La flacidez que queda tras operar a una persona con una gran obesidad, mediante cirugía bariátrica, o el decaimiento de brazos y piernas asociados a la edad se pueden corregir a través de dos técnicas: braquioplastia, para estirar la piel flácida de los brazos, y cruroplastia, la de los muslos. Aunque no son dos de las intervenciones de cirugía plástica más solicitadas, sí que hay una demanda creciente entre los pacientes obesos que se someten a una cirugía bariátrica. La flacidez depende de factores como la genética, la edad o el sexo, puesto que las mujeres son más propensas, pero la principal causa son los cambios de volumen corporal. Por eso, mantener el peso después de someterse a una braquioplastia o una cruroplastia es fundamental para conservar los resultados, que son apreciables de inmediato. La única secuela de estas intervenciones es una amplia cicatriz, difícil de disimular en los brazos, explica en esta entrevista Miguel Chamosa, cirujano plástico y actual presidente de la Sociedad Española de Cirugía Plástica, Estética y Reparadora (SECPRE).
En general, la braquioplastia y la cruroplastia son cirugías que estiran la piel flácida de la cara interna del brazo y de la cara interna del muslo, respectivamente. Aunque hay casos de braquioplastia más extensa, en la que se abarca algo más del tórax e, incluso, ir un poco más allá. En el caso de la cruroplastia, no solo se deja una cicatriz en la ingle, sino otra añadida en vertical, en la línea media del muslo.
Sí, ambas son visibles.
“Los cambios de volumen o de peso son lo que más causa flacidez”
No de forma general, pero sí en las personas que se han sometido a cirugía bariátrica, con la que les han resecado un trozo de intestino, les han colocado un balón gástrico o les han practicado una reducción de estómago. Después de esa intervención, queda una secuela que es la flacidez, sobre todo, en las caras internas de los muslos y los brazos. Para estos casos, sí hay una demanda significativa, aunque son un tanto especiales. La flacidez que se quiere corregir debe ser muy importante para que la cicatriz resultante compense al paciente.
Son dos casos diferentes. De un lado, están quienes tienen una gran flacidez porque han perdido mucho peso después de la cirugía bariátrica; a ellos estas técnicas les compensan mucho. Por otro lado, están las personas que tienen un mínimo decaimiento de la piel, por el paso de los años. A estas últimas, hay que explicarles bien que la cicatriz en el brazo se les notará. Por ello, la aplicación de esta cirugía debe ser para una flacidez importante, no mínima. No obstante, depende del caso: la cruroplastia, que se aplica por una cuestión estética para corregir un “descolgamiento” en el muslo, se puede disimular bien con la ropa, ya que se practica en la parte inferior. En cambio, la braquioplastia, como se realiza en la zona de la cara interna del brazo, siempre queda más expuesta.
En extirpar la piel y la grasa subyacente en esas zonas. La sutura y el anclaje de los colgajos deben quedar lo más firmes posibles, después de retirar el exceso de grasa.
“El mejor consejo para los pacientes que se someten a estas técnicas es que mantengan el peso”
Depende de los casos. Si las cantidades que hay que extraer son razonables, por una cirugía no postbariátrica en personas de 70 u 80 años en los brazos o en la zona de la entrepierna, la cirugía es más sencilla y llevaría dos horas y media. A partir de ahí, si hay que corregir una mayor cantidad de flacidez, durará más tiempo. En una persona que antes pesara 230 kilos de peso y que se haya quedado en 80 después de la cirugía bariátrica, hay que pensar que siempre sobrará una gran cantidad de piel y grasa residual y que esta cirugía será larga.
Hay que estar un día y una noche en el hospital, con un vendaje compresivo para sujetar el contorno corporal de los muslos o de los brazos intervenidos, y realizar unas curas periódicas dos veces a la semana. Pero no resulta molesto ni doloroso.
Aunque la cruroplastia podría hacerse con anestesia epidural, es aconsejable llevarla a cabo bajo anestesia general, como la braquioplastia.
De inmediato. Detrás de los resultados, hay que tener en cuenta que la evolución de la cicatriz es larga (dos años) y que requiere un seguimiento con pequeñas ayudas, como la colocación de placas de silicona sobre la herida y ciertos cuidados para que se note lo menos posible. No hay que descuidarla. La cicatriz mejora durante 24 meses y, a partir de entonces, queda estable.
“La flacidez que se quiere corregir debe ser muy importante para que la cicatriz resultante compense al paciente”
El ejercicio físico sirve poco en estos casos. Hay que aconsejar a los pacientes que se someten a estas técnicas que mantengan el peso y no suban o bajen, porque puede afectar a los tejidos intervenidos. No obstante, la flaccidez está generada por la carga genética: hay personas que no tienen flaccidez y mantienen mejor la forma, mientras que otras que sus tejidos tienen menor consistencia y son más blanditos. La edad también influye. La flaccidez no es la misma en una chica joven, en la que hay que prevenir, que en una persona más mayor. Pero los cambios de volumen o de peso y el adelgazamiento es lo que más la causa.
Lo recomiendan los propios cirujanos después de que el paciente reduzca su peso entre 80 o 120 kilos. En esos casos, los cirujanos aconsejan a los pacientes extirparles la piel que ha quedado floja (la flacidez), que incluso es más antiestética que la gordura.
No es tan incómoda como tener acumuladas ciertas cantidades de grasas en determinadas zonas que molestan para caminar, por el roce continuo que producen, como ocurre en las caras internas de los muslos. La piel floja es antiestética.
En principio, no debería darle el sol a la zona intervenida hasta pasados seis meses. Por eso, no es aconsejable realizar estas cirugías en verano, sino que es preferible esperar a octubre o a los meses de invierno y calcular que transcurra medio año hasta exponer la piel al sol.
La mujer suele tener más flacidez, ya que por naturaleza tiende a la acumulación de más grasa cerca de las extremidades: en las caderas, la cara interna de los muslos y de los brazos y la zona de trocánter (circunferencia de la pelvis). El hombre lo hace en torno al abdomen, el pecho y la papada, según informa Miguel Chamosa.
Estas diferencias en la disposición topográfica de la grasa influyen en el grado de flacidez de uno y otro sexo. Chamosa incide en que “la mujer tiene tendencia a acumular grasa cerca del tronco, sobre todo, cuando engorda. Si después adelgaza mucho, estas zonas son las que más flacidez sufren”.
Esta tendencia natural también explica que, en general, las mujeres se decanten más por cirugías como la braquioplastia y la cruroplastia para eliminar la flacidez. En países como México o Brasil hay mucha más demanda de estas técnicas, porque también ha habido casos extremos de obesidad mórbida.
Chamosa destaca que no se debe llegar a estos extremos, porque se produce el mismo efecto que si se desinflase un globo hinchado: una flacidez extrema, que puede ir más allá de los mulsos y alcanzar la pantorrilla, el tronco y otras partes del cuerpo. En cualquier caso, recuerda que estas técnicas deben realizarlas cirujanos plásticos titulados.