La tanorexia y la tanofobia son dos trastornos relacionados con el sol que, de acuerdo a la voz de alarma de los expertos, en los últimos años han aumentado en número de casos. Mientras que la tanorexia se asocia con una obsesión enfermiza por tomar el sol, la tanofobia se halla en el otro extremo: es un miedo irracional al sol y a sus potenciales efectos perjudiciales. El manejo de estos dos trastornos psicológicos con efectos físicos (cáncer de piel y déficit de vitamina D) es multidisciplinario y se establece en colaboración con los psiquiatras, ya que el tratamiento más adecuado es la psicoterapia.
Dos caras de la misma moneda
Estar muy moreno a toda costa o eludir como sea el contacto con los rayos del sol, de forma obsesiva, son las dos caras de la misma moneda. Tanorexia y tanofobia, respectivamente, se engloban en el cajón de los trastornos dismórficos, como la anorexia. La percepción distorsionada de la propia imagen mejora con psicoterapia, sola o combinada con fármacos, el método más adecuado para tratar este tipo de dolencias. El trastorno dismórfico corporal (TDC), declarado en 1997 como trastorno mental en EE.UU., afecta a cerca del 2% de la población y es más frecuente en personas con un trastorno obsesivo compulsivo (TOC) de base.
La obsesión por el bronceado
La obsesión por estar moreno y aprovechar cualquier ocasión para ponerse al sol o para acudir a cabinas solares de UVA ha aumentado en los últimos años. A pesar de que, por norma general, es más frecuente en mujeres, se detecta un incremento entre los adolescentes de 14 y 15 años de ambos sexos. Cuando se toma el sol, en el cerebro se generan endorfinas, neurotransmisores opioides producidos en el sistema nervioso central, que generan sensación de placer, parecidos a los estimulados en los fumadores.
Un peligro asociado a la tanorexia es el melanoma, uno de los cánceres de piel más malignos
En los afectados de tanorexia, esta experiencia placentera es la causa principal de su inclinación a los rayos ultravioleta, como sucede con cualquier otra droga, según sugería un estudio realizado por la Universidad Wake Forest (EE.UU.) en 2006. Disgusto con el color de la piel (por muy bronceado que se esté), ansiedad ante la imposibilidad de tomar el sol y bronceado extremo, junto con envejecimiento precoz de la piel, son otras de las manifestaciones de estos adictos.
Un peligro más es el riesgo aumentado de sufrir melanoma, que alcanza unas proporciones epidémicas y, junto con otros cánceres de piel (carcinomas vasocelulares y epidermoides), es uno de los tumores malignos más comunes que afectan al ser humano. Los casos de cáncer de piel aumentan un 10% cada año. Estas personas, a menudo, frecuentan las cabinas de rayos UVA -donde una sesión equivale a un día entero de sol- varias veces por semana en distintos establecimientos, como manera de evadir las recomendaciones. Incluso algunos especialistas aseguran que el cáncer de piel puede desarrollarse si se sufre tanorexia durante cuatro o cinco años.
Fotoprotección extrema y vitamina D
La tanofobia es el extremo opuesto de la tanorexia. Es una aversión irracional al sol por sus potenciales efectos peligrosos y, en ocasiones, resultado de excesivas recomendaciones sobre la protección solar. También es una elección dañina ya que se asocia a déficit de vitamina D. Esto sucede más a menudo en personas entre 50 y 60 años. A pesar de que a partir de la quinta década se tomen alimentos ricos en este micronutriente (pescado azul, yema de huevo, hígado, lácteos enteros o enriquecidos, entre otros), los expertos aclaran que la provitamina D no se convierte en vitamina D aprovechable por el organismo si no se toma el sol. Para ello, sólo son necesarios diez minutos al día.
En los países más septentrionales del planeta, como Canadá, la insuficiencia de vitamina D es endémica debido a las pocas horas de insolación durante los largos inviernos de la región, que impide que el cuerpo genere de forma natural la vitamina a través del contacto de rayos ultravioletas con la piel.
La falta de esta vitamina se asocia a osteopenia (disminución en la densidad mineral ósea), con reblandecimiento y debilitamiento de los huesos, y a diversos tipos de cáncer, como el de colon, de mama y de próstata. Un estudio realizado por la Agencia Internacional de Investigación del Cáncer en Lyon (Francia) y el Imperial College de Londres, publicado en el “British Medical Journal”, apunta que en personas con niveles altos de vitamina D el riesgo de padecer cáncer de colon disminuye en un 40%.
Los niveles de esta vitamina también están relacionados, de manera directa, con la mortalidad en el cáncer de mama. Según los datos recogidos por la Sociedad de Oncología Clínica de EE.UU., las mujeres diagnosticadas de cáncer de mama con bajos niveles de vitamina D tienen el doble de posibilidades de que la enfermedad se extienda por su cuerpo y un 73% más de probabilidades de morir de cáncer que quienes registran grandes cantidades de esta vitamina en sangre.
Antes de tomar el sol
Antes de exponerse al sol conviene elegir un protector con un índice adecuado al tipo de piel y aplicarlo en las dos horas previas al contacto con los rayos, tal y como recoge el decálogo que edita Grupo Eroski junto con la AECC. Los dermatólogos y el resto de profesionales médicos opinan que las precauciones que se deben seguir en los días estivales respecto al sol han de multiplicarse para evitar cualquier tipo de problemas que puedan desarrollarse a largo plazo.
Consultar a un especialista cualquier lesión en la piel es otra de las recomendaciones del decálogo de bronceado saludable. Por otra parte, también es fundamental utilizar cremas protectoras resistentes al agua, que impidan la acción de las radiaciones UVA (en especial, los niños y ancianos, que son más sensibles a sus efectos nocivos). Además, las exposiciones al sol han de ser cortas y graduales durante los primeros días para que la piel se adapte de manera progresiva y no surjan quemaduras. Es necesario evitar tomar el sol en las horas de mayor intensidad, es decir, entre las 12:00 y las 16:00 horas.
Los fotoprotectores
- Se debe usar la cantidad suficiente para cubrir toda la superficie corporal. No olvidar zonas como las orejas o el cuero cabelludo en el caso de los niños pequeños y calvicie.
- Aplicar los productos siempre con la piel seca. Si la piel está mojada, las gotas funcionan como una lupa y aumentan el riesgo de quemaduras.
- Realizar la primera aplicación, al menos, 30 minutos antes de exponerse al sol.
- Durante la exposición solar, reponer el fotoprotector después de cada baño prolongado (más de 20 minutos) o cada dos horas.
- Emplear fotoprotectores resistentes al agua y reponerlos después de cada baño superior a 20 minutos.
Consideraciones especiales
La edad. Los bebés, los menores de 3 años y los ancianos no deben exponerse directamente al sol y han de utilizar fotoprotectores superiores a 25.
El lugar. En las montañas, zonas cercanas al Ecuador y en la nieve, hay que extremar las precauciones. En estas zonas, la intensidad de las radiaciones solares es mayor y el riesgo de quemaduras se eleva.
La hidratación. La exposición al sol provoca un aumento de la sudoración y, por tanto, una pérdida importante de agua. Hay que beber agua en abundancia para evitar la deshidratación.
Las nubes. Dejan pasar gran parte de las radiaciones solares, sobre todo UVA y UVB, por lo que es necesario que en los días nublados se tomen las mismas medidas de protección que en los días soleados.
El embarazo. La exposición al sol durante el embarazo aumenta el riesgo de manchas parduzcas y mal delimitadas. Su localización más frecuente es en mejillas y frente.
Los medicamentos. Exponerse al sol cuando se toman algunos fármacos puede provocar fotosensibilización, es decir, una reacción de la piel frente a las radiaciones solares.