Peligros asociados al asma en la montaña

Los expertos aconsejan extremar las precauciones en excursiones a altitudes superiores a 3.000 metros, mientras que destacan los beneficios de altitudes inferiores
Por Núria Llavina Rubio 23 de agosto de 2010
Img montaneros
Imagen: K Rayker

Hasta hace poco, deportes extremos como la alta montaña o el submarinismo parecían inalcanzables para las personas asmáticas. Las mejoras en la prevención y el tratamiento de esta enfermedad permiten ahora una mayor disposición para este tipo de actividades, aunque los expertos sugieren tener mucho más en cuenta los factores desencadenantes de las crisis. Si bien en los deportes de alto rendimiento los principales factores de riesgo se centran en una posible mayor inhalación de contaminantes y alérgenos, en el caso de la alta montaña, el principal peligro se debe a la altitud. La Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica insiste en las recomendaciones para estos pacientes y ha presentado una guía de manejo del asma también para educadores.

El asma es una enfermedad crónica que, sin control, afecta de forma considerable a la vida del paciente. Según datos de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR), es común en cerca de tres millones de españoles. Los cambios sociales de los últimos años, que han generalizado la práctica deportiva y el turismo, han llevado a los pacientes asmáticos a realizar actividades que hasta ahora no estaban a su alcance. Esto se ha debido a la mejora de las técnicas de prevención, diagnóstico y tratamiento de la enfermedad.

La SEPAR ha aprovechado la época de verano para recordar aspectos que ya destacó en 2008 con la publicación de la «Guía del asma en condiciones ambientales extremas»: si bien la media montaña, entre 1.500 y 2.000 metros, se considera el ambiente idóneo para las personas asmáticas, a partir de los 3.000 metros deben extremarse las precauciones e, incluso, se recomienda evitar tales altitudes. Se pide a los pacientes que conozcan bien su enfermedad para controlarla, así como los factores desencadenantes de una crisis, las reacciones del organismo y, sobre todo, se aconseja visitar al neumólogo antes de realizar una actividad de riesgo.

La clave está en la altitud

Son muchas las actividades deportivas que se llevan a cabo en la montaña: senderismo, escalada, alpinismo, bicicleta, descenso de barrancos, carreras pedestres, espeleología, parapente… En invierno, a éstas se añade el esquí, el snowboard, la marcha con raquetas o la escalada en hielo. En todos los casos deberán valorarse los riesgos que implica el asma, junto con el esfuerzo necesario y la altura en que uno se encuentre.

El paciente debe ser consciente de la importancia de controlar su enfermedad tanto en la rutina diaria como en situaciones menos comunes

Si bien en los deportes de alto rendimiento los principales factores de riesgo se centran en un posible incremento de la inhalación de contaminantes de distinta índole y alérgenos (que pueden alcanzar las zonas más distales del árbol respiratorio), en el caso de la alta montaña el principal peligro se relaciona con la altitud. A medida que se asciende, la temperatura disminuye 1º C cada 50 metros, de modo que el aire se enfría y es cada vez más seco. Otro riesgo añadido es la congestión nasal motivada por la rinitis, que impide la correcta humidificación del aire, su filtrado y el calentamiento adecuado. Con todo, aumenta la hiperactividad bronquial y la gravedad de los síntomas (exacerbaciones).

Superar los 3.000 metros implica saber distinguir una posible crisis de asma del mal agudo de montaña o mal de altura. En el asma, además del dolor de cabeza, se tose y se tiene dificultad respiratoria. Sin embargo, moverse entre 1.500 y 2.000 metros tiene efectos beneficiosos porque es en esta altura donde no hay ácaros, contaminantes ni hongos y la polinización es muy corta. En estos casos, los expertos recomiendan la actividad deportiva en la montaña si el asma está bien controlado.

Recomendaciones

El paciente debe ser consciente de la importancia de controlar la enfermedad tanto en la rutina diaria como en una situación poco común. La SEPAR insta a visitar antes del viaje al neumólogo, que aportará consejo según la altitud, la forma física, la naturaleza del terreno y la proximidad de una posible atención sanitaria adecuada. Si se pretende superar los 3.000 metros, además, hay que realizar una evaluación psicológica, la valoración del grado de actividad que se llevará a cabo y los objetivos de la actividad deportiva.

El equipaje, por otro lado, debe contener siempre la medicación antiasmática. Una vez en la montaña, es necesario proteger la nariz y la boca de las bajas temperaturas con pasamontañas o mascarillas especiales y tratar el mal de montaña al notar el primer síntoma. La alimentación también debe ser adecuada, como en cualquier deportista. Hay que suplementar la ingesta calórica con 350 kcal por cada hora de ejercicio sobre la ingesta habitual (1.600-2.000 kcal) e ingerir de 4 a 5 litros de agua o líquidos isotónicos a temperaturas demasiado frías. Es preferible beber poca cantidad, pero a menudo. Tampoco el café, el té o el chocolate son las mejores opciones para hidratarse, por su efecto diurético.

El control de otras enfermedades paralelas (rinitis o infección respiratoria, entre otras), disponer de un botiquín básico de emergencia que contenga un espirómetro portátil de turbina y un pulsioxímetro, comunicar el estado asmático a los compañeros, planificar la alimentación y llevar alguna botella portátil de oxígeno son otros consejos de los especialistas.

MANUAL PARA EDUCADORES

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La SEPAR presentó en su último congreso nacional la “GEMA (Guía Española para el Manejo del Asma) Educadores. Manual del educador en Asma”, que se suma a la serie de publicaciones GEMA dirigidas a profesionales y a pacientes, cuyo objetivo es mejorar la información sobre la enfermedad y la formación del profesional sanitario en aspectos concretos. Esta publicación, en la que han participado 27 expertos, está destinada a los profesionales relacionados con el manejo del asma. Según esta sociedad, pretende ser el documento de referencia en España para los educadores de la enfermedad.

Contiene aspectos esenciales, de forma concreta, sencilla y muy útil. Destaca técnicas para conseguir el desarrollo de habilidades de comunicación específicas elaboradas por neumólogos, personal de enfermería y psicólogos. También se hace mención a los tratamientos más utilizados, en especial a los inhaladores, y a factores educacionales en grupos como las mujeres embarazadas, los niños y los adolescentes.

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