Tener la presión arterial sistólica (máxima) ligeramente por encima del límite normal, 140 milímetros de mercurio (mmHg), se ha asociado a una menor mortalidad en las personas ancianas, según un estudio del Departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) y publicado en la ‘Revista Española de Cardiología’ (REC). A raíz de esta investigación, se ha revisado al alza el límite permitido para los ancianos, de manera que, a partir de los 80 años, las cifras deberían ser algo superiores a las consideradas hasta ahora normales. No obstante, este mensaje no es válido para el resto de la población, que debe seguir cumpliendo de manera escrupulosa con los valores normales (80 mmHg y 140 mHg) para salvaguardar su salud cardiovascular, explica en esta entrevista Enrique Galve, presidente de la sección de Riesgo Vascular y Rehabilitación Cardiaca de la Sociedad Española de Cardiología (SEC) y coordinador jefe de la Unidad de Insuficiencia Cardiaca del Hospital Vall d’Hebron, de Barcelona.
Cerca de una tercera parte de la población adulta.
Sí, a partir de los 65 años afecta a dos terceras partes de la población y es probable que casi todos los octogenarios o nonagenarios sean hipertensos, según los criterios clásicos.
“A partir de los 65 años la hipertensión afecta a dos terceras partes de la población”
El principal motivo es la pérdida de elasticidad de las arterias, que pierden flexibilidad y capacidad de distenderse ante la sangre que llega impulsada por el corazón con los latidos, y asciende la presión sistólica. En cambio, la diastólica no asciende, se mantiene igual con el paso de los años. Por ello, se habla de “presión diferenciada”: muchos pacientes dicen que tienen las cifras máxima y mínima “muy separadas”. Lo que ocurre es que ningún fármaco puede bajar una sin bajar la otra.
Son 140 mmHg para la presión sistólica (máxima) y 90 mmHg para la diastólica (mínima). A partir de estos valores, se considera que una persona padece hipertensión. Estos son los criterios que se aplican a la población general y que recogen las guías europeas.
Sí, hay una corriente de opinión que se ha desarrollado en los últimos cinco años, según la cual habría una tendencia a que sujetos diabéticos o con enfermedad renal mantengan sus cifras de presión no solo por debajo de 140 mmHg, sino por debajo de 130 e, incluso, de 120 mmHg.
“Casi todos los individuos octogenarios o nonagenarios son población hipertensa”
Lo que ocurre es que recientemente se ha puesto de manifiesto que con las cifras de presión y el riesgo asociado se produce una “curva en forma de U”. Me explico: en una gráfica donde, en el eje de abscisas u horizontal represente la presión arterial y, en el eje vertical o de ordenadas, el riesgo, significa que si se desplaza por el eje horizontal, hacia la derecha, asciende el riesgo por tener unas cifras altas. Y lo mismo sucede si se desplaza a la inversa, por la gráfica en el eje horizontal, hacia la izquierda: la presión arterial es baja y, en cambio, el riesgo es alto.
Hay que segmentar a la población. Siempre que se desarrollan nuevas guías clínicas se retocan aspectos concretos y, en estas últimas, el aspecto más novedoso que se ha perfilado es el relativo a la edad. El artículo, de la Dra. Alicia Gutiérrez-Misis, médico especialista en Medicina Familiar y Comunitaria vinculada al Departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad Autónoma de Madrid, incide en que en los individuos más añosos la presión arterial debería ser más alta y en lo qué hay que hacer desde el punto de vista del manejo.
El estudio de Gutiérrez-Misis ha obtenido otros puntos de corte de la presión óptima para los individuos ancianos de verdad, que es más alta. Esta investigación se realizó con una cohorte de Getafe (Madrid) que entró en el estudio hace 17 años. En aquella época todos los participantes tenían más de 65 años, por lo que, al sumar estos años de seguimiento, todos tenían más de 82 años (85, 90, 95, etcétera), por lo tanto, eran personas muy ancianas. Hay que insistir en que estos datos solo son aplicables a un segmento de la población de edad muy avanzada. Al inicio del trabajo, la cifra máxima óptima que dio menos mortalidad fue 136 mmHg; sin embargo, al final resultó ser de 147 mmHg. Esa es la mejor en cuanto a mejor pronóstico en los muy ancianos. Por eso hay que decir, a raíz de este estudio, que en las personas de edad avanzada las cifras de la presión arterial sistólica deberían elevarse.
“En las personas de edad avanzada las cifras de la presión arterial sistólica deberían elevarse”
Las guías europeas no han sido tan osadas. Pero, desde el punto de vista del tratamiento, dicen que hay que empezar a tratar a los individuos si superan los 160 mmHg y no consiguen bajarla a 150 mmHg, que ya es el nuevo límite óptimo identificado para los individuos ancianos. Se refiere a los individuos de más de 80 años (“elderly”, en inglés). Se han hecho estudios de morbimortalidad en estos individuos y, según el estudio de la hipertensión de Gutiérrez-Misis, a los 65 años la presión arterial óptima está en los 136 mmHg, pero en personas octogenarias o nonagenarias es de 147 mmHg.
La única covariable en la que se debe ser más estricto es en el tratamiento de los diabéticos, en cuyo caso se deben conseguir cifras más bajas de presión diastólica y el punto de corte no son los 90 mmHg, sino los 85 mmHg. Hay una tendencia, por parte de la comunidad médica, a simplificar datos objetivos y numéricos ya que, de otro modo, todo sería de una enorme complejidad.
Creo que el mensaje del artículo de Gutiérrez-Misis es el siguiente: “Cuidado con las guías de hipertensión arterial. A partir de los 80 años, las cifras de presión arterial diastólica normales deben ser superiores a las consideradas hasta ahora”. En cuanto a las guías europeas, desde el punto de vista del tratamiento de la hipertensión, el objetivo debería ser tratarla sin bajar por debajo de 150 mmHg. Hay que ser más dulce y menos intensivo en el manejo de un paciente anciano que tenga un grado de presión arterial importante.
Uno de los principales problemas al que se enfrentan los pacientes y los médicos en el control de las cifras de presión arterial es que esta varía de forma continua. Esta puede oscilar notablemente a distintas horas del día, en función de la actividad que realice. La única solución es “hacer una media de todos los valores“, comenta el Enrique Galve.
Las guías europeas proponen a los pacientes que se compren un tensiómetro y registren medidas durante siete días consecutivos, por la mañana y por la noche, pero no cuando el paciente quiera, sino que hay que hacerlo con cierta regularidad (a las nueve de la mañana y a las nueve de la noche, como guía), al menos dos veces y dejando que transcurra un minuto entre ambas mediciones. “El promedio de todas las presiones se aproxima más a la presión de verdad e indica si hay que tratarla mejor”, añade Galve.