Se calcula que un 85% del agua que se consume en todo el mundo va dirigida a la agricultura. Uno de los retos para los productores es reducir el uso de agua sin que ello repercuta de forma negativa en la calidad de los alimentos. El proyecto europeo VEG-I-TRADE (“Impacto del cambio climático y la globalización en la seguridad de productos frescos como factores determinantes en una cadena de suministro de soberanía alimentaria sin concesiones”), que empezará en 2014, ha empezado a investigar la influencia de distintas dosis de riego de agua sobre las características de calidad y seguridad de las lechugas recién cortadas, en concreto la variedad romana e iceberg. Este estudio demuestra la influencia de los sistemas de cultivo en la calidad de los productos frescos.
Durante tres años, los expertos han realizado distintos ensayos de campo y han aplicado distintas dosis de agua. Según los primeros resultados, el uso de un 25% menos de agua de riego prolonga el tiempo de almacenamiento de las lechugas (vida útil), disminuye el pardeamiento en el borde de las hojas y conserva la calidad microbiológica. En cambio, con el uso de más agua se han encontrado los efectos opuestos. Para los expertos, no solo se obtiene una lechuga de mayor calidad, sino que además se reduce el uso de agua.
Desde mayo de 2010, un total de 23 países de todo el mundo participan en el proyecto con la investigación de virus y bacterias (E.coli), micotoxinas y residuos de plaguicidas en productos frescos. Además, el estudio, que coordina el Departamento de Inocuidad de los Alimentos y Calidad Alimentaria de la Universidad de Gante (Bélgica), analiza el impacto de la globalización y el
Sistemas de cultivo y calidad de productos frescos
Temperatura, lluvia, luz y agua influyen de forma decisiva en la calidad y seguridad de los productos frescos
La calidad de los productos frescos empieza en la cosecha. Las medidas de control que se apliquen en este primer paso de la producción son muy importantes. Aspectos como la temperatura, la lluvia, la intensidad de la luz, el sistema de riego y el uso de plaguicidas influyen de forma decisiva en la calidad y seguridad del producto final. Estas condiciones influyen en la contaminación de patógenos ya que pueden afectar la fisiología de la planta, la estructura del tejido y la ecología microbiana. La cadena de producción de alimentos frescos es una de las más vulnerables a la contaminación, sobre todo porque verduras y frutas se consumen en la mayoría de los casos sin un tratamiento térmico previo.
Según un informe realizado en 2008 por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), los vegetales de hoja verde han sido una de las máximas preocupaciones en cuanto a riesgos microbiológicos. Debe tenerse en cuenta que la información sobre la cadena de productos frescos no siempre es completa y exhaustiva. Uno de los desafíos es, por tanto, disponer de la máxima información sobre los distintos procesos a los que se someten los productos frescos y cuáles son las responsabilidades de los distintos implicados en la gestión de estos alimentos.
Agua y agricultura
No todos los cultivos requieren la misma cantidad de agua. Para que se produzca un adecuado crecimiento vegetativo, es necesaria una adecuada cantidad de agua en el momento idóneo. Cada cultivo requiere unas condiciones de agua muy específicas, que varían en función de las condiciones climáticas de cada lugar. Debe tenerse en cuenta también que la agricultura, además de ser uno de los principales beneficiarios de los recursos hídricos, contribuye a la contaminación del agua por exceso de nutrientes, pesticidas y otros contaminantes. Según datos de la Comisión Europea, un 44% de la extracción total de agua en Europa se usa para la agricultura, sobre todo en los países del sur.
El agua ozonizada que se usa para el riego proporciona a los cultivos oxígeno a la raíz de las plantas y minimiza el riesgo de virus, bacterias, hongos, algas y otros microorganismos. El ozono, según los expertos, lucha contra bacterias como Streptococcus o Pseudomonas. El riego de cultivos con agua ozonizada tiene los siguientes beneficios:
Protege contra enfermedades. El ozono destruye los microorganismos presentes en el agua y aumenta el contenido de oxígeno. Además, los productos que se riegan con este tipo de agua conservan sus propiedades organolépticas durante más tiempo.
Promueve un mejor crecimiento. El agua ozonizada está libre de gérmenes y, por tanto, promueve un mejor crecimiento, más rápido.
Es un agente bactericida muy fuerte.