La pérdida de un ser querido deja una huella profunda y casi siempre imborrable en el corazón de cualquier persona. La época navideña resulta muy dura para afrontar su ausencia y más en los duelos de riesgo, aquellos que tienen probabilidades de cronificarse y convertirse en patológicos. En este artículo, se dan pistas sobre cuáles son los duelos de riesgo y se apunta cómo sobrellevar una pérdida en estas fechas navideñas. Dejar salir la tristeza y pedir ayuda, en caso de ser necesario, son consejos básicos.
El duelo: un proceso vital
El duelo es un proceso natural del ser humano que se desarrolla tras una pérdida, como la muerte de una persona amada. Comprende varias fases por las cuales hay que pasar para superarlo. Al principio, se tiende a negar el fallecimiento. Poco a poco, se admite la realidad y, entonces, se experimenta un dolor agudo, una tristeza profunda, rabia que, incluso, puede acompañarse de alucinaciones (hay personas que llegan a ver a su ser querido entre una multitud).
A medida que pasan fechas significativas como la Navidad, el dolor agudo por la pérdida se mitiga y se transforma en uno más nostálgico
Todas estas son reacciones normales durante un tiempo, hasta que se llega a la resolución del duelo, una fase en la que se aprende a vivir sin el ser querido, siempre con la asunción de que ‘nada volverá a ser como antes’. «El vacío nunca se podrá llenar, pero se puede aprender a funcionar de otra manera, aunque sea con dolor», advierte Alberto Meléndez García, coordinador del Grupo de Cuidados Paliativos de la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria (semFYC).
A medida que pasan todas las fechas significativas, como la Navidad y los aniversarios que se compartían con la persona fallecida, el dolor agudo se mitiga y se transforma en uno más nostálgico. Sin embargo, hay algunos procesos de duelo, denominados de riesgo, que pueden convertirse en patológicos. «Son los que se cronifican, de forma que la vida gira en torno a la pérdida experimentada y al dolor, e impiden hacer nuevos amigos, fijarse nuevos planes de trabajo, cambios en la vida y continuar con ella, a pesar de todo», destaca Meléndez. Pero, ¿cuál es el tiempo razonable? Este experto aclara que el que necesita cada persona, que es variable, aunque se considera normal que dure entre uno y dos años. En este intervalo, muchas personas son capaces de llorar la pérdida, afrontarla y reorganizar su vida y sus relaciones sociales.
Cómo sobrellevar el duelo en Navidad
Para sobrellevar mejor el duelo, hay que intentar que los sentimientos fluyan con normalidad
En determinadas épocas del año, como la Navidad, las ausencias se hacen más presentes. Los expertos aconsejan vivir estos días con normalidad, de manera que cada uno haga lo que mejor le siente. Alberto Meléndez García explica que, en general, hay dos tendencias que se pueden seguir: una es romper con las Navidades pasadas y organizar un plan del todo distinto al que se hacía con el ser amado fallecido, como un viaje, si las fiestas siempre se celebraban en casa, o a la inversa. La otra opción es dejar que los sentimientos afloren e, incluso, colocar una silla vacía en la mesa, para recordarlo. Ambas opciones son válidas. La elección de una u otra depende de la necesidad de cada familia, ya que lo considerado normal en un hogar no lo es en otro, según Meléndez.
Para sobrellevar mejor este doloroso episodio vital, desde el portal de la semFYC, los especialistas del Grupo de Trabajo de Paliativos aconsejan:
- Dejar salir la tristeza y permitirse que afloren los sentimientos. No es conveniente hacerse el valiente ni esconder la tristeza.
- Hacer partícipe al resto de los familiares (incluso los niños y los abuelos) y los amigos, y pedir ayuda si se hace necesario.
- Después de los primeros días, es beneficioso establecerse un horario (de comidas, para acostarse y levantarse de la cama…) y seguirlo. Es importante que uno no se descuide de su alimentación ni del descanso, y evitar el alcohol o el uso de tranquilizantes.
- Intentar seguir con las responsabilidades de la vida diaria, pero sin agobio. La vida continúa y hay otras personas alrededor que nos necesitan.
- El primer paso para aceptar esta situación es aceptar la muerte, despedirse del fallecido y no buscar culpables.
- Si hay que recoger las cosas del fallecido, es mejor hacerlo de una vez, sentir la tristeza, superándola, y pensar en los buenos momentos y recordarlo con alegría.
- Cuando en fechas especiales, como la Navidad, los cumpleaños o los aniversarios, pueden aflorar de nuevo estos sentimientos de pérdida, hay que dejarlos salir con naturalidad.
Los duelos de riesgo suelen ser procesos “o muy largos o muy cortos”, según apunta Alberto Meléndez García. Hay más posibilidades de que el duelo se convierta en patológico cuando el cadáver del fallecido no aparece; cuando fallece el miembro de una relación escondida, como es el caso de relaciones extramatrimoniales o de ciertas parejas homosexuales; si la muerte sobreviene tras una enfermedad entendida como ‘maldita’, como lo ha sido el sida en años pasados; o por un suicidio, ya que las personas allegadas tienden a culpabilizarse, explica Meléndez.
Pero también forman parte de la lista los duelos por una muerte súbita, un accidente, de tráfico o de otro tipo, sobre todo si fallecen varios miembros de una misma familia en el siniestro. En muertes accidentales, además del vacío, se da una intensa culpabilidad. La persona que sufre la pérdida, a menudo, se mortifica y se repite a sí misma frases como “¿por qué no le dije?”, “hemos discutido y no le he pedido perdón”, “nos han quedado cosas pendientes”, expone Meléndez.
Ahora bien, junto con estos duelos por un fallecimiento repentino, también son de riesgo los originados por la muerte de una persona tras un período larguísimo de enfermedad, añade Julio Gómez, médico del equipo de Cuidados Paliativos del Hospital San Juan de Dios, de Santurce (Bilbao), y autor del libro Cuidar siempre es posible, de Plataforma Editorial. Según puntualiza Gómez, otros procesos en riesgo de convertirse en patológicos son los motivados por la muerte de un niño, “porque no toca”; por la muerte de un recién nacido durante sus primeras 24 horas; o los duelos no reconocidos socialmente, como un aborto. En este último caso, parece que los afectados (madre, padre y familiares cercanos) no puedan permitirse el duelo por un no nacido, sobre todo si aún no habían comunicado la noticia del embarazo. Lo más probable es que tengan que pasar el dolor en soledad, sin una red de apoyo social que les permita exteriorizarlo.