Entrevista

María Isabel Serrano, presidenta de la Asociación de Educación para la Salud

La salud es fuente de riqueza y la pobreza, fuente de enfermedad
Por Clara Bassi 28 de abril de 2009
Img maribel serrano
Imagen: CONSUMER EROSKI

La crisis provoca el empobrecimiento de muchas familias que se ven obligadas a dejar sus pisos, a juntarse entre sí y a vivir en condiciones de mayor hacinamiento. Esta situación puede conducir a un repunte de algunas enfermedades a medio plazo, admite María Isabel Serrano, presidenta de Alezeia, la Asociación de Educación para la Salud. Esta asociación, integrada por profesionales de distinto perfil, ha estudiado la relación entre pobreza y sistema sanitario. Entre sus numerosos objetivos pretende educar a la población para que se responsabilice de su salud. El principal método para conseguirlo son los talleres, en los que los pacientes cuentan su vivencia.

¿Cuáles son los objetivos de la Asociación de Educación para la Salud?

Uno de nuestros objetivos es promover la vida sana en los cuidados y la salud. No me refiero a la idea de que la gente tenga que tener una salud completa, porque no la tenemos nunca, sino a incorporar cambios en los estilos de vida que la favorezcan, como el ejercicio físico, disminuir el consumo de fármacos no prescritos y una alimentación sana, entre otros. Otro de nuestros objetivos es investigar sobre problemas que pueden influir en la salud. A lo largo de 18 años hemos trabajado sobre drogas y sida, y este año estamos haciéndolo sobre la pobreza en el sistema sanitario.

¿Es importante el impacto de la pobreza en el sistema sanitario?

Sí, porque influye directamente en la salud de la población. En la Carta de Tallin, que firmaron 57 ministros, se manifiesta cómo el país más pobre del mundo, que es Sudán, y los países subsaharianos (África) son los de peor nivel de salud. La salud es fuente de riqueza y, por lo tanto, la pobreza, fuente de enfermedad e incide en el desarrollo de un país.

¿Y cómo influye la pobreza en la salud de la población española?

La enfermedad, como he dicho, tiene un impacto en la riqueza de un país. Cuando una persona enferma tiene una importante discapacidad, se ve obligada a coger bajas laborales varias veces y puede llegar a ser despedida. Este contexto conduce, directamente, a una situación de pobreza. Asimismo, hay muchas personas que no trabajan, se reduce la producción de un país y del Producto Interior Bruto (PIB). Y esto es lo que estamos viviendo con la crisis.

¿La crisis empeora nuestra salud?

“Promoviendo la educación en salud se contribuye a formar personas críticas y autónomas, capaces de responsabilizarse de su salud”

Salta a la vista. Hay menos producción. Esta idea ya constaba en la Carta de Ministros, y la Organización Mundial de la Salud (OMS) también la ha manifestado. ¿Cómo queda una persona en situación de paro? Se disparan los signos de alarma. Las personas con más de 50 años, si esta situación se prolonga entre cinco o seis meses, tienen muy pocas expectativas de que las vuelvan a contratar. Estas personas, si tienen un nivel económico bajo, pueden sufrir estrés y somatizarlo, que es lo que está pasando. Hay familias que se están reagrupando, porque no pueden pagar el alquiler, la hipoteca o las demás facturas, o que alquilan habitaciones para sobrevivir. Lo que se produce, entonces, es un hacinamiento y se suscitan enfermedades como el asma y las infecciones respiratorias. Y esto tiene un impacto en el sistema sanitario.

¿Quiere decir que la crisis producirá un repunte del asma y de las infecciones respiratorias?

Directamente no, pero sí a medio plazo. Por ejemplo, en los protocolos de asma pediátrico o infantil una de las cosas que se preguntan es cuántas personas viven en casa, ya que un mayor número empeora el asma. Éste es un dato objetivo. Y el hacinamiento también puede provocar un repunte de las infecciones respiratorias.

Como la tuberculosis…

Sí, también podría ser.

Ante esta situación, ¿qué ideas tiene su asociación?

No podemos hacer nada para favorecer la disminución de la pobreza, pero sí para tener un sistema sanitario justo que recupere a sus enfermos rápidamente. En este sentido, sí que se puede influir.

¿Para alcanzar un sistema sanitario justo?

Trabajamos para que haya un sistema sanitario justo además de una mejor distribución de los recursos -que siempre son escasos- de forma que se logre un equilibrio, desde el punto de vista de justicia sanitaria. Debemos evitar, por ejemplo, que se atasquen las urgencias y allí donde hay gente “abusiva” conseguir que acudan a los especialistas que deban. De lo contrario, las personas gravemente enfermas tardan en ser atendidas por esta masificación. Este hecho está sucediendo. En esta sociedad de consumo las personas quieren satisfacer rápido sus necesidades y toleran poco las molestias y esto se traduce en un consumo inadecuado del sistema sanitario. Trabajamos para ayudar a la gente a comprender que sentir unas molestias no es lo mismo que estar enfermo y que la dirección que deben tomar no siempre es la de la sanidad. Debemos aprender a tolerar los avatares de la vida cotidiana.

¿Y cómo se consigue?

Promoviendo una educación que contribuya a formar personas críticas y autónomas, capaces de responsabilizarse de su salud y de gobernar su vida, teniendo pocas dependencias biológicas y las imprescindibles sociales.

Una cosa es estar bien educado y otra, bien informado, ¿no?

Sí. Tenemos bastante información, que es muy importante, porque es la primera fase de la educación. Pero la educación es un proceso y nosotros lo entendemos a partir de nuestra vida real y la experiencia de la gente. Consiste en conocer y comprender la salud en el marco donde se encuentra la población; y, en el caso de la diabetes, en trabajarla para que el afectado cumpla el tratamiento (en el que la alimentación es imprescindible). Mientras en la persona sana sirve para promover la salud, en la diabética, para disminuir su enfermedad. “¿Qué sabéis de vuestra enfermedad?”, les preguntamos. Y diciendo lo que saben de ella, lo que conocen, lo que comen, y el impacto que puede tener un aumento de azúcar, aprenden a alimentarse mejor, a enfrentarse a su problema, y comprenden cómo les perjudica en su vida, cuando a otras personas no les perjudica. Aceptar un cambio y una enfermedad requiere de estos enfermos una lucha para evitar las complicaciones de la diabetes, como infartos y amputaciones.

¿Cómo denominan a este método de trabajo?

Es la educación que parte de la propia experiencia y se reflexiona sobre lo que significa, por ejemplo, para una persona diabética dejar de tomar azúcar. Es “diferente” por tener diabetes y debe tomar una serie de decisiones que son difíciles. Si está más animada, su actitud será más favorable para cumplir el tratamiento. En esta sociedad las fiestas y los contactos sociales se hacen alrededor de la comida y los dulces. Así es el mundo para un diabético.

De esta forma, ¿logran que se pase de la teoría a la práctica?

De conseguirlo, volvemos continuamente sobre la experiencia. Se plantean reuniones y objetivos que no sean inalcanzables.

¿Piensa que los pacientes expertos son una buena forma de lograr estos objetivos?

Indudablemente, aunque nosotros no los llamamos pacientes expertos, ya que este término tiene una connotación que lo saca de la experiencia de la vida. En un grupo, si alguien habla de lo que conoce bien, de su problema y cuenta su experiencia con la diabetes o con otra enfermedad crónica, puede resultar muy útil. Es un paciente experto en el sentido de que ha vivido la experiencia y sabe resolverla. No es experto porque sabe, sino porque siente. Y esto es muy interesante y motivador para la gente, de gran utilidad, el que sienta y experimente.

EDUCAR EN SALUD

Alezeia, la Asociación de Educación para la Salud, está integrada por socios de distinto perfil entre los que figuran médicos, psicólogos, enfermeros y educadores. Aunque tiene numerosos objetivos y actividades, todos ellos inciden sobre un punto en común: educar para la salud. De hecho, esta asociación es una de las primeras que ha creado una metodología para investigar en educación para la salud. Con este cometido, la asociación trabaja en todas las comunidades autónomas, en casi toda España.

La asociación planifica sus actividades tras conocer la realidad del colectivo al que se dirige. Un ejemplo es el de los cuidadores de enfermos de Alzheimer. La metodología de educación experiencial que ha aplicado la asociación en sus talleres ha consistido en hacer ver a este colectivo qué es lo que le pasa, juzgar el daño que le produce y actuar, teniendo en cuenta cuál es su compromiso de cambio, según María Isabel Serrano.

Diabéticos, cuidadores informales, mujeres y adolescentes, entre otros, han sido algunos de los colectivos diana de las actividades educativas de Alezeia, cuya razón de ser es contribuir a desarrollar las potencialidades educativas y la vida saludable, aunque también realiza otras actividades: aporta su visión de distintas enfermedades en los congresos, se implica en los municipios con los que departe sobre la participación ciudadana en la sanidad y presta su apoyo a profesionales que trabajan en problemas críticos, en el mundo rural y de la marginación.

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