Ser bajo podría estar asociado con una mayor probabilidad de tener problemas del corazón. Este riesgo es hasta 1,5 veces mayor en las personas que miden menos de 160,5 cm para ambos sexos, según el último estudio que se ha publicado a este respecto en “European Heart Journal”. No obstante, puesto que la talla final no es un factor modificable, no hay que caer en el pesimismo. La buena noticia es que estas personas, que pueden tener mayor probabilidad de desarrollar una cardiopatía, deben cuidarse más e intentar corregir el resto de factores de riesgo que sí son modificables, es decir, evitar el tabaco, la obesidad, el sedentarismo y controlar sus niveles de presión arterial y de glucemia (azúcar en sangre), según informa en esta entrevista Julio Núñez, miembro de la Sociedad Española de Cardiología (SEC) y del Servicio de Cardiología del Hospital Clínico Universitario de Valencia.
No se puede ser tan categórico. Podemos afirmar que la evidencia disponible apoya que la baja estatura podría ser un factor de riesgo cardiovascular. Es difícil ser tan concluyente con un estudio observacional.
Se ha observado que hay una relación lineal, es decir, no es solo a partir de donde una persona tiene más probabilidades de desarrollar una enfermedad sino que, a estaturas más bajas, mayor es el riesgo y, a estaturas más altas, menor. Medir menos de 160 centímetros, en ambos sexos, ya supondría un mayor porcentaje respecto a las personas que miden más de 174 centímetros. Entre 160 y 174 centímetros, el riesgo sería intermedio.
“Medir menos de 160,5 cm de media se relaciona con 1,5 veces más riesgo de sufrir enfermedad cardiovascular o cardiopatía”
La frontera es un poco arbitraria. Lo importante es que se ha visto una relación lineal, de forma que cuanto más alta es una persona, menos riesgo cardiovascular tiene y cuanto más bajita es, más.
Sí, es independiente. Cuando se realiza un ajuste por los factores tradicionales (peso, diabetes, hipertensión, colesterol, etcétera) se observa que los individuos más bajitos tienen mayor riesgo cardiovascular. Es decir, que no es que estas personas tengan más probabilidades porque además de la baja estatura sufran de obesidad: la altura es un factor independiente del peso.
No está claro. Se desconoce cuál es la causa exacta, pero se postulan varias hipótesis.
“Tener mayor predisposición a una enfermedad cardiovascular obliga a un mayor control de los factores de riesgo modificables”
La hipótesis con mayor peso está relacionada con la expresión de varios genes ahorradores durante la gestación, es decir, durante la etapa intrauterina del individuo. Cuando el feto vive una situación de escasez, no puede comer y la madre se alimenta mal, se expresan esos genes ahorradores. El organismo se convierte en una máquina eficiente que aprende a funcionar con lo mínimo. Genéticamente, nacen niños que aguantan la escasez. Son de tamaño pequeño que luego se encuentran con una sociedad en la que llevan una vida sedentaria con una alimentación con exceso de grasas y su organismo no está preparado para ello. Son organismos ‘ahorradores’. Y todo lo que come, lo ahorra. Y los resultados son obesidad, arterioesclerosis…
Hay estudios que señalan que, durante la Segunda Guerra Mundial, durante la ocupación nazi, las madres embarazadas que pasaban hambre tenían niños pequeños y desnutridos. La tasa de niños con riesgo de cardiopatías fue mucho mayor en esa época que en otras. Nacer desnutrido, en una época de escasez, está asociado a problemas de desarrollo.
“Aunque la causa del riesgo aumentado se desconoce, el tamaño de las arterias y factores socioeconómicos podrían tener cierta influencia”
Si uno ha nacido pequeño, acaba siendo bajito toda la vida. La población española antes era de estatura baja, no estaba bien alimentada. Pero los hijos de personas bajitas, después no han sido tan pequeños, porque la estatura depende de factores genéticos y ambientales, sobre todo de la alimentación durante los primeros años de vida y durante el desarrollo intrauterino. En general, los niños que nacen muy pequeños, desnutridos, van a ser más bajos. Y, a tenor de los resultados, con un riesgo cardiovascular mayor.
Bueno, siempre hay una excepción que confirma la regla. Puede haber personas que tengan ciertos genes que las hagan crecer más pero, en el conjunto de la población, lo normal es que las personas mal alimentadas en la etapa intrauterina, acaben por ser pequeñas.
Son necesarias más investigaciones que incluyan una valoración minuciosa de todos los factores de riesgo para confirmar estos resultados que, sobre todo, son relativos a población anglosajona. También se ha de validar este estudio en el ámbito de España. Debemos confirmar si los hallazgos son aplicables o no en la población actual y en nuestro medio. Desde hace diez o quince años ya no hay población infantil desnutrida.
Las personas bajas no deben estar especialmente preocupadas. Pero tener mayor predisposición a sufrir una patología cardiovascular las obliga a un mayor control de los factores de riesgo que sí son modificables. Sucede lo mismo con las personas que tienen más predisposición a sufrir, por ejemplo, lesiones de rodilla, puesto que las más débiles, deben evitar practicar deportes que las perjudican, como esquiar. De la misma forma, una persona bajita, debe cuidar la tensión arterial, el peso, procurar no desarrollar diabetes, cuidar el nivel de lípidos, dejar de fumar y hacer ejercicio.
El metaanálisis realizado sobre la relación entre la estatura y el riesgo cardiovascular ha valorado más de 22 estudios que han incluido una muestra de tres millones de personas, revela Julio Núñez. Según este trabajo, publicado en “European Heart Journal”, las personas que miden menos de 160,5 cm de media (165,4 cm en el caso de los hombres y 153 cm en el de las mujeres) tienen 1,5 veces más riesgo de sufrir alguna enfermedad cardiovascular o cardiopatía respecto a los individuos que miden 173,9 cm de media (177,5 cm en el caso de los varones y 166,4 cm en el de las féminas).
La causa de este riesgo aumentado en los individuos más bajos se desconoce, pero los autores de este trabajo consideran que el tamaño de las arterias y los factores de riesgo socioeconómico podrían tener cierta influencia, según información de la Sociedad Española de Cardiología (SEC).