La enfermedad de Alzheimer es la causa más común de demencia en adultos. Afecta cerca de 27 millones de personas de todo el mundo y se cree que son muchos los factores que pueden provocar su aparición. Uno de los más estudiados es la anestesia, hacia la cual varios estudios han apuntado directamente como posible responsable tanto en la aparición como en el desarrollo de la enfermedad. Entender el mecanismo molecular por el cual la anestesia aumenta las probabilidades de sufrir o agravar esta enfermedad ha sido el objetivo de un nuevo estudio cuyos resultados podrían ayudar al diseño de nuevas estrategias para prevenir y tratar tanto la demencia como la enfermedad de Alzheimer.
Científicos del Office of Mental Retardation and Developmental Disabilities (OMRDD) de Nueva York (EE.UU.) han descubierto que la anestesia puede agravar el proceso neurodegenerativo en la enfermedad de Alzheimer al inducir un exceso de fosforilación -mecanismo de importancia fundamental para la regulación biológica- de la proteína tau, provocando que ésta deje de funcionar. Ya hace años que se había descubierto que la proteína tau, localizada en los microtúbulos celulares y que, en condiciones normales, contribuye a formar el armazón de la célula, era el componente fundamental de los ovillos neurofibrilares, una de las estructuras aberrantes (junto con proteína beta amiloide) que se aprecian en enfermos de Alzheimer.
Así, las proteínas tau están directamente relacionadas con el deterioro en la enfermedad de Alzheimer y en otras patologías. Antes ya se había relacionado la anestesia con el riesgo de padecer esta enfermedad pero con este estudio, publicado en la revista «Journal of Alzheimer’s Disease», se consigue dilucidar los mecanismos moleculares que median para que esto suceda. Lo cierto es que no sólo la anestesia parece elevar el riesgo de Alzheimer, también la cirugía, y es bastante conocido que hay un pequeño aunque significativo número de pacientes quirúrgicos que experimentan una forma de demencia transitoria durante el postoperatorio.
Los expertos recomiendan limitar el uso de anestesia a pacientes ancianos y con la enfermedad de AlzheimerEn exámenes en ratones, la anestesia durante cortos periodos (de 30 segundos a 5 minutos) indujo a una fosforilación de tau mucho menor que la que se produjo con anestesias de mucha más duración (una hora), probablemente a causa de la hipotermia secundaria. El hecho de que la anestesia no provocara una hiperfosforilación global en las proteínas cerebrales, sino que se diera tan sólo en la proteína tau y en áreas no habituales de fosforilación, sugirió a los investigadores que éste es el mecanismo molecular que relaciona anestesia con deterioro cognitivo y enfermedad de Alzheimer.
Hipotermia y anestesia
Otro estudio reciente publicado en «The FASEB Journal», la revista de la Federation of American Societes for Experimental Biology, muestra resultados muy parecidos. Esta segunda investigación hace hincapié, sin embargo, en el comportamiento extraño de la proteína tau cuando se produce un enfriamiento en las células cerebrales. Este enfriamiento puede venir provocado por la anestesia o situaciones de hipotermia. En el estudio, los científicos muestran cómo la proteína tau se fortalece en las células cerebrales e incrementa su presencia cuando la temperatura decae.
En este caso, los investigadores trabajaron con ratones con el mismo tipo de proteínas tau que se encuentran en el ser humano con enfermedad de Alzheimer. Un grupo de ratones fue anestesiado y el otro no. Una semana después se compararon los dos grupos, y se pudo comprobar que la proteína tau del primer grupo se había hecho más fuerte que en los que no se les había inyectado anestesia. Incluso, en aquellos ratones con la enfermedad en fases avanzadas, el crecimiento de las proteínas tau se dio mucho más rápido que en aquellos con la enfermedad en fases tempranas. «Esperamos que con esta investigación se inicie el interés por tomar precauciones y limitar el impacto de la anestesia en la enfermedad», asegura Emmanuel Planel, del Medical Center de la Universidad de Columbia, uno de los firmantes de la investigación.
La anestesia general es de extrema utilidad por muchas razones, pero este estudio muestra que cabría reconsiderar si es realmente necesaria. Ambas investigaciones lanzan una advertencia a cirujanos, dentistas y otros profesionales que practiquen anestesia a personas con enfermedad de Alzheimer o riesgo elevado de padecerla.
Demencia transitoria
A finales de 2008, un estudio mostraba los primeros resultados en modelos vivos que indicaban que un anestésico en concreto, el isoflurano, podía favorecer la enfermedad de Alzheimer. Publicada en «Annals of Neurology», la investigación llevada a cabo en el Hospital General de Massachusetts (Boston, EE.UU.) constataba que la administración en ratones de gas isoflurano generaba proteína beta amiloide en el cerebro, cuya acumulación es un rasgo de la enfermedad neurodegenerativa. Al igual que la proteína tau, la relación del péptido beta amiloide con la enfermedad de Alzheimer es bien conocida desde hace años.
Aunque los investigadores hicieron hincapié en la necesidad de más estudios, lo cierto es que ya indicaban la no conveniencia de esta anestesia para aquellos pacientes con alteraciones en sus niveles de proteína beta amiloide, como los ancianos y las personas con Alzheimer. El mismo equipo de este estudio ya había publicado el año anterior que al aplicar el isoflurano en células nerviosas en cultivo (no en vivo, aún) se activaba la apoptosis (muerte celular) y aumentaba la producción de esta proteína.
Muchas de las investigaciones en Alzheimer se centran en estos momentos a establecer las causas que originan la enfermedad, pero lo cierto es que aún quedan muchas incógnitas por resolver. Sí se sabe que se trata de una enfermedad más frecuente a medida que se envejece y que existen muchos factores que influyen en su génesis, pero se desconocen los factores desencadenantes en el tejido cerebral. Hasta ahora, el único factor genético conocido que influye en el riesgo de desarrollar Alzheimer ha sido el gen de la apolipoproteína E4, ApoE4b, hallado en noviembre de 2008 por un grupo de investigadores de la Universidad de Rochester (EE.UU.).
Según los científicos, las personas portadoras de dos copias de este gen presentan un riesgo unas 10 veces mayor de sufrir la enfermedad que los no portadores. El trabajo que mostró este hallazgo, publicado en “Journal of Clinical Investigation”, desveló que cuando el ApoE4 está presente el cerebro es mucho menos eficaz para contrarrestar el efecto tóxico de la acumulación de proteína beta amiloide y, por tanto, para evitar la formación de las placas neurodegenerativas.
Otro estudio aparecido recientemente y publicado en “Nature Genetics” se ha considerado la primera prueba de un factor de riesgo que afecta a un solo género, el femenino, y ha sumado un nuevo factor genético al hasta ahora único conocido, el ApoE4. Una variante en el gen PCDH11X está asociada sólo a mujeres y estadísticamente es muy relevante en la aparición de la enfermedad, según los investigadores del Mayo Clinic College of Medicine, en Jacksonville (EE. UU.). El PCDH11X codifica una proteína llamada protocaderina, que es parte de una familia de moléculas que promueven la adhesión y señalización entre células del sistema nervioso central. Algunas evidencias sugieren que las protocaderinas podrían separarse de una enzima vinculada a las formas de inicio precoz de la enfermedad de Alzheimer.