Piel y mente están interconectadas en el embrión, una asociación que se manifiesta en la vida adulta en forma de enfermedades cutáneas con una base psicológica o de patologías mentales que dan lugar a problemas en la piel. Sin embargo, el paciente que acude a la consulta del dermatólogo no siempre acepta de buen grado que le deriven a un psicólogo o psiquiatra. De ahí que, cada vez más, haya especialistas con sensibilidad por el malestar psicológico de sus pacientes y consultas donde dermatólogo y psicólogo o psiquiatra atienden de manera conjunta a estas personas. Así lo explica Marta García Bustinduy, profesora titular de Dermatología de la Facultad de Medicina de la Universidad de La Laguna y adjunta de Dermatología del Hospital Universitario de Canarias. Esta experta ha descrito la labor de la Dermatología Psiquiátrica, con motivo del 14º Congreso de la Sociedad Europea de Dermatología y Psiquiatría (ESDaP 2011), que se ha celebrado en Zaragoza.
De origen, la mente y la piel tienen la misma capa en el embrión. Por eso, la mente se relaciona con la piel, y al revés. Las afecciones cutáneas causan malestar psicológico y las enfermedades de la mente se ven en la piel. La Dermatología Psiquiátrica tiene en cuenta esto y va de la mano de la asistencia que prestan psiquiatras y psicólogos para atender a los pacientes. Entiende ese origen común y que todo está interconectado, tiene más sensibilidad para ello.
Las enfermedades más reconocidas de la piel relacionadas con la psiquiatría, la psicología y determinados estados de ánimo son las más crónicas o que duran más tiempo, como la psoriasis, la dermatitis atópica, el acné, la urticaria, la alopecia y la rosácea. También los problemas cutáneos que se desarrollan en la cara o en el pelo, es decir, que se ven y que tardan tanto tiempo en superarse, que llegan a provocar un deterioro.
“Las afecciones cutáneas causan malestar psicológico y las enfermedades de la mente se ‘ven’ en la piel”
Figuran las alteraciones del sistema nervioso central, como la depresión o la ansiedad, que llevan a las personas a lastimarse la piel, a pellizcarse o a rascarse por distintas razones: por soledad, porque quieren llamar la atención, porque buscan que les atiendan o mimen. A veces, incluso, se rascan de manera compulsiva sin ser conscientes.
El estrés actúa en dos sentidos. El estrés puro, del propio organismo, interviene con sustancias como la adrenalina, que provoca prurito que lleva a rascarse más. Como condición, estar bajo una situación de estrés supone un empeoramiento de todas las alteraciones cutáneas que se sufran, como la psoriasis, la dermatitis atópica, el acné o la urticaria. Y por desgracia, ésta es una de las epidemias de este siglo.
“El dermatólogo no solo debe curar la lesión de un paciente, sino analizar cómo tratarle y decidir si es necesario aplicar un tratamiento más agresivo”
Hoy se sabe que hay implicado un sistema neuroinmunoendocrino, compuesto por neurotransmisores -sustancias que utilizan las células para comunicarse en el cerebro-, hormonas y citoquinas -que forman parte del sistema inmunitario para que las células se comuniquen entre sí-. En el momento del período menstrual, el nerviosismo que sufre la mujer puede favorecer el acné. Con estrés se detectan toda una serie de sustancias implicadas, como el cortisol (cortisona natural del organismo), que se modifican y que pueden provocar picor. Es decir, bajo una alteración cutánea hay multitud de sustancias implicadas y muchas están relacionadas con el estrés. Hoy en día se reconoce que esta asociación tiene una base científica.
Sí, mejora. No obstante, el afectado, en momentos distintos de su vida, no vive la enfermedad de la misma manera. Puede haber pacientes muy preocupados con muy pocas lesiones y otros, por el contrario, con muchas, que les preocupe menos. Todo depende de la personalidad, la mente de cada uno o del apoyo social que tenga, entre otros. El dermatólogo no solo debe curar la lesión que padezca un paciente, sino analizar cómo tratarle y decidir si es necesario aplicar un tratamiento más agresivo, como en el caso de la psoriasis. El abordaje psicodermatológico es el propio de la Dermatología Psiquiátrica.
“El hecho de que las afecciones cutáneas queden ocultas no es garantía de un menor impacto psicológico”
El paciente que acude al dermatólogo, en general, acepta mal que le deriven a un psiquiatra o a un psicólogo. Los dermatólogos que nos dedicamos a esta especialidad tenemos que ser más sensibles e ir más allá. Debemos hablar con los pacientes y, en ocasiones, tratar de derivarles, lo que no siempre es sencillo. Hay que explicarle muy bien al afectado para que entienda que su problema radica en el sistema nervioso.
Sí, y que forma parte de la vida. Por este motivo, es importante tener un equipo multidisciplinar que atienda a estos pacientes. Esto ya ocurre en Zaragoza, Madrid, Barcelona y en otros puntos, donde el dermatólogo trabaja de la mano del psiquiatra y del psicólogo, pasan consulta juntos, a la vez. Pero no todos los hospitales, centros de atención primaria ni comunidades autónomas son conscientes de esta necesidad.
Mucho mejor. Pone cara de satisfacción cuando se le hace una pregunta de forma delicada sobre su vida o se le sonsaca sobre su malestar con un comentario del tipo “¿usted cuándo va a la playa no tiene la sensación de que le miran? A mí me ha pasado, pero no se preocupe, porque lo que tiene no se contagia”. En esta sociedad, los cánones de belleza están, a menudo, lejos de la realidad. A las personas con acné o psoriasis, en ocasiones, se les mira mal y ello puede afectar a sus relaciones sociales, ocasiona que estén más tristes e, incluso, que les sea más difícil encontrar trabajo y sufran estrés y depresión.
Las afecciones dermatológicas no se tratan siempre igual en todos los pacientes, ni siquiera en la misma persona en distintas etapas de su vida. En el caso de la psoriasis, desde hace unos quince años se administran medicamentos sistémicos (inmunosupresores e inmunomoduladores) y sustancias tópicas mediante cremas, pomadas, ungüentos y champús, pero ahora también se aplican, de forma más agresiva, terapias biológicas. Éstas no siempre son aplicables a todos los pacientes. En ocasiones, ellos mismos piden al médico que sea más agresivo en los tratamientos, en función de su circunstancia vital.
“Cada persona necesita un tratamiento a medida. No es lo mismo un niño de 10 o 12 años que un adolescente de 15 o 18 con acné. En el caso de la psoriasis, tampoco es lo mismo un paciente que está casado, con hijos y que tiene un trabajo, que una persona que se incorpora al mercado laboral y tiene relaciones interpersonales, ya que esta patología tiene un impacto social importante”, explica Marta García Bustinduy.
Los profesionales de la Dermatología Psiquiátrica también tienen en cuenta, en el momento de decidir el tratamiento, dónde se localiza la enfermedad cutánea, ya que al paciente le avergüenza más padecerla en una parte visible del cuerpo, como en la cara, que en otras partes que quedan tapadas con la ropa, como la espalda. “No obstante, el hecho de que la lesión quede oculta no es garantía de un menor impacto psicológico”, indica García Bustinduy.
Las heridas en ciertas zonas corporales, como los genitales, también puede generar un importante malestar psicológico. Por todo ello, la elección de un tratamiento para la piel de cada paciente no solo depende de las lesiones físicas, sino también de su incomodidad psicológica, que puede ser distinta a lo largo de las diferentes etapas de su vida.