Desde residuos urbanos, a los que estamos habituados, hasta biosanitarios, citostáticos, químicos y radiactivos, entre otros, forman parte de la gran cantidad de basura que todos los días producen los centros sanitarios. Estos se clasifican y eliminan por procedimientos especiales, previstos por distintas normativas, para garantizar la seguridad en el medio hospitalario y de la población.
Tipos de residuos en los hospitales
Los hospitales son grandes organizaciones que producen distintos tipos de residuos. La legislación española (la Ley 10/1998 de 21 de abril de residuos, el Real Decreto 833/1988 de 20 de julio, sobre residuos tóxicos y peligrosos, entre otras normas, decretos y reglamentos estatales) y las normativas de las comunidades autónomas los clasifican dentro de distintas categorías y regulan su recogida y eliminación por distintos procedimientos.
Así, en un hospital los residuos generales o sólidos urbanos pertenecen a la categoría I; los de clase II son los biosanitarios asimilables a urbanos; los de clase III, los biosanitarios especiales; los de clase IV, los cadáveres y restos humanos de entidad suficiente; los de clase V, los residuos químicos; los de clase VI, los citotóxicos; los de clase VII, los residuos radiactivos; y, en último lugar, figuran los vertidos industriales. Pero, ¿cómo se elimina cada uno de estos tipos de residuos?
Residuos urbanos
Dentro de la categoría de residuos sólidos urbanos o de la clase I, se encuentran materiales tan diversos como el aceite doméstico, los colchones, las latas, el papel, el vidrio, el cartón, el plástico, mobiliario, escombros, latas, madera, restos de poda (jardinería) y de comida, y residuos electrónicos que se consideran peligrosos, como los tóners y los tubos fluorescentes que precisan un tratamiento especial. Sólo parte de estos residuos son reciclables. Se generan en servicios de administración y en consultas de los hospitales, las salas de espera, la cocina, la cafetería, el comedor, los almacenes, vestuarios, despachos y puntos de mantenimiento, entre otros.
Entre los residuos biosanitarios especiales se encuentran las agujas, las hojas de bisturí y los instrumentos cortantes y punzantes
Junto a esos residuos urbanos, también hay otros, los biosanitarios o de la clase II que no suponen ningún peligro y que, por lo tanto, reciben el mismo tratamiento que los urbanos y se eliminan como estos. Entre ellos se encuentran algunos tan característicos de un centro hospitalario como vendajes, gasas, sondas, guantes, apósitos, tubuladuras, filtros de diálisis, bolsas de sangre vacías, equipos de goteos, bolsas de orina y distintas clases de material que haya estado en contacto con los pacientes (salvo los residuos de la clase III).
Estos residuos se generan en salas de curas, de despertar, de exploración, en servicios de hemodiálisis, laboratorios, unidades de hospitalización y cuidados intensivos, maternidad y consultas externas, entre otras. La retirada de los residuos urbanos se efectúa de acuerdo a la ley de basura urbana de cada Ayuntamiento. Los hospitales se encargan de segregar estos restos y, para eliminarlos, caben dos posibilidades. Una es contratar a una empresa autorizada que, a través de unidades de limpieza, retire los residuos sólidos urbanos y los lleve a depósitos finales, donde se encuentra un compactador de basura, y de ahí al vertedero.
Y la otra es que sea el propio Ayuntamiento de cada municipio el que, de acuerdo a la Ley de basura urbana, se responsabilice de transportarlos al vertedero y que empresas autorizadas se encarguen de llevar los residuos segregables al compactador correspondiente, es decir, el papel a un compactador de papel (y lo mismo con el cartón, el plástico, el vidrio, etcétera), según informa David Cogolludo, jefe de Servicio de Asuntos Generales del Hospital Severo Ochoa, de Leganés (Madrid).
Residuos biosanitarios
Los residuos biosanitarios especiales -clase III- son los patológicos, contagiosos o infecciosos, es decir, que pueden producir contagios de patologías producidas por el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) o el virus de la hepatitis C (VHC), entre otros. Entre ellos se encuentran las agujas, las hojas de bisturí y los instrumentos cortantes y punzantes. Normalmente proceden de curas que se realizan a enfermos infecciosos, los laboratorios y servicios especiales, anatomía patológica, unidades de cuidados intensivos, quirófanos, urgencias y maternidad.
Estos residuos no se pueden gestionar como los residuos biosanitarios asimilables a urbanos, debido a la peligrosidad que entrañan para la salud laboral y pública y el medio ambiente, según lo establecido por la Ley 10/1998. Y se depositan, de acuerdo a lo que establece el Real Decreto 833/1998, en recipientes especiales. Los encargados de hacerlo son los profesionales sanitarios, que los van segregando y guardando en contenedores especiales homologados: los negros son para residuos biosanitarios, los azules para citotóxicos y los amarillos para instrumentos punzantes y cortantes.
Después, los diferentes recipientes se depositan en otros contenedores de mayor tamaño que se tapan y el personal de limpieza los traslada a un depósito final. En no más de 72 horas los recoge una empresa autorizada que los lleva a las instalaciones pertinentes y les aplica el tratamiento que corresponda, es decir, los biosanitarios se esterilizan, se compactan y se tiran a la basura orgánica y los citotóxicos se incineran, relata Cogolludo.
De los humanos a los industriales
En los hospitales no sólo se producen defunciones y, por lo tanto, se almacenan cadáveres en depósitos especiales, sino que se practican un gran número de cirugías, autopsias y procedimientos de anatomía patológica, en los que se pueden producir mutilaciones y surgir restos humanos de cierta entidad o tamaño, que se tratan según el Reglamento de la Policía Mortuoria.
David Cogolludo pone como ejemplo el caso de los diabéticos, que pueden sufrir una complicación conocida como pie diabético, debido a la cual, en ocasiones, se les tiene que amputar. ¿Qué se hace con ese pie amputado? Se trata de un resto humano de cierta entidad o residuo de la clase IV y, por lo tanto, no se puede tirar a la basura, lo que podría causar alarma en la población. En estos casos, se guarda en una cámara frigorífica hasta que una empresa determinada se encarga de su recogida e incineración.
Residuos químicos
Los residuos radiactivos no se generan sólo en aquellos centros que tengan unidades de tratamiento con radioterapia o medicina nuclear
En el Hospital Severo Ochoa de Leganés, por ejemplo, en 2007 se han recogido 4.500 kg de disolventes halogenados, 161 kg de pilas alcalinas y botón, 312 tubos fluorescentes, líquidos reactivos de laboratorio, entre los cuales figuran 10.675 litros de fijador y 8.705 litros de revelador, y 2.680 productos químicos de equipos eléctricos.
Citostáticos y radioactivos
Los citostáticos (o citotóxicos), residuos de la clase VI, son fármacos que se utilizan en quimioterapia para tratar distintos tipos de cánceres. Se gestionan por el Plan de Residuos Biosanitarios y Citotóxicos, y la diferencia de estos productos, respecto a los biosanitarios especiales, es que se tienen que incinerar, ya que no se pueden esterilizar antes de eliminarlos. Sólo en el Hospital Severo Ochoa de Leganés, el año pasado se produjeron 5.686 kg.
Los residuos radiactivos -clase VII- no se generan en todos los hospitales, sino en aquellos que tengan unidades de tratamiento con radioterapia, medicina nuclear y en ciertos laboratorios. Son todas aquellas materias radiactivas que se desechan al no ser utilizables, así como los productos contaminados con este material radiactivo. Dentro de estos residuos radiactivos hospitalarios puede haber residuos sólidos, líquidos y de baja intensidad, según lo que establece el Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA).
Vertidos industriales
Por último, los hospitales también producen vertidos industriales que se eliminan a través del agua. Cada hospital tiene un tipo de pH (medida de la acidez) del agua y tiene reconocida la autorización de vertidos por parte de cada Ayuntamiento, es decir, cada consistorio fija las condiciones de los residuos que se pueden verter a las aguas residuales. A partir del alcantarillado, se toman muestras y se realizan pruebas cada seis meses, donde se mide la cantidad de oxígeno del agua.