“El 60% de los patógenos humanos son de origen animal y el 75% de las enfermedades emergentes de los animales se pueden transmitir a los seres humanos”, según la Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE). Con estos datos, parece claro que actuar durante las etapas de la cadena alimentaria, en concreto en la granja, es determinante para el control de los agentes patógenos en su origen. Con motivo del Día Mundial de la Salud, celebrado el pasado 7 de abril, la OIE, junto con la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización para la Alimentación de las Naciones Unidas (FAO), señalan la importancia de trabajar en todos los eslabones de la cadena alimentaria para conseguirlo. El artículo destaca la importancia del control veterinario y del bienestar animal para proteger la seguridad alimentaria.
La salud animal es, desde hace unos años, un tema en el que se han involucrado las más importantes organizaciones internacionales (OIE, OMS o FAO), ya que se ha demostrado que resulta fundamental garantizar una detección temprana de las enfermedades animales para asegurar la inocuidad de los alimentos. También tanto la salud como el bienestar animal se han convertido en dos de las principales preferencias de la política comunitaria (Estrategia de Salud Animal para la Unión Europea, 2007-2013), cuya finalidad ha sido limitar la propagación de enfermedades animales a través de la prevención. Además, en un contexto en el que han aumentado los movimientos, no solo de personas, sino también de animales, los expertos se plantean la seguridad de los alimentos como un desafío clave en todos los países del mundo. Por eso para la OIE es esencial «actuar en todas las etapas de la cadena alimentaria: de la producción en la granja hasta el consumidor».
Control veterinario para minimizar riesgos en las granjas
Los alimentos pueden contaminarse en distintos procesos de la cadena alimentaria. Por eso el control en cada una de sus fases, desde la producción al transporte, sacrificio y distribución, es imprescindible para asegurar que los alimentos lleguen al consumidor con todas las garantías sanitarias.
En la granja, los piensos que se dan a los animales pueden contaminarse con bacterias como Salmonella y causar una infección que puede afectar a las personas. Los parásitos también pueden infectar a los animales productores de alimentos y la leche puede contaminarse al entrar en contacto con las heces o polvo ambiental. Durante el sacrificio, la carne también puede ser objeto de contaminación por el contacto con los intestinos o la piel de los animales en el matadero.
El control veterinario es imprescindible para asegurar que los alimentos cumplan con los requisitos de seguridad e inocuidad
Las acciones para controlar estos riesgos en el punto de origen son varios. Destacan las políticas de prevención que apuestan por mejores prácticas establecidas por la OIE y el Codex Alimentarius. Pero, sobre todo, es imprescindible el trabajo de los veterinarios, cuya labor garantiza que los productos de origen animal destinados al consumo cumplan con todos los requisitos de seguridad e inocuidad.
Los veterinarios se encargan de que los animales que se usan como fuente de alimento (leche, carne) cumplan con rigurosas condiciones de producción. Vigilancia de la calidad y la inocuidad, lucha contra las zoonosis y la investigación en el campo de la biomedicina son tareas fundamentales de los servicios veterinarios. Y es que uno de los principales desafíos de la veterinaria es la salud pública a fin de evitar que los consumidores estén expuestos a enfermedades transmitidas por el consumo de carne, leche, huevos, queso o pescado.
El alcance de la investigación veterinaria, por tanto, es doble. Por un lado, se mejora la salud de los animales a través de vacunas y tratamientos y, por otro, los ciudadanos, gracias a la investigación y el control de ciertas enfermedades, tienen a su alcance alimentos más seguros.
La importancia del bienestar animal
El bienestar animal es uno de los aspectos que atienden los profesionales veterinarios. Buena alimentación, entorno favorable, salud óptima y comportamiento adecuado son los cuatro principios en los que se fundamenta este concepto. Y es que, en los últimos años, la ciudadanía ha ido interesándose cada vez más no solo por el valor nutritivo y la seguridad de los alimentos, sino también por el modo en que se han criado los animales.
Integrar el concepto de bienestar animal en la cadena alimentaria ha obligado a desarrollar estrategias de vigilancia de las explotaciones ganaderas. Esta es una labor en la que confluyen productores (gestión y control de sus animales), certificadores (evaluación de granjas y mataderos) y consumidores (que cada vez son más exigentes con la forma de producción de los alimentos que adquieren).
El proyecto europeo Animal Welfare define muy bien los criterios en los que se debe basar el bienestar animal. El acercamiento a este concepto debe hacerse desde un ámbito multidisciplinar en el que se incluyan especialidades como la biología, la psicología, la etología, la biotecnología y las ciencias veterinarias.