Entrevista

Michal Tendera, cardiólogo en la Universidad de Silesia, en Polonia

No tiene sentido invertir en tratamientos y no trabajar con el objetivo de cambiar un estilo de vida nefasto para el corazón
Por Jordi Montaner 18 de noviembre de 2008
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Imagen: CONSUMER EROSKI

Michal Tendera es catedrático de cardiología y medicina interna en la Universidad de Silesia (Katowice, Polonia). Como investigador, sus trabajos se han centrado en la insuficiencia cardiaca y la regeneración de los miocardiocitos de un corazón infartado a partir de células madre. Asimismo, ha presidido tanto la Sociedad Polaca de Cardiología como la Sociedad Europea de esta misma especialidad (ESC).

Aunque los primeros experimentos no dieron el resultado esperado, usted sigue confiando en que la terapia con células madre consiga algún día la regeneración cardiaca en pacientes con infarto de miocardio.

No se trata sólo de una impresión. Los resultados del estudio REGENT, presentados este verano en un congreso de Munich, explican por qué nuestro primer intento de regenerar el corazón infartado partiendo de células madre de la médula ósea falló.

¿Qué hicieron mal entonces y qué han hecho bien ahora?

La primera vez utilizamos una infusión intracoronaria de células madre indiscriminadas sin obtener el resultado pretendido. Esta vez, en cambio, hemos seleccionado células mononucleares -CD34 positivas y CXCR4 positivas- obteniendo una sensible mejora de la fracción de eyección del ventrículo izquierdo. Además, hemos comprobado mediante resonancia magnética que el corazón de 200 pacientes que se tenía antes por insuficiente vuelve a bombear dentro de la normalidad.

¿Resume este propósito su principal objetivo como cardiólogo?

“Uno de cada ocho europeos no llegará a cumplir 65 años”

No, creo que mi mayor reto en la especialidad ha consistido en presidir la ESC durante una etapa de gran actividad, en la que los cardiólogos europeos forjamos acuerdos con la Unión Europea como la Carta Europea de Salud Cardiaca, por la que todos los Estados miembros se comprometieron en su día a elaborar estrategias de prevención de las enfermedades cardiovasculares.

¿Espera de los organismos públicos que muevan ficha en lo que a protección de los corazones se refiere?

No sé si el mérito les corresponde sólo a ellos. Desde la ESC, se ha constatado que el número de iniciativas de base gubernamental destinadas a la prevención de enfermedades cardiovasculares ha aumentado en un 50% durante los dos últimos años… Algo se mueve. Otro aspecto que apoyé desde mi mandato y que está teniendo gran repercusión es la campaña “Women At Heart” (mujeres en el corazón), destinada a concienciar a los médicos de la importancia de las enfermedades cardiacas de las mujeres, puesto que habíamos verificado que no eran objeto de tanta atención como en el caso de los hombres.

¿Ve a Europa con un corazón fuerte?

Distinguiría la situación de los países septentrionales de la de los meridionales. Los primeros han mejorado mucho (tal vez porque se encontraban antes muy mal), mientras que países tradicionalmente “protegidos” por la dieta mediterránea, el buen tiempo o el estilo de vida menos estresado, reflejan ahora cifras de riesgo cardiovascular preocupantes.

¿Tanto como para ser causa de alarma?

Lo cierto es que los datos disponibles tampoco invitan al optimismo: el 42% de las muertes que ocurren en Europa se debe hoy a enfermedades cardiovasculares, y se espera que estas dolencias se conviertan en una verdadera epidemia en sólo 15 ó 20 años. De momento, cuatro millones y medio de europeos mueren al año por enfermedades del corazón; en todo el mundo, la cifra asciende a 17 millones. Sin embargo, esto no es lo peor…

Pues impresiona.

Sabemos que uno de cada ocho europeos de género masculino y una de cada diecisiete de género femenino no llegará a cumplir 65 años porque su corazón desistirá antes.
Somos conscientes de que en los países más ricos se están tomando medidas. Sin embargo, en el Tercer Mundo todo está por hacer y nos encaminamos a un mundo en el que el 80% de las muertes por infarto tendrá lugar en áreas pobres sin medios terapéuticos y sin políticas de prevención.

¿Un ejemplo de política de prevención realista?

Conseguir que los alimentos sanos sean más baratos que los perjudiciales; que la gente coma bien aunque sea sólo por necesidad. En la mayoría de lugares se da la paradoja de que los alimentos muy ricos en hidratos de carbono y grasas de origen animal y pobres en fibra son siempre los más baratos. Esta circunstancia dispara las cifras de obesidad y de diabetes.

ENGORDANDO CON Ñ
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Imagen: Peter

Michal Tendera quedó impresionado con el avance de la obesidad en nuestro país, que visitó en el 2006 a propósito del Congreso Mundial de Cardiología que se celebró en Barcelona. “España tiene la mayor tasa de obesidad infantil de toda Europa, y los adultos se ven cada vez más sumidos en esa espiral de sedentarismo y sobrealimentación en la que se encuentran desde hace ya muchos años los estadounidenses”. Para este experto no tiene sentido que la seguridad social de un país gaste tanto dinero en tratamientos e intervenciones con catéter sin curar el riesgo cardiaco, al tiempo que poco o nada se hace por cambiar un estilo de vida nefasto.

Medidas como oficializar raciones más discretas en todos los restaurantes y utilizar grasas más saludables y poca sal en las comidas preparadas son vistas con buenos ojos desde la cardiología del viejo continente. La otra gran asignatura pendiente es la de la educación de los más pequeños. La Sociedad Europea de Cardiología insiste en la necesidad de potenciar los contenidos de salud en las escuelas y fomentar el deporte y el ejercicio físico entre los menores. “Ya no es defendible, viendo lo que se avecina, que no existan materias de este tipo en los currículos escolares”, acusa Tendera.

El tamaño de la cintura ofrece a los especialistas una medida indirecta de la grasa abdominal acumulada, lo que se ha convertido ya en uno de los mejores elementos para pronosticar la patología cardiovascular. Se parte de límites como los 103 centímetros en hombres y 85 en las mujeres, para una talla promedio de 170 y 160 centímetros, respectivamente. Opinan los entendidos que mantener un peso razonable es importante, pero lo es más no sobrepasar una determinada medida de circunferencia del abdomen como el propuesto.

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