A pesar de que el mar, los ríos y lagos y las piscinas se asocian a un ambiente festivo, la realidad es que no están exentos de riesgo. Ahogamientos o casi ahogamientos y traumatismos al practicar deportes náuticos suponen una tasa de morbilidad y mortalidad nada despreciable. Para reducirlos, la clave está en la prevención y la educación de niños, adolescentes y adultos. En este artículo se citan cuáles son los accidentes acuáticos más frecuentes y qué medidas hay disponibles para disminuir la tasa y minimizar sus consecuencias.
Los últimos registros del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad señalan que en España en el 2010 tuvieron que ser hospitalizadas 478 personas a consecuencia de un conato de ahogamiento por sumersión, más del doble que el año anterior. Además, datos provenientes de EE.UU. apuntan que cerca del 15% de niños que tienen «casi ahogamientos» fallecen, mientras que otro 20% sufre daños cerebrales severos y permanentes.
La evolución del paciente, sea niño o adulto, que tiene un accidente acuático está relacionada con su situación a la llegada al servicio de urgencias del hospital, por las características del paciente y del propio incidente y por el tiempo sucedido hasta que se empiezan a aplicar las primeras técnicas de recuperación cardiopulmonar. De ahí la importancia de generalizar la enseñanza de las maniobras de soporte vital básico a la población adulta.
Accidentes acuáticos y adolescencia
Las causas de ahogamiento por sumersión son distintas, según la franja de edad. Así como en los más pequeños se encuentran la falta de vigilancia por parte de los cuidadores y la existencia de objetos atractivos en el agua o cerca de ella, cuando son más mayores la causa primera es la excesiva confianza en sus capacidades nadadoras. Sin embargo, en la adolescencia, los factores de riesgo son bien distintos:
- Consumo de alcohol.
- Síncopes o convulsiones.
- Ingesta de sedantes.
- Padecer una enfermedad cardiovascular de base que pueda provocar arritmias durante el baño.
- Practicar deportes náuticos con riesgo de sufrir accidentes. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE) en el 2009 hubo 432 fallecimientos derivados de un accidente acuático.
A veces, los accidentes acuáticos causan daños de gravedad. Son muchas las lesiones medulares debidas a una «mala» zambullida, más frecuentes en varones de los 15 a los 30 años. Tirarse de cabeza sin comprobar la profundidad puede producir una hiperflexión o una hiperextensión del cuello que ocasiona un daño medular que puede ser irreversible. Según la Asociación para el Estudio de Lesiones Medulares (Aesleme), los «malos» chapuzones provocan el 6,5% del total de lesiones medulares registradas en España, con unas 50 víctimas anuales, de las cuales, el 90% sufren tetraplejia o hemiplejia.
Las actividades de riesgo y el consumo de alcohol están presentes entre el 30% y un 50% de los ahogamientos de jóvenes y adultos
Las estadísticas apuntan que la incidencia de estos percances aumenta, en parte por la gran afluencia de gente en playas y pantanos, el incremento de piscinas privadas, el auge los deportes acuáticos y el consumo de alcohol. Estos dos últimos forman un binomio peligroso: las actividades de riesgo y la ingesta de bebidas alcohólicas están presentes entre el 30% y el 50% de los ahogamientos de jóvenes y adultos y en casi el 50% de las lesiones medulares por zambullidas. Tampoco son extrañas las caídas por la borda después de haber bebido más de lo aconsejado.
Adolescencia y comportamientos de riesgo
Muchos de estos accidentes se habrían evitado con un mínimo de sentido común. Y aunque las cifras del INE aseguran que el número de lesiones y la tasa de mortalidad son mayores entre quienes visitan nuestras playas que entre los residentes, desde el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, a través de la publicación de la guía-cómic «Disfruta del agua y evita los riesgos«, recuerdan a todos los jóvenes cuál es la mejor manera de prevenir las lesiones.
Hacen hincapié en que bañarse durante la noche y, más aún, si se combina con alcohol puede tener resultados fatales. Mencionan, asimismo, que lanzarse de cabeza desde balcones, árboles o puentes y zambullirse en lugares desconocidos, con poca profundidad o desde una altura muy elevada, o en zonas donde pueda haber ramas, rocas u otros bañistas puede provocar traumatismos craneales graves o lesiones medulares en la región cervical de la columna con resultado de tetraplejia (parálisis de brazos y piernas). También aconsejan comprobar con cuidado la profundidad del agua antes de sumergirse y evitar bucear o saltar en aguas turbias donde pueden no ser visibles otros nadadores y objetos.
Otros dos factores que contribuyen a adoptar comportamientos de riesgo con consecuencias graves para la salud son el consumo de alcohol y drogas, que provocan desinhibición; también esta conducta por parte de progenitores o cuidadores produce relajación en la vigilancia de los más pequeños.
La práctica de deportes náuticos no está exenta de riesgo y, menos, en los niños pequeños. Estos no están capacitados para realizar según qué actividades acuáticas y su práctica, si no se siguen medidas de seguridad, puede causarles lesiones o traumatismos con secuelas de distinta gravedad. Por este motivo, se hace totalmente necesario que en una embarcación, aunque no estén en alta mar, lleven puesto siempre un chaleco salvavidas homologado.
A pesar de que en los menores de 14 años su uso debe estar supervisado por un adulto, es importante enseñarles a usarlo y a que no se lo quiten. Además, hay que tener en cuenta que sea adecuado para la edad, talla y peso del pequeño y le quede ajustado, que asegure el enderezamiento y flotabilidad con la cabeza fuera del agua, que proteja y mantenga el cuello y la cabeza, que sea fácil divisarlo en el agua, con colores vivos y bandas reflectantes, cierres regulables, cincha entre las piernas hasta mínimo los ocho años, asa de izado y silbato.