La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha anunciado en fechas recientes que la contaminación atmosférica causa cáncer. El crecimiento demográfico mundial empuja a la ciudadanía a concentrarse en las grandes urbes, donde en 2050 residirá el 70% de la población mundial. Esto significa que para disminuir el riesgo de enfermar por la deficiente calidad del aire de las ciudades, habrá que impulsar diversas medidas como suprimir la producción industrial en los núcleos urbanos, crear zonas verdes de fácil acceso y fomentar el transporte público, entre otras. Estos mismos espacios naturales ayudarán a promover una vida más activa y menos sedentaria en las ciudades, pues la otra gran batalla en salud pública será contra la obesidad. En cualquier caso, hay que invertir en salud, porque reporta beneficios a las grandes poblaciones, mientras que reducir el presupuesto para sanidad nunca es una buena idea. Así lo cuenta en esta entrevista María Neira, directora del Departamento de Salud Pública y Medio Ambiente de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en su paso por Barcelona, donde ha sido invitada a las jornadas “Ciudades verdes. Gente saludable. Planificando espacios urbanos saludables” por BDebate y el CREAL (Centro de Investigación Epidemiológica y Medioambiental), perteneciente a la alianza ISGlobal.
Las estadísticas dicen que la población crece en las urbes y que en el 2050 el porcentaje de personas que vivirán en ellas rebasará el 70%. Son cifras realmente importantes y que nos hacen ver cómo esta tendencia puede afectar a la salud de las personas y de qué manera se deben planificar mejor las ciudades para evitar las enfermedades y proteger y promover la salud, de forma que residir en las urbes no conduzca a la enfermedad, sino que sea una oportunidad para mejorar la salud.
“La vida sedentaria es un problema de salud pública que mata a seis millones de personas al año en el mundo”
Las dos opciones son válidas. Hay que tener en cuenta que es inevitable vivir en las ciudades por los servicios que brinda: hay más actividades en los núcleos urbanos y más posibilidades que las que el campo ofrece; hay más negocio, así como oportunidades de educación. Además, por el crecimiento demográfico, la población debe residir en las ciudades. La opción es conseguir que la calidad del aire sea mejor. Esto se puede alcanzar con un transporte público adecuado, sostenible y eficaz, para que los ciudadanos no utilicen el medio de transporte privado; disminuir el acceso de los vehículos contaminantes al centro urbano; evitar las producciones de la industria dentro de ellas; y asegurar que la legislación ambiental se cumple, que se haga un uso más inteligente y eficaz de la energía y se viertan menos gases y emisiones a la atmósfera.
Todas las opciones son aconsejables, pero no todas las ciudades pueden permitirse tener un gran parque. Lo importante es que en ellas haya un buen acceso a las áreas verdes, ya que mejoran la calidad del aire, la interacción social, la salud mental, disminuyen el estrés, la ansiedad y los problemas de aislamiento de las personas mayores, que son más vulnerables. Tener más zonas verdes invita a hacer una vida menos sedentaria y más activa, caminar, ir en bicicleta, pasear, lo que, desde el punto de vista de la salud, es fundamental porque ayuda a prevenir la obesidad y las enfermedades relacionadas. La vida sedentaria es un problema de salud pública que mata a seis millones de personas al año en el mundo. La contaminación del aire y la obesidad son dos problemas graves a los que debemos enfrentarnos. Y nos corresponde hacer mucho esfuerzo para prevenirla, mediante una buena planificación urbana, para así favorecer la vida activa, donde nos podamos mover y, además, asegurarnos de que estén en marcha los mecanismos para que la calidad del aire sea la aceptable, para que los núcleos urbanos no solo sean lugares donde no enfermar, sino también que protejan y promuevan la salud de las personas.
“En el 2050 el porcentaje de personas que vivirán en las ciudades rebasará el 70%”
Sí, en efecto. Por eso las medidas que se adopten en las ciudades deben hacerse pensando en las consecuencias de todas las actividades que se realicen en ellas. Si se planifica que en un núcleo urbano haya una vía para correr o ir en bicicleta, hay que intentar reducir el tráfico de vehículos, porque con la bicicleta se está más expuesto al aire contaminado. Por eso, hay que tratar de abordar una planificación conjunta de las ciudades, e involucrar a muchos sectores de la sociedad. Si se consigue disminuir el acceso del tráfico rodado a los grandes núcleos urbanos, se reducen los accidentes, la contaminación y se facilita que se camine más (ya que correr no está aconsejado para todos los grupos de la población). Desde el punto de vista de la salud pública, no solo hay que incluir a la comunidad, sino a muchos sectores para evitar que al intentar mejorar un aspecto, se estropee otro. Por ello, todo debe estar bien medido y enfocado desde el principio.
Sí. Por eso, en salud pública también se implican otros especialistas, puesto que hay que tener en cuenta muchos aspectos: el tráfico, la planificación urbanística o la gestión de la movilidad, entre otros. Las zonas verdes son un ámbito para defender todos juntos, porque protegen la salud, aportan beneficios sociales y evitan muchos problemas. Hay diversos estudios que demuestran que las áreas verdes dan beneficios económicos para la ciudad: aunque requieran una inversión al inicio, a la larga aportan más beneficios.
“Las áreas verdes mejoran la calidad del aire, la interacción social, la salud mental, el estrés, la ansiedad y el aislamiento de los mayores”
Exacto. Si se evitan los costes de los tratamientos de los enfermos crónicos, disminuye el importe de la inversión del comienzo, es decir, cubriría el gasto inicial, aparte de aportar otro tipo de beneficios, como un mejor estado de bienestar de la población, una mejor salud mental, menos accidentes de tráfico, que también son muy costosos, y la invitación a participar en la vida urbana. La ciudad está “más viva”, menos estresada y tiene numerosas ventajas para la felicidad de las personas.
Los grandes núcleos urbanos de África y Asia representan desafíos más allá de los descritos, que tienen que ver con los cinturones de pobreza que se generan alrededor de ellos. Hay muchas personas que emigran a las ciudades pensando en aumentar su nivel de vida, pero al llegar se encuentran con que no tienen acceso a su núcleo urbano, sino que se tienen que quedar en los cinturones de las afueras, que son muy pobres, donde hay mucho hacinamiento, falta de infraestructuras de saneamiento, de agua potable; unas condiciones que favorecen muy rápido la transmisión de enfermedades infecciosas. En las grandes ciudades de los países en desarrollo o emergentes uno de los retos es ofrecer niveles mínimos, básicos, de salud a la población y evitar la violencia, el hacinamiento y la pobreza, que hay que tener muy presentes, porque generan problemas añadidos de salud pública.
“Reducir el presupuesto en sanidad nunca es una buena idea, porque después no se recupera desde el punto en que se dejó, sino de mucho más atrás”
La crisis que afecta a España y a otros países repercute de forma negativa en muchos aspectos. La OMS intenta dar a los gobiernos que quieran tomar medidas para reducir los gastos datos muy sólidos para convencerles de que reducir el presupuesto en sanidad nunca es una buena idea, porque después no se recupera desde el punto donde se dejó, sino que la experiencia nos dice que se va mucho más atrás, que cuesta mucho más. Eso sí, hay que poner en marcha medidas de eficiencia del gasto y ser conscientes de que España tiene uno de los mejores sistemas sanitarios del mundo. Esto ha quedado bien demostrado y hay que mantenerlo y mimarlo mucho, de modo que el dinero destinado se gaste de forma eficaz, a partir de una discusión interdisciplinar a la que hay que invitar a todos, para que contribuyan a ese debate sobre el gasto sanitario. En este sentido, la clase médica puede aportar muchas soluciones. Pero debemos ser conscientes de que no hay que aumentar el gasto, sino que se requiere eficiencia.
En el País Vasco hay ejemplos muy buenos de ciudades saludables. Avilés (Asturias) estaba muy contaminada debido a la producción industrial, pero se han realizado grandes esfuerzos para ganar en limpieza y en una mejor calidad del aire. Pero hay más casos en España; muchas ciudades han tomado medidas muy buenas a nivel puntual, que han favorecido al centro urbano, como crear una zona peatonal. Pero hay que seguir explorando y avanzando al respecto. Barcelona es también una de las ciudades donde se han desarollado iniciativas muy positivas. Todo el mundo puede recordar aquella Barcelona que había antes de los Juegos Olímpicos de 1992 y después. Todavía hay más modelos a seguir, muy positivos.
En algunas partes del planeta, como China, la contaminación atmosférica es un problema muy grave, hasta el punto de que sus urbes se han denominado ciudades del cáncer. La situación ya no se puede clasificar como preocupante, sino alarmante, pues ya se han registrado casos extremos de afectación como el de una niña de solo ocho años, que ha desarrollado cáncer de pulmón.
Ante estas situaciones, María Neira expone lo siguiente: “Como ciudadanos, se puede hacer poco, no se puede cambiar la calidad del aire. Es algo que no depende en exclusiva de la persona, pero sí que puede usar menos el coche privado e ir en transporte público. Cuando este no sea suficiente, es bueno que los ciudadanos ejerzan presión a los responsables políticos de la salud pública para pedirles que la calidad del aire cada vez sea mejor y que tomen medidas para reducir los vehículos en las ciudades. Como ciudadanos, podemos aportar nuestro granito de arena”.