La seguridad del bisfenol A vuelve a analizarse mediante una nueva evaluación de riesgos. Para ello, la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) invita a todos los Estados miembros, centros de investigación, empresas alimentarias y demás implicados, a enviar datos sobre el bisfenol A, con el fin de analizar con más detalle la migración de materiales en contacto con alimentos. Desde hace años, varios productos químicos que pueden estar presentes en los alimentos han demostrado tener efectos negativos en dosis bajas. Algunos de estos compuestos son los plaguicidas, las dioxinas y el bisfenol A, una sustancia química que se usa en la fabricación de botellas de policarbonato y revestimiento de latas y que se ha restringido en productos destinados a bebés, como biberones.
No es la primera vez que se analiza la seguridad del bisfenol A. Después de numerosos estudios, la EFSA y otros organismos de evaluación de riesgos establecieron en 2007 una ingesta diaria tolerable (IDT) de 0,05 miligramos por kilogramo (mg/kg) de peso corporal. Desde entonces, las evaluaciones sobre las propiedades toxicológicas de esta sustancia y sus posibles efectos en la salud de las personas, en especial en los grupos más vulnerables como los bebés, se han sucedido en el tiempo.
A finales de 2011, la EFSA expresó su voluntad de actualizar los riesgos cada vez que se disponga de nuevos datos. Para ello, solicita ahora la participación de los Estados miembros, universidades, responsables de envases alimentarios y centros de investigación, para que envíen información sobre su presencia en alimentos y bebidas destinados al consumo humano, sobre la migración de materiales en contacto con alimentos y sobre el contacto entre alimentos y materiales.
Uso de bisfenol A
El bisfenol A se usa en la fabricación de materiales que entran en contacto con alimentos
El bisfenol A es un producto químico que se combina con otros productos químicos para fabricar plásticos y resinas, como el policarbonato. Este plástico transparente y rígido se usa sobre todo para hacer envases de alimentos, como botellas de bebidas, y utensilios de vajilla, como platos y tazas. Los estudios realizados sobre esta sustancia han demostrado que pequeñas cantidades de bisfenol A pueden migrar de materiales que contienen la sustancia a alimentos y bebidas. En febrero de 2012, la EFSA evaluó los estudios sobre esta sustancia y decidió llevar a cabo una nueva evaluación completa de los riesgos humanos asociados a la exposición a bisfenol A a través de la dieta.
Está previsto que el nuevo dictamen revise los datos disponibles y los estudios científicos sobre la exposición dietética publicada desde el año 2006. Para ello, se han establecido dos nuevos grupos de trabajo destinados a caracterizar los peligros de esta sustancia (evaluación de los posibles efectos adversos para la salud) y de la exposición (cómo y qué cantidad de bisfenol A absorbe el cuerpo humano). Los expertos tendrán en cuenta los hallazgos nuevos que se conozcan durante este año sobre los efectos en dosis bajas.
Bisfenol A, una sustancia en constante revisión
Desde 2006, las investigaciones sobre el bisfenol A se han sucedido de manera paulatina. Desde entonces, la EFSA, en una primera evaluación, estableció una IDT de 0,05 mg/kg/día para esta sustancia. En 2008, otro estudio abordó las distintas capacidades de los niños y adultos para eliminarla del cuerpo y se confirmó que la exposición humana era inferior a la IDT establecida dos años antes. Se demostró que la sustancia se metaboliza de forma rápida en el organismo y se elimina. En 2010, tras una revisión detallada y exhaustiva de toda la investigación sobre la toxicidad de bisfenol A, la EFSA concluyó que no había pruebas nuevas que determinaran la necesidad de modificar la IDT establecida en 2006.
Todas las sustancias químicas que se utilizan para uso alimentario, como la fabricación de envases, tienen que someterse a una evaluación exhaustiva de los posibles riesgos. Según la EFSA, el efecto que tengan estas sustancias en la salud depende, sobre todo, de aspectos como el nivel de exposición. Por este motivo, los organismos que se encargan de controlar estas sustancias llevan a cabo evaluaciones rigurosas de todos los productos químicos para determinar cuáles se pueden utilizar y en qué niveles. El objetivo es asegurar que el uso de productos químicos en los alimentos o en los cultivos no tenga efectos nocivos ni en la salud humana ni animal.
Una de las vías de exposición son los materiales que entran en contacto con los alimentos, desde envases hasta utensilios de cocina. Otras sustancias, como metales y nitratos, están presentes en diversos niveles en el medio ambiente y el suelo y, por tanto, pueden quedar residuos en los alimentos. Los metales como el arsénico, el cadmio, el plomo y el mercurio pueden estar presentes en distintos niveles en el medio ambiente. Su acumulación en el organismo puede tener efectos nocivos en el tiempo. En la UE, el Reglamento 1881/2006 establece los niveles máximos de ciertos contaminantes en los alimentos.