los criterios éticos que deben regir la práctica de esta actividad médico-quirúrgica?
La cirugía estética ha vuelto a las portadas de los medios informativos por distintos motivos. La cara triste la protagonizó la modelo argentina Solange Magnano, que falleció sólo dos días después de una intervención estética de glúteos. Los personajes populares inspiran a muchas mujeres, cada vez más jóvenes e incluso menores, que deciden someterse a una operación de cirugía estética. También el número de hombres ha aumentado estos últimos años, aunque todavía es muy inferior al de ellas. Sin embargo, como toda intervención quirúrgica, no está exenta de riesgos. Algunas personas no pueden someterse a una operación estética.
Bajo la mirada del código deontológico
La cirugía plástica se rige por el mismo código deontológico que el resto de especialidades médicas y quirúrgicas. «No tenemos un código especial», recalca Enrique Bassas Mercader, cirujano plástico y estético del Centro Médico Teknon, de Barcelona. Antes de someterse a cualquier cirugía, se entrega a los pacientes un documento de consentimiento informado, donde se exponen los riesgos y beneficios del procedimiento y que deben firmar ellos o sus progenitores, en caso de que sean menores de edad.
La principal peculiaridad de esta cirugía, respecto a otras especialidades médico-quirúrgicas, es el importante rendimiento económico para quienes la practican, ya que no están cubiertas ni por la Seguridad Social ni por las pólizas de seguros médicos. Por este motivo, siempre puede invitar a que, como ocurre en todas las profesiones, se opere a un paciente cuando no sería necesario o no estaría indicado.
Según Bassas, quienes suelen tener relación «con cuestiones poco éticas u operar a una edad en la que no correspondería por una pretensión mercantil, son los intrusos». Uno de los problemas de esta profesión es el intrusismo profesional.
Ética y ley
«Estar delgada y tener los pechos y los glúteos salientes está de moda, pero es minoritario y excepcional»
La ética de la cirugía estética merece una distinción. Si una persona ejerce la cirugía plástica sin título, comete un fraude e incurre en una ilegalidad. Pero también hay actuaciones que, sin estar perseguidas por la ley, no serían correctas desde el punto de vista ético; un ejemplo es el afán desmesurado por operar cuando hay algo que se puede solucionar sin cirugía, explica el experto, «porque el cirujano lo haría para lucrarse».
En medicina, una vez que se ha finalizado la carrera y se ha obtenido el título de licenciado y doctorado, sería una falta de ética pretender trabajar en una especialidad de la que no se conoce, «como si el cirujano cardíaco quisiera realizar una cirugía estética o a la inversa», comenta.
Asegurarse antes de la intervención
¿Cómo puede el paciente combatir estas situaciones y cerciorarse de que va a estar en buenas manos? Lo primero es fijar una serie de filtros antes de tomar una decisión firme, consultar nombres y datos relativos a los cirujanos plásticos de sociedades científicas, como la Sociedad Española de Cirugía Plástica, Reparadora y Estética (SECPRE). Esta organización sólo admite como socios a quienes tengan el título oficial de cirujano plástico y expulsa a otros denunciados por cometer faltas de ética.
Consultar a la SECPRE antes de pasar por el quirófano concede al usuario «la máxima garantía de que le va a intervenir un profesional y en un centro que reúne las condiciones adecuadas, ya que los accidentes y complicaciones no suelen ocurrir en centros importantes, sino en los pequeños, poco conocidos y con escasa esterilidad», informa Bassas. Otra arma que tiene el paciente, antes de decidirse, es pedir al cirujano plástico que le enseñe el título oficial.
Comprobaciones del cirujano
Si el paciente pone sus filtros para cerciorarse de que le opera quien debe y con las máximas garantías, el cirujano plástico también debe poner los suyos. Lo primero que éste tiene en cuenta es que el paciente recurra a la cirugía estética de forma voluntaria, no por presiones de la pareja o de forma forzada por alguna motivación extraña, y con la edad permitida por la ley. Hasta hace poco la edad legal eran 18 años; ahora se fija en 16 años. Si no se ha llegado a esta edad, hay que pedir consentimiento a los progenitores o al tutor, igual que sucede en el resto de intervenciones quirúrgicas.
En ciertos casos, el cirujano también recurre a un psicólogo para que estudie la motivación de su cliente. «El 95% piden lo ‘normal’: una nariz más bonita o un aumento de pecho. Es raro que acudan a la consulta personas con trastornos psicológicos preocupantes», dice Bassas. Casos de personas adictas a esta cirugía, son una minoria.
La ética del cirujano plástico pasa por aconsejar a estas personas las operaciones que estén justificadas, que sean razonables (no desproporcionadas) y que supongan una mejoría estética visible. Sin embargo, a menudo, los pacientes adictos desoyen sus consejos, aunque los resultados sean imperceptibles. Tras comprobar que la intervención es voluntaria y se tiene la edad legal, conocer la motivación del paciente y consultar al psicólogo si es preciso, Bassas opera cada mes a unos 30 pacientes y deniega la cirugía a 2 ó 3, en torno el 10%.
Cirugía estética en menores
¿A qué edad se debe operar a una persona? Aunque es aconsejable esperar a que haya terminado el desarrollo físico, a los 18 años, depende del tipo de cirugía y del caso. La operación de estética que con más frecuencia se realiza en niños es la corrección de las orejas en asa o de «soplillo», puesto que quienes las tienen son, en general, el blanco de burlas y comentarios. «Pese a que es preferible esperar a los 12 ó 13 años, cuando el cuerpo está más formado, y realizar un retoque a los 16 ó 17 años, hay algún caso de niños más pequeños que están muy acomplejados. Ante esta situación, lo aconsejable para evitar un daño psicológico mayor, es adelantarse», comenta este cirujano plástico.
Imagen: Ilter clinic
Las intervenciones más demandadas en las consultas de los cirujanos plásticos varían según la franja de edad. En la infancia, la operación más común se centra en retocar las orejas; las adolescentes y jóvenes de 19 a 21 años solicitan un aumento mamario y rinoplastia; en las mujeres que superan 30 años y han pasado por uno o varios embarazos, la corrección de la flacidez de la barriga y el pecho caído; y en algunas muy delgadas, la eliminación de las denominadas “pistoleras”. A partir de los 40 años, se inicia la cirugía antienvejecimiento, donde destaca el lifting, detalla Enrique Bassas.
La lectura positiva de esta tendencia a favor de un aumento de los senos, se relaciona con la independecia de la mujer joven, que antes debía pedir permiso a sus padres. La lectura negativa es el modelo de belleza que se persigue, inspirado en las “barbies” y las películas de Hollywood, con un prototipo de mujer muy delgada y con más pecho, que no es real por naturaleza. “Quien tiene mucho pecho, tiene mucho de todo. Estar delgada y tener los pechos y los glúteos salientes está de moda, pero es minoritario y excepcional”, afirma. La única forma de conseguirlo para la mayoría de las mujeres, pasa por la cirugía.
En los últimos años, además, los hombres se han apuntado a la cirugía estética para mejorar su aspecto físico, hasta el punto de que algunas intervenciones son específicas para ellos, como el trasplante de pelo para los alopécicos.