A finales de enero de 2011, la Unión Europea aprobó una directiva que prohíbe la fabricación de biberones de plástico con bisfenol A. Desde entonces, la industria ya retira de forma voluntaria del mercado estos biberones y los sustituye por productos más seguros. La decisión se ha tomado a partir del principio de cautela, que establece la prohibición de utilizar una sustancia pese a haber incertidumbre científica respecto a sus efectos reales sobre la salud. Hasta ahora, los estudios realizados al respecto han relacionado este compuesto químico con posibles riesgos en el sistema hormonal.
El bisfenol A (BPA) se ha utilizado hasta hace poco para fabricar biberones. Esta sustancia, cuando se calienta bajo ciertas condiciones, puede filtrarse a los alimentos que contiene y, por lo tanto, ingerirse. Una extensa investigación realizada en 2010 por el comité de expertos de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) revisó la ingesta diaria tolerable considerada como segura, 0,05 mg/kg por día, y concluyó que esta cantidad debía reconsiderarse porque algunos estudios planteaban incertidumbres al respecto. En estudios realizados con animales, se demostraron efectos toxicológicos relevantes, como cambios bioquímicos en el cerebro. Los expertos reconocen, sin embargo, que estos estudios aún tienen muchas deficiencias y, por tanto, son necesarios más exámenes. Debe tenerse en cuenta que, tal y como reconoció en 2006 la EFSA, los niños de entre tres y seis meses alimentados con botellas de policarbonato son quienes más se exponen a esta sustancia, aunque la dosis está por debajo de la ingesta diaria tolerable.
Enfoque preventivo
El principio de precaución es aplicable en situaciones que provoquen incertidumbre científica y cuando el riesgo para la salud humana aún no se ha podido demostrar. Frente a esta falta de pruebas, la Comisión Europea ha decidido emprender acciones para frenar la posible nocividad de la exposición de los lactantes al bisfenol A, una molécula orgánica que se usa en la fabricación de biberones de plástico de policarbonato y que puede liberar pequeñas cantidades al alimento si se calienta a altas temperaturas.
Varios estudios relacionan el uso de bisfenol A en envases de plástico con riesgos en la salud
A finales de marzo de 2010, el Gobierno danés prohibió de forma temporal su uso en la fabricación de materiales de plástico destinados a entrar en contacto con alimentos para niños hasta tres años. La Comisión pidió entonces a la EFSA evaluar los motivos de la decisión danesa.
Meses más tarde, en julio de 2010, otro país, en este caso Francia, anunció también una prohibición temporal de la fabricación, importación, exportación y comercialización de biberones con BPA. En septiembre de 2010, la EFSA emitió un informe que concluía que esta sustancia es segura hasta una ingesta diaria de 0,05 mg/kg de peso corporal. Según los expertos, la exposición de todos los grupos de la población es inferior a este límite. Pese a todo, la EFSA planteó entonces algunos interrogantes con respecto a posibles efectos en los niños y, por tanto, concluyó que se necesitaban más datos para despejar estas dudas.
Alejar discrepancias
A pesar de que los estudios realizados sobre la toxicidad de bisfenol A en animales de laboratorio han sido numerosos, también lo son las discrepancias sobre los resultados, tanto en lo que se refiere a la naturaleza de los efectos detectados como a los niveles en los que se registran. Esto ha provocado controversia entre la comunidad científica sobre la seguridad de esta sustancia. A raíz de estas discrepancias, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) y la Organización Mundial de la Salud (OMS) desarrollaron, a finales de 2010, un encuentro con más de 30 expertos que analizaron los efectos adversos para la salud. En él participaron también la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) y la Administración de Alimentos y Medicamentos estadounidense (FDA).
Entonces, los expertos estimaron que la exposición al BPA en adultos se situaba en torno a 0,01 y 0,4 mg/kg de peso corporal al día. En niños, esta cantidad oscilaba en una media de 0,1 y 0,5 mg/kg de peso corporal al día. Para calcular estos niveles, los expertos se basaron en varios posibles escenarios de dieta, que combinaban el consumo diario en el peor de los casos (100% del consumo de los alimentos envasados) y en el mejor (25% de consumo de alimentos envasados). De los estudios de toxicidad elaborados, los expertos concluyeron que deberían estudiarse otras vías de exposición a la sustancia, además de la alimentaria.
Mientras se analiza la toxicidad del bisfenol A, ya se han empezado a buscar alternativas a esta sustancia, como el acero inoxidable, el vidrio o el plástico libre de BPA. El vidrio y el acero inoxidable se utilizan desde hace décadas con seguridad para fabricar botellas. El aluminio ha empezado a entrar en el mercado también como alternativa a las botellas de policarbonato, a pesar de que no se puede utilizar sin una resina o revestimiento en el interior del envase, un aspecto que ha generado cierta controversia sobre posibles migraciones al alimento. Debido al empleo generalizado de BPA, será difícil encontrar un único sustituto para todos los usos, y deberá analizarse la funcionalidad y seguridad de cualquier material.
Las bebidas son uno de los alimentos que mantienen un mayor contacto con su envase, a menudo de plástico. Uno de los problemas de este material es su vulnerabilidad a las altas temperaturas: cuanto más tiempo permanece bajo el sol o a temperaturas de calor, mayor será la transferencia de plástico en el alimento. De ahí que el principal problema no sea de los envasadores o los fabricantes, sino del uso que se haga de estos envases.