No es una novedad que la contaminación resulte perjudicial para la salud. Muchos estudios ya han demostrado su influencia en la aparición de determinadas enfermedades, sobre todo las que afectan al sistema respiratorio, pero lo que resulta nuevo es la evidencia, cada vez más indiscutible, de su relación con enfermedades cardiovasculares como la trombosis venosa e, incluso, en la arterioesclerosis.
Una nueva investigación que relaciona los niveles de contaminación atmosférica con un mayor riesgo de trombosis venosa viene a sumar datos a la evidencia. El estudio, publicado recientemente en la revista «Archives of Internal Medicine», ha sido realizado en la Escuela de Salud Pública de Harvard en Boston (EE.UU.). Los investigadores han evaluado la exposición a partículas contaminantes en 870 pacientes que habían sido diagnosticados de trombosis venosa profunda (TVP) en Lombardía (Italia) entre 1995 y 2005, comparándolos con 1.210 pacientes sanos.
Se midió la exposición a partículas de menos de 10 micrómetros de diámetro, que son las consideradas más perjudiciales para el sistema cardiovascular. Los resultados evidenciaron que los individuos que habían padecido una trombosis venosa, en general, estaban sometidos a una mayor exposición a la contaminación atmosférica que los controles sanos. Concretamente se calculó que, por cada aumento en la exposición durante el año anterior de 10 microgramos por metro cúbico de partículas, el riesgo de trombosis aumentaba en un 70%.
Otro dato relevante se refiere a los análisis sobre la coagulación sanguínea de los pacientes de ambos grupos, ya que los expuestos a mayores niveles de contaminación tenían tiempos de coagulación más cortos, lo que es un factor que predispone a la formación de trombos.
Contaminación y arterioesclerosis
En días con mayores niveles de contaminación hay más personas que sufren un evento cardíaco
A los ya conocidos factores que predisponen a la arterioesclerosis , como el tabaco, la dieta inapropiada o la falta de ejercicio, se añade la investigación del papel de otros nuevos, entre los que se encuentra la contaminación ambiental. Algunos estudios epidemiológicos ya han confirmado que en los días con mayores niveles de contaminación hay más personas que sufren un evento cardíaco, y lo que se plantea ahora es si la exposición diaria a la contaminación debería considerarse un nuevo factor de riesgo cardiovascular.
Cada vez hay mayor evidencia de que los contaminantes atmosféricos elevan el riesgo de enfermedades cardiovasculares. Está demostrada estadísticamente la relación entre el nivel de contaminación atmosférica y la incidencia de cardiopatía isquémica (angina e infarto de miocardio), arritmias e insuficiencia cardiaca. Estudios efectuados mediante experimentación animal han ido más lejos demostrando el papel de partículas contaminantes en la génesis de las lesiones arterioscleróticas.
Según un estudio efectuado por investigadores norteamericanos, determinadas partículas contaminantes provocan estrés oxidativo y ateroesclerosis precoz. Las partículas de menor tamaño -con diámetro inferior a 2,5 µm (PM2.5)-, son las que resultan más perjudiciales, debido a su mayor potencial oxidativo. Como mecanismo mediador de este fenómeno se han descrito, entre otros, cambios a nivel del óxido nítrico provocados por oxidantes ambientales.
Incremento del estrés oxidativo
Para demostrar esta hipótesis se expusieron ratones a este tipo de partículas. Los ratones expuestos desarrollaron arterioesclerosis precoz, en comparación con los que se pusieron en contacto con partículas contaminantes de mayor tamaño o los expuestos a aire filtrado. El contacto con estos contaminantes produjo una inhibición de la capacidad antiinflamatoria de las lipoproteínas de alta densidad y un incremento del estrés oxidativo.
A pesar de que los estudios efectuados en animales confirman el papel de la contaminación en la génesis de la arterioesclerosis, todavía no puede afirmarse que en humanos ocurra lo mismo. Nino Kunzli, uno de los científicos que lideran esta línea de investigación, hace unos años llevó a cabo un estudio en el que se vio que las personas que viven en zonas con niveles de contaminación más elevados tienen un mayor grosor en la pared de sus arterias. El investigador forma parte del Centro de Investigación en Epidemiología Ambiental (CREAL) que recientemente organizó la reunión internacional bajo el lema «Mas allá de las fronteras: Ateroesclerosis y contaminación».
Otro estudio, realizado por Barbara Hoffman, también ha demostrado la relación entre contaminación y arterioesclerosis. El trabajo se llevó a cabo con 4.500 individuos que residían en tres ciudades del área industrializada de la región del Ruhr, Alemania. Se encontró que el grado de calcificación arterial estaba directamente relacionado con la distancia entre la vivienda y el tráfico pesado. En comparación con los individuos que vivían más alejados, la calcificación fue un 63% más alta para los que vivían a menos de 50 metros.
La trombosis venosa (TV) es la presencia de un trombo (coágulo sanguíneo) en una vena y la respuesta inflamatoria que le acompaña. Puede producirse en el sistema venoso superficial o en el profundo, en estos casos revisten mayor importancia por las potenciales complicaciones. La mayoría de las TVP se producen en las venas de las extremidades inferiores, sobre todo, en las situadas por debajo de la rodilla. Hay una serie de factores que predisponen a la aparición de una TV, entre los que destacan el enlentecimiento circulatorio (varices, inmovilización por fracturas o viajes prolongado) y los estados que provocan un incremento en la coagulación sanguínea (embarazo o toma de anticonceptivos, entre otros).
El dolor y la hinchazón son los signos más característicos, aunque a veces algunas TV pueden pasar desapercibidas. Una de las consecuencias más temidas de la TV es el tromboembolismo pulmonar. En este caso, los coágulos de las extremidades inferiores se desprenden y desplazan hacia los pulmones, taponando alguna de sus venas. Los síntomas se manifiestan en forma de dolor súbito en el pecho y dificultad para respirar y su gravedad depende del tamaño y número de trombos.
Los viajes prolongados pueden predisponer a la aparición de una TV, lo que se conoce como síndrome de la clase turista. La escasa movilidad dificulta el retorno venoso, con el consiguiente riesgo de trombosis.